SOCIEDAD / Una joven pareja gallega sortea un cerdo en su boda, un invitado lo cuenta en twitter y su historia se hace viral

Mi bonita boda gallega: entre los invitados había hasta un cerdo

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Boda gallega
La joven pareja gallega posa en su boda junto al cerdo que rifaron en el banquete. / Facebook

El día amaneció nublado en Albarellos, en la provincia de Orense, Galicia. Nublado pero con calor, 28 grados. Sindy estaba muy tranquila, extrañamente tranquila para ser el día de su boda: “Nunca hemos visto una novia tan tranquila”, le comentaban mientras la maquillaban.

Tras ocho años de noviazgo con Rodrigo se casaban en una ceremonia civil: “Me lo pidió el año pasado, durante una Semana Santa en Logroño. No lo dudé ni un momento”, comenta esta educadora social de 29 años. Sindy, cuyo nombre viene de Sindy (nació Sonia pero su padre la inscribió en el Registro como Sindy y la culpa la tiene una canción) había vivido en Castellón y en Bélgica pero desde hace unos años está instalada en Galicia, de donde es oriundo Rodrigo.

Todo fue muy bien en la boda y como ceremonia española que se precie, el banquete fue importante: que si unas cigalas al vapor, que si a la plancha, que si vieira gratinada, rape, sorbete de mandarina (por eso de intentar bajar lo que te has comido previamente), cabrito y solomillo. No, no se vayan todavía, que aún hay más: tarta nupcial, cañas fritas y otras delicias, que un día es un día…

La novia iba muy guapa con un vestido blanco sencillo y elegante, acompañado de un ramillete de flores igual de elegante. Lo que pasa es que, cuando uno se casa, no todo puede estar bajo control, porque si no, no seríamos latinos, sino germanos. Yo misma recuerdo que en las bodas en Las Hurdes se tenía por costumbre tirar al novio al pilón (que era la fuente de la plaza donde bebían las bestias, entiéndase burros y mulos). Fuese invierno o verano, lo mismo daba. También, y no me pregunten de dónde venía esta norma no escrita, era tradición que al final de la comilona los invitados empezasen a tirarse trozos de pan los unos a los otros: pero claro, la cosa iba degenerando y había quien tiraba los panes enteros y ay de ti si te daba en la cabeza. A nadie se le ocurriría hacerlo ahora, nos vendría a decir alguien, y con razón, que si el hambre en el mundo y tal y cual. Nos hemos vuelto demasiado políticamente correctos…

Pero volvamos a la boda de Sindy y Rodrigo. No, no todo lo puedes tener controlado porque la vida es eso que pasa mientras tú haces otros planes y el plan de un invitado sorpresa a aquel bodorrio se puso en marcha meses antes, en el cumpleaños de Sindy.

Boda gallega
Los novios y los 'padrinos' del cerdo posan junto al cartel de la rifa antes de la boda.

Siro, el cerdo

“Surgió la idea en el cumpleaños, mis amigos Pablo y Víctor querían liarla gorda el día de la boda. Primero surgió la idea de comprar un cerdo y pasearlo por el evento, pero luego decidimos rifarlo”, dice el novio, que estaba en el ajo, evidentemente.

Así que los padrinos del cerdo, Pablo y Víctor, lo compraron y lo cuidaron como a un bebé. Y se lo llevaron de invitado sorpresa a la boda: la novia solo lo descubrió en el momento de las fotos. “Yo oía mucho barullo pero pensaba que era la gente, y de repente vi al cerdo”, confiesa Sindy.

Siro no solo fue invitado sorpresa sino que incluso quitó parte del protagonismo a los novios: el momento álgido tuvo lugar cuando se realizó la rifa (ojito que se habían vendido ni más ni menos que 500 papeletas, a un euro el número). Pero claro, cómo no iban a venderse con el siguiente reclamo: “Sorteo dun porco. Porco de ceba, ben mantido e de boa familia, a coidar os meses restantes ata a matanza”. De buena familia, no hay nada más que añadir: “Todos querían llevarse el cerdo. Unos de Benicasim decían que lo facturaban y se lo llevaban en el avión (la gente se empeña en llevarse cosas raras en los viajes). Otros de Bélgica, que se lo llevaban en el coche”, detalla Rodrigo.

Galicia, tierra mágica

Con música gallega anunciaron el sorteo, en una carpa montada para la ocasión, porque las cosas o se hacen bien, o no se hacen, que estamos en Galicia, hombre, donde los toros se escapan del matadero y la lían parda o donde algunos versionan las canciones del verano. Galicia es una tierra mágica y no solo por las meigas, pero volvamos al sorteo, que la que escribe se va del tema. Una mano inocente sacó una papeleta: leñe, le tocó a uno de los padrinos del cerdo y como aquello no podía ser, la mano de la niña (la hija de Gerardo, creo recordar) volvió a sacar otra papeleta. El 15. El número del novio. “Claro, en ese momento todo el salón (162 invitados, más el cerdo, ríanse ustedes de la boda de la hija de Aznar) empezaron a decir “tongo, tongo”, comenta el recién casado. “Yo quiero pensar que no hubo tongo”, confiesa.

Ahora se van a Cuba de luna de miel pero a Siro no se lo llevan, lógicamente: “Se lo hemos dejado a un vecino para que lo cuide”. ¿Y después? Ay, esta pregunta la temen porque dicen que hay mucho animalista y no quieren críticas. “Tú pon que lo vamos a tener de mascota durante un tiempo, que lo vamos a cuidar siempre, pero ponlo entre comillas”. Dicho y hecho.

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