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La primera gota fría del otoño ha impuesto un doble castigo a Málaga y a Murcia en apenas 50 días, en el primer caso, y en año y medio en el segundo. Las más de ocho mil hectáreas quemadas en agosto en la provincia de Málaga han sido seguidas por los daños millonarios de las tremendas lluvias del viernes que han arrasado el valle del Guadalhorce. Los efectos aún sin paliar del terremoto de Lorca de mayo de 2011 han sido agravados socialmente con los torrentes caídos del cielo el mismo día en el valle del Guadalentín.
En la provincia andaluza, afortunadamente para ella, el castigo del cielo no recaído exactamente en la misma zona donde las llamas estuvieron a punto de arrasar con pueblos enteros en agosto, sino en una muy próxima. En la murciana, la castigada zona de Lorca, cuyos cien mil habitantes todavía no tienen nada claro cómo se van a reparar los daños del terremoto de hace casi año y medio, ve ahora cómo su infraestructura agraria y ganadera sufre un tremendo golpe por las lluvias de la primera gota fría otoñal, que ha afectado a una zona más extensa de lo que lo hizo el seísmo.
Junto a Málga y Murcia, también otras provincias del sur y levante se unen a la lista de damnificadas, en menor pero no menospreciable medida, sin que haya aún terminado el episodio de gota fría. Lo peor de los casos de los valles del Guadalhorce y del Guadalentín, aparte de los diez muertos contabilizados antes de cerrar el balance de los daños, es el golpe repetido contra dos zonas ya en dificultades por anteriores castigos, aunque en el caso de los incendios no se originaron por causas naturales.
Los resultados de las primeras visitas de autoridades a ambas zonas han sido los mismos: las arcas del Estado español están tan exhaustas en esta época de crisis sistémica prolongada que se invoca a la Unión Europea como financiadora de las reparaciones necesarias. El caso de Lorca muestra que no ha sido mucha la diligencia oficial para solucionar las consecuencias del terremoto del 11 de mayo de 2011, mientras que sí fue rápida y eficiente el socorro inicial tras los seísmos.
Así está siendo también la ayuda de urgencia que se está prestando a las comarcas arrasadas por las lluvias de la gota fría. Pero, más allá de eso, el patente retraso del Estado en paliar la destrucción de Lorca por el terremoto de hace casi año y medio no infunde optimismo sobre la rapidez con que se repararán los importantes daños materiales en las explotaciones agrícolas y la red de infraestructuras, tanto en el Guadalhorce como en el Guadalentín, causados por estos torrentes caídos del cielo. Salvo que la Unión Europea tenga algo que decir al respecto.
Cuando pasan estas cosas, no es suficiente con la declaración de zona catastrófica o con la aprobación de ayudas más o menos cuantiosas. Lo suyo es acercarse a las zonas afectadas y por lo menos consolar a los afectados. En estos casos, la palmadita en la espalda sería un buen detalle en momentos tan duros.
Pero claro, quien se alegra de los ausentes en las manifestaciones luego se ausenta de las zonas afectadas. No, no vale con mandar a sus correveydiles.
¡Qué bajo está cayendo Rajoy!