Para el médico que acaba de salvar una vida tras de una compleja operación debe ser muy frustrante observar cómo la medicina no dispone de ningún antibiótico que pueda vencer a ese germen que se ha hecho “fuerte” en el paciente tras contraer éste una infección en el postoperatorio. Es sólo un ejemplo, pero el resultado de esa “batalla” que libra el enfermo contra la infección podría ser la muerte. De hecho, en Europa, se producen al año 37.000 fallecimientos por esta causa.
Cada día, unos 80.000 personas, el 6% de las que ingresan en un centro sanitario europeo, contraen algún tipo de infección como consecuencia de su estancia en un hospital. El dato es de una encuesta publicada en 2013 por el Centro Europeo para la Prevención y Control de las Enfermedades (ECDC, su acrónimo en inglés) entre 1.000 hospitales de 30 países. Pero, si además la mirada se alarga hasta los centros de salud, residencias de ancianos, etcétera, el problema se agrava. La misma ECDC considera que más de 4,1 millones de europeos enferman —o ven cómo su enfermedad se complica— por causas relacionadas con la asistencia sanitaria.
De la importancia de este tema hablan también los costes económicos. Especialistas en economía de la salud de la Comisión Europea consideran que el gasto añadido, causado por esta “guerra” contra los gérmenes que se resisten o se vuelven inmunes a los antibióticos, se acerca a los 7.000 millones de euros al año; entre 700 y 14.000 € por paciente afectado. Un dinero que se gasta, principalmente, en pagar horas al personal sanitario y en costear la estancia hospitalaria de estos enfermos, que pueden llegar a prolongar su ingreso entre 5 y 40 días más, a causa de la infección contraída.
Esto en Europa, porque si se analiza el problema a escala mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS), es tajante: “Esta guerra la están ganando los microorganismos”, asegura Keiji Fujuda, subdirector general de la OMS para la Seguridad Alimentaria. “El mundo está abocado a una era post antibióticos en la que infecciones comunes y lesiones menores, que han sido tratables durante decenios, volverán a ser potencialmente mortales”, añade, casi en términos apocalípticos. En un primer informe mundial, publicado en 2013, sobre la resistencia bacteriana a los fármacos, la OMS asegura que al menos hay siete bacterias con las que, prácticamente, no pueden ya los antibióticos. Bacterias que son responsables de enfermedades tan comunes y graves como la septicemia, la diarrea, la neumonía, las infecciones urinarias o la gonorrea.
Mas, contra esto, ¿qué puede hacerse? Porque el problema también está aquí; entre nosotros. En el área sanitaria del hospital sevillano de Valme el 30% de las infecciones urinarias son ya resistentes a la ciprofloxacina, un antibiótico que habitualmente se emplea para su tratamiento. María José Pérez Lozano, directora de la Unidad de Salud Pública en el citado hospital y vicepresidenta de la Sociedad Andaluza de Medicina Preventiva y Salud Pública (SAMPSP), considera que este es un tema que hay que abordar con perspectiva “global”. ¿Qué quiere decir esto? “Pues que el problema nos atañe a todos”, resume rotunda. “Desde la industria alimentaria, pasando por los profesionales sanitarios o las farmacéuticas, hasta cualquier ciudadano, todos hemos de asumir nuestra parte de responsabilidad cuando se trata de utilizar los antibióticos de forma correcta”, añade. “Las personas deberíamos confiar más en nuestro cuerpo y no querer atajar la enfermedad a las primeras de cambio con antibióticos”, propone esta médica, especialista en salud pública y prevención.
Quizás esto ocurre, pensamos aquí, por esa fijación inconsciente que los españoles tienen con la penicilina; cuando ésta, se creía, lo curaba todo. O tal vez sea una cuestión cultural, política... ¿quién sabe? O sencillamente prescriptiva. “Sí, para algunos de nuestros médicos, es cierto, la prescripción de antibióticos todavía es lo primero... Algo que no ocurre en los países nórdicos, donde son mucho más restrictivos”, explica Pérez Lozano.
Sea como fuere, la realidad es que cada día que pasa hay más microorganismos resistentes a los tratamientos médicos. “Los fármacos que los combaten se nos están agotando”, apunta, tratando de resaltar la importancia del tema, la vicepresidenta de la SAMPSP. Pérez Lozano, acérrima defensora de la prevención, propone, para “ir ganando batallas contra las bacterias multirresistentes”, protocolos rigurosos y claros, formación específica para los médicos —“muchos profesionales sanitarios no son aún conscientes de la magnitud del problema”, comenta—, guías para profesionales y usuarios, campañas de concienciación ciudadana para que no se usen indebidamente antibióticos y una normativa estricta que indique cuáles son los pasos a seguir en los centros de salud, hospitales o residencias de ancianos, con el fin de evitar los contagios. “Algo tan simple como lavarse las manos, limpiar el instrumental correctamente o cambiarse de ropa, evitarían infinidad de contagios”.
Pero, ¿por qué estos gérmenes —bacterias, virus, hongos...— se han hecho resistentes a los fármacos? Porque es lo natural, podría decirse. Lo normal es que el proceso biológico con el que se desarrolla la vida tienda, continuamente, a equilibrar el ecosistema. Es decir, los microorganismos, como seres vivos que son, buscan también protegerse de aquellos agentes que les atacan. Por eso cada día son más fuertes y más resistentes. De ahí la importancia que cobra que se haga un uso correcto de los antibióticos en el engorde de animales para consumo humano y en el tratamiento para la conservación de alimentos. Cuándo comemos un producto que contiene antibióticos, explica Pérez Lozano, estos se incorporan a nuestro cuerpo y los millones de microorganismos que viven en él los detectan, desarrollando sus propias defensas. Así de fácil.
Por eso la OMS recomienda una especial vigilancia en el control veterinario de las granjas. “Si no cambiamos nuestra forma de producir, prescribir y utilizar los antibióticos, y no tomamos medidas importantes para mejorar la prevención de las infecciones, el mundo sufrirá una pérdida progresiva de estos bienes de salud pública mundial cuyas repercusiones serán devastadoras”, se lee en el informe antes citado.
Y ahora la pregunta que todos nos hacemos: ¿Para cuando una nueva generación de antibióticos? Según Pérez Lozano, entre los profesionales de la medicina la impresión que se tiene es que aún falta tiempo para que en la práctica clínica pueda contarse con nuevos medicamentos que venzan a las bacterias más resistentes. “Por eso debemos utilizar muy bien, ¡y sólo cuando sea necesario!, los que tenemos”, concluye.
Aquí cabría añadir, además, que hace falta mucho dinero y mucha investigación básica, para, sin esperar resultados, lanzarse a la aventura de encontrar nuevos antibióticos. Los europeos, sin embargo, andan ya, como suele decirse, “con la mosca detrás de la oreja”, a causa de esa falta de fármacos que combatan las infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria. En el Eurobarómetro de junio del año pasado, el 53% de los encuestados manifestaba temor a sufrir algún daño añadido en el caso de que tuviesen que ingresar en un hospital.
No es tan simple.
Conoces personas con difteria?,Fiebre Reumatica,sifils? Tuberculosis?
No seas simplista .Emerson dixit…..