España exporta destrucción ambiental directa al Tercer Mundo

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Imagen del Parque Nacional de Cabo Pulmo (Baja California, México), donde la inmobiliaria española Hansa Urbana pretende poner en marcha un proyecto urbanístico. / greempeaceblog.wordpress.com

Cabo Pulmo, Aysén, Jaitapur. Tres nombres que en principio no dicen nada, pero que revelan que la presencia española en el mundo no es muchas veces tan beneficiosa como sería deseable. Se supo no hace mucho que esa presencia se ha traducido en Libia en el uso de bombas de racimo fabricadas aquí mismo, en España. Después, se conoció de otras exportaciones españolas que no son cruentas, pero tampoco son precisamente inocuas desde el punto de vista ambiental.

España sigue estando, a pesar de la crisis, en una relativa primera línea entre los países más desarrollados. Un reflejo de ello son las exportaciones, que han vuelto a su camino de crecimiento, y en las que se confía como una de las palancas para revertir la situación actual. Pero no siempre llevamos fuera los beneficios del desarrollo, como el caso de los proyectiles comprados por el régimen libio. A veces, exportamos destrucción ambiental pura y dura. Así lo muestran tres proyectos ciertamente españoles en México (Cabo Pulmo), Chile (Aysén) e India (Jaitapur).

Al mal llamado país azteca se pretende exportar el modelo de desarrollo urbanístico que tanto mal ha causado en la costa española. Y lo quiere hacer una macroinmobiliaria que ha alentado proyectos emblemáticos de destrucción ambiental en el litoral. Es Hansa Urbana, participada decisoriamente por Caja Mediterráneo (CAM), la caja de ahorros que más dificultades está teniendo para adaptarse al nuevo esquema bancario precisamente a causa de su especial dedicación al ladrillo especulativo junto al litoral.

Se pretende repetir el esquema en la urbanización Cabo Cortés, junto al parque natural de Cabo Pulmo, estado de Baja California Sur, y las cosas se han hecho allí de tal manera que han provocado la protesta decidida de sectores sociales y económicos locales que han sido apoyados por Greenpeace con una ciberacción. Además, los líderes de las comunidades mexicanas afectadas visitan estos días España para clamar contra el macroproyecto urbanístico en uno de los ecosistemas mejor conservados de toda América.

Cosa similar está planeando otra transnacional española más al sur, en Chile, donde las autoridades locales ya han autorizado a Endesa la construcción de cinco presas en la Patagonia para producir una electricidad que tendrá que ser transportada unos dos mil kilómetros al norte, dejando tremendas cicatrices y ecosistemas profundamente alterados en la región de Aysén, que ya es conocida más por el nombre del proyecto: Hidroaysén.

Las fuertes protestas de los chilenos no han servido de mucho hasta el momento, pues el Gobierno de Piñera utiliza una ley que data de la época de Pinochet que permite el aprovechamiento privado de los sistemas hídricos naturales. Como en aquella dictadura, también ahora hay denuncias de censura.

Finalmente, y con la lejana Fukushima al fondo y la cercana Lorca en primer plano, viene a colación la posible financiación del Banco de Santander a la construcción de una central nuclear en Jaitapur (India), en la costa oeste de la India, zona considerada de riesgo sísmico. Sin embargo, este tercer proyecto puede ser el que más en el aire esté actualmente y no solo por lo ocurrido en Japón, sino también porque el banco español acaba de mostrar una cierta sensibilidad suspendiendo de momento su apoyo a otra construcción también dudosa en términos medioambientales en Brasil.

De todas formas, los tres casos citados reafirman la idea de que empresas españolas siguen la senda trazada por las de otros países altamente desarrollados con proyectos destructivos de entornos sociales y ambientales en lo que antes se llamaba Tercer Mundo. También en esto España sigue las pautas del Primer Mundo en crisis.

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