Un nuevo fantasma recorre Europa: el antinuclear. El mismo día que la cámara baja alemana examinaba los proyectos de ley que acabarán con las 17 centrales atómicas germanas para 2022, en España el CIS publicó el Barómetro de mayo, parte del cual está dedicado a la percepción que tenemos sobre esa energía. Pero también ofrece otros datos muy a tener en cuenta sobre el estado de opinión español en relación al medio ambiente que pueden ser novedosos.
Los resultados de las cinco cuestiones sobre la energía nuclear incluidas en la frecuencia de preguntas son claros. La mayoría de los encuestados –y debemos interpretar de los españoles dando la encuesta por bien hecha– pueden ser considerados contrarios a mantener las centrales de ese tipo y/o construir otras nuevas.
Sobre la energía nuclear, se declara “totalmente en contra” el 19,6% de los preguntados; “en contra”, el 21,4; “algo más en contra que a favor”, el 18,4. Total, 50,8% de encuestados. Es la pregunta 31 de la frecuencia.
En la 33, son un total del 60,9% los que rechazan que se construyan más centrales, aunque de estos el 16,0 es partidario de ello pero también de “prolongar la vida de las existentes que satisfagan los requerimientos internacionales de seguridad”.
Son porcentajes suficientes para deducir que la población española no veía nada claro el mantenimiento de la industria nuclear a principios de mayo, cuando se hizo la muestra. Pero tampoco son notablemente diferentes de los que ya sabíamos: que una mayoría no aplastante de los españoles son contrarios a la energía atómica, según han venido contando encuestas anteriores.
En esto somos partícipes de la tendencia general de la población europea occidental, por mucho que Nicolas Sarkozy haya pretendido lavar la cara a la potente industria nuclear francesa (58 centrales) con una conferencia recién terminada en París sobre la seguridad de esas instalaciones, convocada como contrapeso propagandístico al desastre de Fukushima para proteger la exportación gala de tecnología nuclear a países emergentes.
Y por mucho que Silvio Berlusconi haya intentado impedir la celebración en Italia de un referéndum para ratificar el rechazo a las nucleares ya expresado en 1987, movido Il Cavaliere más porque también se votará paralelamente el domingo y el lunes sobre la eliminación de la ley ad hoc que impide en la práctica su procesamiento. En cualquier caso, parece que el enemigo a batir será la abstención. El resultado no será válido si no vota más del 50% del censo.
A tener en cuenta también es lo que pasa en Suiza, cuyo gobierno, solicitado por el parlamento, decidió hace quince días dejar gradualmente la energía nuclear para 2035, aunque prolongando la vida útil de sus cinco centrales hasta 50 años.
En relación con todo esto, la consulta del CIS enseña también, en la pregunta 25, cuáles son los temores que más sentimos en relación al medio ambiente. El mayor no es el nuclear. Es el que podríamos calificar de pánico, según el porcentaje, al “calentamiento global”: el 73,4% de la población lo teme “mucho” (27,8) o “bastante” (45,6).
Le sigue el miedo a la “contaminación alimentaria” (71,6%), repartido en mucho (26,1) y bastante (45,5). Sólo en tercer lugar aparece la prevención a “la construcción de centrales nucleares”, con el 64,5%, distribuido en mucho (27,3) y bastante (37,2). En cuarto lugar, está el rechazo a “los alimentos genéticamente modificados” (60,7%), sentido mucho por el 22,6 y bastante por el 38,1 de los encuestados. El conjunto de estos datos parece un buen retrato de la sensibilización medioambiental española.