En las aerolíneas Transavia, Condor y Delta Airlines
Los diez objetos más inesperados que la gente ha intentado subir a un avión
Se debería viajar ligero de equipaje (aunque suene a tópico de Paulo Coelho, no nos referimos solo a los viajes, sino al viaje de la vida), pero nos aferramos a lo material y muchas veces pretendemos subir al avión cosas que no puede ser. Y cuando no se puede, no se puede…
Seguro que, dependiendo de su edad, les sonarán esas películas de Paco Martínez Soria en las que el actor, llegando a la capital desde el pueblo, se traía de todo en la cesta: viandas de las que dar cuenta en la gran ciudad, donde todo era de peor calidad y más caro. Y confiese: sea usted joven o entradito en años, fijo que en alguno de sus viajes, tenga pueblo o no, ha transportado alguna delicatesen en su coche, imitando a Soria (al actor, no al ex ministro): que si unos chorizos, que si unos pastelitos, que si un guiso casero de la madre… Y claro, de esos polvos vienen estos lodos: uno lleva en su propio vehículo una pata de jamón y luego se empeña en meter unas garrafas de aguardiente casero en el equipaje de mano del avión. Y no, eso no puede ser.
Como estamos de vacaciones, unos más que otros, y es época de desplazamientos en avión, tren, auto, tren, ponga aquí lo que desee, vamos con un artículo fresquito: las cosas más estrambóticas que la gente quiere subir a los aviones, en cabina se entiende. Y hay de todo, oiga, como en botica. Una vez viví una anécdota viajando con unos gallegos (desde aquí, mi abrazo a esta maravillosa gente) que se llevaban unas empanadas para comer en destino. Lógico, todo el mundo sabe que las empanadas gallegas son gran cosa. Lo que quizás no era tan lógico es que iban acompañadas de un cuchillo bien afilado: “Para cortarlas”, respondieron en el control del aeropuerto al atónito empleado. Evidentemente, se marcharon con empanadas pero sin cuchillo. Hablamos con varias compañías aéreas sobre los objetos más curiosos que los viajeros han querido subir a sus aviones. Esto es lo que nos cuentan en Transavia, Condor y en Delta Airlines. Disfrute y buen viaje:
Comer, comer..: empezamos este artículo citando a Paco Martínez Soria no por azar: los objetos relacionados con el comer, sean alimentos u objetos de cocina, son a menudo añadidos a los equipajes. Porque oye, la comida en el avión ya se sabe, es como la de los comedores escolares: deja que desear.. En Transavia nos cuentan que entre los más curiosos ha habido “una cesta de ostras, bien empaquetada, atada y hermética”. Sin embargo, el viajero tuvo que dejarlas en el aeropuerto porque no se puede viajar con un animal vivo (y las ostras lo están, por la cuenta que nos trae), a excepción de perros y gatos. Otra perla culinaria: hay quien pretende viajar con sus propias cacerolas porque oiga, a lo mejor en nuestro destino no está la olla con la que hacemos nuestros mejores platos. “Y no está prohibido, la aerolínea permite transportar uno o dos objetos de este tipo en bodega”. También hay quien ha querido volar con un melón (está permitido, pero no en cabina) e incluso, huevos de gallina. Frescos, queremos pensar y además, camperos, que para eso querían pasearlos. “En la bodega pueden ir”, comentan en la empresa. Eso sí, no hay garantía de que no lleguen en tortilla... En Condor asistieron a otro momento curioso: un viajero pretendía viajar con una piña de plátanos que pesaba… ¡50 kilos! “Lo curioso es que había pasado el control de seguridad del aeropuerto”, comentan en la compañía. Qué queréis, le gustaría mucho esta fruta…
Animalitos: si uno quiere viajar con su mascota (ya hemos visto que perros y gatos sí), ¿por qué no vas a viajar con mariquitas? “Ha sido una de las peticiones más originales que hemos recibido, pero están prohibidos a bordo, ya sea en maleta o en equipaje facturado”, dicen en Transavia. Un viajero de Delta Airlines quiso volar con un mono en su bolsillo.. imaginamos que un mono pequeño, salvo que el bolsillo fuese muy grande.
Cosas varias: ya se sabe que el deporte es muy sano. Y oye, si a uno le gustan los deportes náuticos es lógico que quiera disfrutarlos cuando llegue a su lugar de vacaciones. Pero quizás no parezca tan normal querer llevarse consigo los elementos necesarios, como aquel otro viajero que quería meter en cabina una tabla de surf con vela incorporada… La vela medía ¡diez metros! O esos otros amantes del deporte que pretendían meter en cabina unos balones de gimnasio de 30 kilos cada uno. Ay, para no pagar… Evidentemente, no pudieron y tuvieron que pasar por caja. En Condor una señora muy elegante quiso viajar con su lámpara: una de araña, de metro de diámetro. Con todos sus cristalitos. No sin mi lámpara, vaya…