Las preguntas que decía el otro día que habría que contestar se van respondiendo poco a poco, pero las a su vez plantean nuevas interrogantes. Unas más pertinentes que otras. El caso de la seguridad nuclear planteado por la proximidad de la central de Cofrentes a una zona de riesgo sísmico es de los que queda pendiente, a la espera de que supere las pruebas de resistencia ordenadas tras Fukushima y de que se decida de una vez su fecha de cierre, pues anda ya en tiempo de descuento y dando problemas.
Lo inmediato ahora es encontrar explicación a algunas cosas de las que han pasado por el doble terremoto de Lorca del miércoles y que tienen una dimensión humana muy dolorosa. Por qué se han producido las muertes, los heridos y los daños es una de las primeras cuestiones, a la vista del cruce de opiniones sobre la seguridad de los edificios. El realojo lo antes posible de los varios miles de personas que se han quedado en la calle, es lo más urgente.
A veces un solo icono origina un debate que tapa el resto de la realidad. En Lorca esa imagen es la de un edificio de tres plantas caídas una sobre otra, “planchado”, lo que hace sospechar que ese colapso se debió a deficiencias de su estructura. Pero solo fue ese. Técnicos cualificados aseguran que las normativas de seguridad se cumplen y, por tanto, el hundimiento del edificio número 2 de la calle Infante don Juan Manuel no debe ser tomado como ejemplo generalizador de lo sucedido sino como una excepción a la que habrá que buscar motivo.
Así que, a pesar de esa tan repetida imagen, hay que destacar que la mayoría de las nueve muertes se deben a la caída de cascotes de elementos decorativos, cornisas, barandillas, cerramientos… Nada que ver con las estructuras colapsadas que se han visto en otros terremotos y que han atrapado y matado miles de personas en el interior del “acordeón”.
Entonces, parece que esa revisión de la normativa de todo “país serio” en estas circunstancias de la que habló el vicepresidente Rubalcaba debe dirigirse a intentar evitar que los desprendimientos de partes superfluas de los edificios vuelvan a ser mortales en una eventualidad similar.
Eso llevará tiempo y ahora lo urgente es realojar a los miles de sin techo lorquinos para que abandonen las tiendas de campaña cuanto antes. Hay donde hacerlo, pues la Región de Murcia es la que en proporción tiene más viviendas vacías de toda España, en número suficiente para paliar los efectos del terremoto. Y en el extenso municipio de Lorca hay ahora mismo alguna que otra de esas urbanizaciones construidas durante la fiebre inmobiliaria que han quedado invendidas y desocupadas.
Algunos de esos resorts convertidos en ciudades fantasma han ido a manos de las entidades bancarias en general, por impagos de la financiación que obtuvieron los promotores, y de cajas de ahorro, en particular. Específicamente, el stock inmobiliario sin vender en la Región de Murcia ha sido embargado por CAM, Bancaja, Cajamurcia, Banco Popular, Banco de Valencia, etcétera.
Siendo como son entidades de interés social, las cajas de ahorro deberían ser las primeras en impedir que ninguno de los sin techo lorquinos quede sin alojamiento y roto por su tragedia. Seguro que los bancos seguirían a las cajas para no ser menos y mejorar su imagen. Las administraciones local, regional y estatal deberían ser capaces de arbitrar rápidamente las fórmulas legales y financieras. Lo que desde luego sería ignominioso es que quedaran sin techo damnificados por el terremoto en una Región donde el excedente de vivienda construida en manos de bancos y cajas es escandaloso.