Sato Díaz *
Son las 7 de la mañana. Hace una hora escasa que ha amanecido. "El lobo es un animal nocturno, para poder verlo tiene que ser o a última hora de la tarde o a primera de la mañana", comenta Javier Talegón, biólogo y estudioso del lobo ibérico. La luz cada vez es más clara en la Sierra de la Culebra, reserva regional de caza, en el noroeste de la provincia de Zamora. Un grupo de personas realiza la "espera del lobo". En silencio, mediante unos telescopios, observan entre los matorrales y los pinares intentando divisar algún animal en movimiento. Una pareja de ciervos se entretiene masticando alguna hierba a algo menos de un kilómetro de distancia de los observadores...
La situación actual del lobo ibérico es complicada. "En la Península, en varias ocasiones, los lobos han estado en el umbral previo a la extinción y actualmente carecemos de herramientas que nos permitan evaluar las probabilidades de conservación a largo plazo" explica a cuartopoder.es Jorge Echegaray, licenciado en Ciencias Ambientales y estudioso especialista en lobos, quien advierte que "el lobo es una especie casi amenazada por la elevada mortalidad no natural inducida por el ser humano por la caza legal e ilegal". "Consideramos que es un error que sea mediante la caza la forma de gestionar la población de un gran carnívoro, ya que esta población tiene mecanismos propios de autocontrol y no es necesaria la caza", asegura el ambientólogo.
Por ello, Teo Oberhuber, coordinador de programas de Ecologistas en Acción, insta a los partidos políticos a que "en los programas electorales haya una apuesta por la protección del lobo, por el turismo lobero bien regulado y por fomentar la coexistencia entre ganadería y lobo, dando ayudas a los ganaderos y abriendo puertas de diálogo, así como a que se apueste por medidas contra el furtivismo". "Lamentablemente no nos escuchan, abandonan a los ganaderos, no hacen censos para saber cuántos lobos hay, autorizan cupos de caza del lobo más por la presión de ganaderos que por datos reales", se molesta el ecologista. En la misma línea, Echegaray exige implicación política: "Sería esencial la catalogación nacional del lobo, supondría un primer paso para uniformizar las pautas de gestión de la población noroccidental de lobos, y en algunas zonas, como el sur del Duero, sería necesario articular medidas para la recuperación de esas poblaciones". Este especialista en lobos recuerda que actualmente, "desde el punto de vista poblacional, carecemos de un diagnóstico fiable y verosímil porque los censos de lobos son estimas poblacionales de la fracción reproductora y en los últimos tiempos esas estimas tienen unos sesgos que nos impiden ver cuál es el estado de conservación y la viabilidad de la población de lobos a largo plazo". Un recuento fiable de la población de lobos ibéricos en España parece ser un buen punto de partida para afrontar un programa en relación con esta especie.
Conflicto entre ganaderos y lobos.
La prensa, en numerosas ocasiones, muestra el enfado de los profesionales de la ganadería ante supuestos ataques de lobos a sus rebaños. "Desde Ecologistas en Acción estamos preocupados porque hay un progresivo incremento de mensajes de sectores agrarios diciendo que la coexistencia entre lobo y ganadería es imposible o que hay que declarar ciertas zonas como zonas de exclusión del lobo", dice Oberhuber. "Pretendemos demostrar que hay ganaderos que están poniendo en marcha las herramientas necesarias para la coexistencia entre lobo y ganadería", prosigue. Este es el caso de Alberto Martínez, un ganadero de Santa Colomba de Sanabria (Zamora) que posee un ganado de 1.600 ovejas vigiladas por un total de 11 mastines que las protegen del lobo. "Con los mastines nunca se acerca el lobo, en mis tres años como ganadero sólo he sufrido un ataque de lobo, pero fue porque las ovejas, pastando, invadieron su territorio", relata Martínez.
"Es importante que el mastín se críe con el rebaño, que se integre con las ovejas desde cachorro, y esto lo aprendí de mi padre y de mi abuelo, que ya tenían mastines para proteger a las ovejas del lobo", explica este ganadero, que vive en uno de los lugares donde la población de lobos está más presente. "No ha hecho falta que venga nadie a explicarme que el mastín es útil para proteger a mis ovejas, sí que echo de menos ayudas de la Junta para la prevención, para potenciar métodos preventivos a los ataques", dice Martínez. La Junta de Castilla y León no cubre directamente los daños que los lobos puedan ocasionar a los ganados, siendo los ganaderos los que tienen que contratar seguros privados. "Yo no tengo seguro, no se me ocurriría pagar a una aseguradora, para eso están mis perros. La Junta debería pagar directamente los daños, porque ha reconocido que el lobo es de ella", prosigue. "Alberto, con el uso de mastines ha logrado no tener ataques en bastantes años pese a estar en una de las mejores zonas del lobo. Así, se demuestra que es posible la coexistencia entre ganadería y el lobo", subraya el ecologista Oberhuber.
En la zona sur del Duero, la presencia de lobos es más reciente. En la localidad de Armuña (Segovia), en el 2001 aparecieron algunos ataques de lobos a rebaños que se identificaron durante los siguientes años. "Mis abuelos y mis padres nunca vieron lobos por estas tierras. En el 2001 empezaron a haber cada vez más ataques", comenta Fernando Pastor, un ganadero de este municipio. "Los ganaderos de esta zona, ante la aparición de lobos, también toman medidas como mastines y pastores eléctricos, pero todavía no están preparados para reducir los ataques", considera el coordinador de Ecologistas en Acción. "La Junta no nos escucha y no nos da ayudas, hace años vinieron de una fundación que a la que les habían dado fondos y nos trajo un pastor eléctrico (una especie de valla electrificada que rodea al ganado), pero es muy complejo de montar este sistema todos los días", explica Ramón Fernández, otro ganadero.
"Si hay un ataque tenemos que tener un seguro privado, pero digo yo, ¿por qué me tengo que pagar yo un seguro? Si el lobo es de la Junta, debería costear ella los gastos que genere", prosigue con su argumentación Fernández. "Desde Ecologistas criticamos a la Administración por el abandono hacia los propios ganaderos y solicitamos que pongan ayudas al sector agrario para asegurar esta coexistencia, que escuchen a los ganaderos", interviene Teo Oberhuber. "Los ganaderos denuncian sistemáticamente que no se les escucha y es importante que esto no sea así y que se les informe de la situación y se den las alternativas que pueden adoptar", prosigue, en referencia a las herramientas preventivas como los mastines o pastores eléctricos. "Pretendemos que sea posible esa coexistencia, que se proteja al lobo ibérico, pues creemos que es una especie que debe ser protegida, no debe ser cinegética, porque es un superpredador con gran importancia para nuestros ecosistemas y porque la gestión cinegética, en lugar de reducir los ataques al ganado, los aumenta si se desestructura la manada", añade el ecologista.
Por su parte, el ambientólogo Jorge Echegaray considera al respecto que "la conflictividad con el sector ganadero, en términos generales, es muy reducida. El lobo afecta a menos del uno por ciento de los problemas en la ganadería en extensivo". "Sí que es cierto que en algunos casos los ganaderos tienen problemas con el lobo por lo que la Administración debería solucionar esos problemas y no fomentar el control letal de lobos, ya que es el único gran carnívoro no protegido en España y que tiene una relevancia sin parangón desde el punto de vista de la conservación y restauración de la biodiversidad", reflexiona Echegaray. "Hacen lo contrario, lanzan una iniciativa para que se pueda cazar el lobo al sur del Duero. La Junta de Castilla y León presiona en ese sentido porque para ellos es más fácil fomentar la desprotección", advierte Oberhuber.
Turismo lobero.
En la Sierra de la Culebra, reserva de caza, se ha puesto en marcha un turismo lobero que lleva más dinero que la propia caza del lobo. Javier Talegón, biólogo especialista en esta especie, regenta una empresa de turismo lobero denominada Llobu. "Según cálculos, la zona recibió el pasado año 440.000 euros sólo en que los turistas que vienen a ver el lobo comieran y durmieran", explica Talegón. "Un 46 por ciento de la ocupación hotelera es atribuible a las personas que quieren observar a este animal", prosigue el emprendedor. Unos datos sorprendentes, teniendo en cuenta que la caza del lobo dejó 40.000 euros en la zona, según Talegón. Sin embargo, "este tipo de turismo debe ser regulado para que no suponga nuevos inconvenientes a los lobos", advierten los ecologistas.
"Hay que diferenciar el turismo activo del de naturaleza, hay que regularlo para evitar malas prácticas y exigir a los que lo desarrollen una cualificación pertinente", comenta Javier Talegón, quien reconoce "intrusismo laboral también en esta actividad" y asegura que se hicieron consejos a la Junta que no escuchó. Teo Oberhuber asegura que los ecologistas "apoyamos que se fomente el turismo lobero, bien regulado, para que sea compatible con la conservación del lobo y que se prohíba la caza. Es una actividad que ayuda a detener el abandono rural, hay hoteles y casas rurales que permiten dar una actividad económica a esta gente". "Se está produciendo un conflicto entre el turismo lobero y la caza, no gusta a los turistas el ver a un lobo al que a las próximas horas pueden matar", asegura. "Si la gente no conoce a los lobos, nadie pedirá que se conserven, por eso el turismo puede favorecer la conservación de la especie", concluye Talegón.
La "espera del lobo" da frutos. Una pareja de estos animales aparece en un cortafuegos. Los que observan, comentan en voz baja los pasos del cánido. Misión cumplida. "El turismo lobero no sólo se limita a las esperas, también hacemos visitas al Cortello dos Lobos, en Lubián (Zamora), una trampa para lobos de varios siglos de antigüedad que sólo se encuentra en el noroeste de la Península Ibérica y en el norte de la India", explica Talegón. En estas trampas, el lobo caía en una circunferencia amurallada intentando cazar a un cabritillo que se situaba en el interior de la misma. "También hay mucha cultura popular, como refranes, sobre los lobos", prosigue el estudioso. Cuentan que cuando un muchacho se trasladaba a un pueblo cercano para ver a una muchacha, fumaba, cantaba o tiraba petardos, para ahuyentar al lobo.