Los que se lo llevan crudo de los huertos solares… y los que no

Ni es oro todo lo que reluce, ni todo el trigo es limpio. Ambas cosas las sabemos desde hace tanto tiempo que por eso están incorporadas a nuestra fraseología popular. Y con la ecología en general y la producción de energía limpia pasa lo mismo, aunque recién nos hayamos enterado de que hay unos listos que se han dedicado al inexplicable logro de producir energía solar de noche. ¿Para qué? Pues para cobrar los 346 euros que Industria paga por cada megavatio que los huertos solares incorporan a la red eléctrica nacional. ¿Cómo? La estratagema ha sido un tanto burda pues ha sido detectada con cierta facilidad. El pasado invierno, una cuarta parte de la energía fotovoltaica procedente de plantas solares se produjo durante la noche, según los datos oficiales que han motivado la investigación en marcha, mediante la suplantación de los paneles por generadores a diésel.

Ya hay quien se ha preguntado públicamente si el fraude detectado no es más que “la punta del iceberg”, con la obvia intención de desprestigiar claramente la producción de energía fotovoltaica por medio de “huertos solares”. Lo único que queda claro es que ha habido en Andalucía, Castilla-La Mancha y Canarias algunos aprovechados que, buscándole la vuelta a la normativa, se han convertido en auténticos ecolojetas, organizados como tales.

No cabe rasgarse las vestiduras y anatematizar todo un sistema de producción de energía limpia que ha crecido exponencialmente en España en el último lustro, a pesar de las dificultades actuales derivadas probablemente del exceso de optimismo inicial.

Por partes. A nadie se le ocurrió, cuando se descubrió trágicamente el fraude del cemento con aluminosis, proponer la prohibición de la construcción de edificios de más de dos plantas, no fuera que se cayeran. Tampoco ha pedido nadie, que yo sepa, la supresión del gasóleo agrícola, a pesar de que periódicamente afloran casos de aprovechados que usándolo ilegalmente perjudican precisamente a aquellos para quien está pensado el producto: los agricultores.

Otra cosa es que la investigación del engaño de los huertos solares coincida con un momento algo difícil en ese sector por la rebaja de las primas decidida por Industria para intentar parar el posible exceso de producción de energía solar; exceso que, todo hay que decirlo, estaba en buena medida motivado por lo bien que se pagaba el kilovatio/hora solar para estimular su producción, lo que llevó a alcanzar en 2007 el nivel de producción fijado para 2010 y situó a España como segunda productora del mundo por detrás de Alemania. Y la prima de producción ha derivado también en este fraude que se investiga.

Esta pescadilla que se ha mordido la cola, a quien más perjudica es a los propietarios de pequeños huertos solares –no a los de grandes extensiones–. Han de seguir produciendo para rentabilizar la inversión, con las primas más bajas y la sombra de la sospecha. El descubrimiento de posibles fraudes como el que investiga la Comisión Nacional de la Energía no puede ser usado torticeramente para, es un decir, pedir la vuelta a la producción masiva de carbón. Y mucho menos ahora que la CNE acaba de considerar inadecuada, porque no conseguirá la aprobación de Bruselas, la propuesta del Ministerio de Industria para incentivar la producción de carbón nacional.

En un país con la insolación que tenemos no es descabellado ser el número dos de la lista mundial de productores de energía fotovoltaica. Y con todas las dificultades pasadas, ahí está el ejemplo de Puertollano, cuya gran industria solar ha superado su primera crisis seria y estabilizado ventajosamente la producción y el rendimiento de sus plantas solares.