MÉXICO DF.- La primera y hasta ahora única consecuencia visible del Pacto por México firmado al día siguiente de la toma de posesión del nuevo presidente, Enrique Peña Nieto (EPN), por su partido, el Revolucionario Institucional (PRI), el derechista y saliente Partido de Acción Nacional (PAN) y el izquierdista moderado (PRD), ha sido la confirmación de la división de la izquierda mexicana tras el espejismo que supuso la presentación por segunda vez, en julio pasado, de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para la primera magistratura de la nación.
El ambicioso documento firmado en el Castillo de Chapultepec el pasado día dos de diciembre ha sido el detonante de una fractura todavía no abierta, pero sí clara, en el seno del PRD y también del distanciamiento definitivo entre ese partido y los “disidentes” partidarios de AMLO, que recién oficializaron como partido político el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
De momento, al día siguiente de la firma del Pacto, dos diputados del PRD, Gerardo Villanueva y Rodrigo Chávez, renunciaron a sus escaños en el Congreso para unirse al MORENA. En un comunicado conjunto explicaron su decisión: “Nada nos une ya a un partido que decidió sumarse a la peor derecha mexicana”.
No sólo eso, la aparición de la firma del presidente del PRD, Jesús Zambrano, junto a las de Peña Nieto y sus colegas del PAN, Gustavo Madero, y de Cristina Díaz (encargada por el PRI de ello tras la renuncia del presidente Coldwell por haber sido nombrado ministro) en el documento provocó un terremoto interno en la formación de izquierda que aún no ha acabado de aflorar a la superficie. El secretario general del partido, Alejando Sánchez Camacho, expresó que fue “poco prudente” lo hecho por Zambrano y avanzó que la Comisión Política Nacional partidaria estudiará el asunto.
Paralelamente, otras figuras perredistas prominentes mantuvieron su oposición a la participación en el acuerdo. La senadora Dolores Padierna aseguró que la de Zambrano “es una firma que no tiene validez jurídica para el partido. Lo firmó una corriente, pero en el partido quien toma esas decisiones es la Comisión Política Nacional y ésta votó en contra de firmar ese acuerdo”. Y afinó el tiro: “Aún así, fue el presidente [quien firmó], pero lo hizo a título personal".
AMLO, ya desligado del PRD tras la constitución de MORENA, a pesar de que fue el candidato a la Presidencia por segunda vez en las elecciones de julio, no dejó pasar la ocasión para criticar la decisión de Zambrano de sumarse al acuerdo, intentando así reforzar la posición política del nuevo partido de cara a los electrores. “Total, ellos no roban pero dejan robar y quien no transa no avanza, opinó en su cuenta de twitter con su habitual lenguaje caústico, pero que apunta claramente a los temores de muchos mexicanos de que lo que realmente busca el PRI con el acuerdo es reforzar aún más su control del Estado y sus resortes, en fiel continuación de sus setenta años de gobiernos ininterrumpidos hasta el 2010.
Otro destacado dirigente de MORENA, Martí Batres Guadarrama, aseguró ayer mismo que el Pacto por México sólo pretende legitimar a Enrique Peña Nieto en la Presidencia y justificar la privatización de la industria petrolera, un asunto que hasta ahora ha sido anatema para la izquierda mexicana.
Tras muchas reuniones intrapartidarias durante esta semana con participación incluso del gurú fundador del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, fue aplazado sine die el Congreso Nacional del partido que debía celebrarse del 14 al 16 de diciembre, en una decisión adoptada el viernes por la noche por la Comisión Política y el Secretariado para intentar que lleguen a un consenso las corrientes de rechazo y aprobación del Pacto firmado por el presidente Zambrano.
Queda claro que, tras la fundación de MORENA como partido, el PRD y parte notable de sus bases quedaba dividivo ya sin ambages. La maquinaria partidaria logró evitar la ruptura antes de las elecciones de julio pasado subordinando las aspiraciones de Marcelo Ebrard, alcalde de la Ciudad de México, y sus moderados a la fuerza electoral de AMLO, cosa que ya quedó demostrada en 2006 cuando el panista Felipe Calderón se alzó con la victoria en las presidenciales por un escaso y discutible margen del 0,56% de los votos.
Pero el pegamento resultó insuficiente, pues Ebrard, que también acaba de dejar la alcaldía capitalina tras su sexenio, no oculta –aunque no lo diga claramente– que quiere ser candidato del PRD en los comicios presidenciales de 2018. Como también lo quiere ser AMLO, pues no en vano ha dedicado este último sexenio, tras la controvertida instalación de Calderón en la Presidencia, a organizar a sus partidarios recorriendo la casi totalidad de los 2.445 municipios del país y formando grupos afines al MORENA como asociación ciudadana hasta su creación formal como partido hace un mesa.
Tras la derrota de AMLO el 2 de julio frente al priísta Enrique Peña Nieto, la creación del nuevo partido izquierdista MORENA, la firma del Pacto por México por el presidente del PRD y la seguridad de que Ebrard inicia desde ya su carrera presidencial apoyando precisamente esa rúbrica han provocado la ruptura de las fuerzas de izquierdas mexicana, lo que indudablemente deparará nuevas disensiones políticas en su seno en un futuro próximo y da, por otro lado, al PRI la tranquilidad que parece necesitar para su prometido intento de reorganizar el país.... con la colaboración del PAN.