Actualización de las 20:21 con un vídeo de la vista oral (ver abajo).
Héctor Meleiro está acusado de un supuesto delito contra los sentimientos religiosos. Tenía 21 años cuando el 10 de marzo de 2011 un grupo de alrededor de 50 jóvenes, la mayoría mujeres, entraron en la capilla que la Universidad Complutense de Madrid tiene en el campus de Somosaguas. Cinco años después, puede ser condenado a uno de prisión.
Héctor es el gran olvidado de este mediático caso, que se ha centrado en la figura de Rita, su compañera de banquillo, porque Rita es el objetivo a batir. Rita presentada como la mala, como la perversa que entró en la capilla y levantó su jersey para que se viera su torso semidesnudo mientras profería palabras malsonantes, impidiendo el acto de contricción de las personas que se habían reunido para realizar sus rezos.
El pecado de Rita no es haber entrado en la capilla en un acto, afortunado o desafortunado. Eso no es lo que se debatirá en el juicio, ni ser medio precursora de las Femen, ni gritar, si las gritó, consignas contra el Vaticano o la Conferencia Episcopal. No. El pecado de Rita es ser miembro de Podemos y, sobre todo, ser la portavoz de un Ayuntamiento, el de Madrid, gobernado por Ahora Madrid. Por tanto, estamos ante un juicio político en plena democracia.
“Le llaman democracia y no lo es” es una consigna de manifestaciones no necesariamente antisistema. Le llaman democracia y permite el linchamiento por parte de varios medios de comunicación de una representante elegida en las urnas. Parece que no lo es cuando se la acusa, como si hubiera robado, de gritar “Contra el Vaticano, poder clitoriano”.
!Uy! Si Rita hubiera robado, o hubiera sido la jefa de una panda de cuatreros que saquearan las instituciones, no la imputarían. ¿A qué no?
Pensemos en todas esas soflamas que llenan las calles en las manifestaciones de las mujeres, por ejemplo la de “Vamos a quemar la Conferencia Episcopal, por machista y patriarcal”. ¿Se pensarán que se canta con el objeto de crear un grupo de incendiarias que le prendan fuego al edificio -qué vaya usted a saber dónde está-, o directamente van a dar lumbre a las sotanas? ¡Qué va! Que esta Rita no es la del “caloret del foc i la flama”. Rita, Rita Maestre, es una joven que cuando estaba en la universidad participó en una acción en la que ninguna persona resultó herida, ni física ni psicológicamente, y en la que se reivindicaba algo lógico en un país aconfesional y que debería de ser ya laico: que las capillas estén fuera de los recintos universitarios.
Pero a estas alturas ya sabemos que la cosa no va de religión, ni de iglesia. Va de capillas, de esas “capillas” o de esos “capillitas” que se han crecido pensando que las instituciones son suyas, que han desarrollado la idea de que la democracia y la justicia, que el poder y el orden existen cuando ellos, o ellas, están al mando y que aún no han querido aceptar que Madrid no les pertenece. Que el Ayuntamiento no es de su propiedad y que ahora tiene otras responsables, entre ellas, Rita.
Rita Maestre no debe ser condenada aunque este mes, contra el gobierno del Ayuntamiento de Madrid, se puede esperar cualquier cosa, cada cual más terrible, o más ruin. Condenarla sería condenarnos un poco a todas, a todas las que no aceptamos que decidan sobre nuestros cuerpos ni sobre nuestras vidas. A todas las que creemos que la religión es una opción individual que debe circunscribirse al ámbito de lo privado, sea cual sea esa religión. Por tanto, el juicio contra Rita, ese juicio político, nos enjuicia a mujeres y hombres, a quienes no estamos por la confesionalidad de la vida pública, a quienes apostamos por la separación iglesia-estado, sea la iglesia católica, sea el estado islámico.
Así las cosas, dejemos claro que todas somos Rita, Rita Maestre. No se confundan.
El interrogatorio de la.fiscal me ha parecido inquisitorial, tendencioso. Nunca. Se debió llegar al juicio. Sabemos las causas. Cuánto queda por hacer! Cuántos poderes que no quieren dejar de imponer sus ideas!