Cuando llegan estos días de ‘malestar general’, tos, moqueo, cuerpo destemplado... ¡Uf, tengo la gripe!, piensa usted, verdad, temiéndose lo peor. ¿La gripe? ¿Y si fuera un resfriado? O tal vez sólo sean los síntomas de una causa alérgica que se expresa a través de esa nariz tapada, lagrimeo, o en esa tos incómoda que no se van ni a tiros.
En cualquier caso, hoy, en general, tenemos cierta predisposición a automedicarnos. ¡Y eso es peligroso! Pero, además, la mayoría de las veces es inútil. Si queremos medicarnos —dicho antes de nada para que nadie se confunda— consultémosle al médico. Y que él decida. Pero no haga caso usted de los anuncios machacones de la televisión, ni del consejo de la amiga o la vecina, y menos se tome una pastilla por su cuenta o “el sobre ese” que guarda en el cajón desde hace tiempo.
En este blog creemos que lo importante es informarse y luego actuar en consecuencia. Aprender a distinguir, por ejemplo, una gripe de un resfriado estaría bien. (Lo de la alergia es más complejo y eso, en cualquier caso, habrá de ayudarle a resolverlo su médico y en última instancia el alergólogo)
Pero en lo referente a resfriados y gripe, he aquí unas pautas simples que van a serle útiles, aunque sólo sea para tener tranquilidad cuando la infección se presente. Porque, ya lo sabe usted, un resfriado o una gripe suele ser cosa de ocho días (con la ayuda de la cama en algún caso), se medique usted o no. Esto en general, porque luego cada persona es única, y única es también para ella la enfermedad y los síntomas. Así ocurre, a veces, que personas con problemas respiratorios contraen una neumonía a causa de una gripe, aunque esto no es frecuente.
En cambio sí es frecuente ¡y habitual! que nos atiborramos de fármacos; sean estos analgésicos, antihistamínicos o para “descongestionarnos”, solemos decir; da lo mismo. Porque la industria farmacéutica nos vende lo que haga falta; cada medicamento es el elixir más poderoso, para vencer la enfermedad y nos lleva a la felicidad. Están los que calman el dolor y bajan la fiebre, los que eliminan el picor de ojos y de la garganta o los que actúan radicalmente y acaban con el goteo de la nariz o inhiben la tos; es decir, “paños calientes” que en muchos casos bien se podrían evitar. Hay fármacos para todo, como se ve; son relativamente baratos y se compran sin receta en su mayoría. Incluso podrán comprarse a pares, ¡por si se acaban! Que se acabarán, seguro, porque se hartará usted de tomarlos antes de que se le cure el resfriado. En definitiva, son productos que alivian, aunque se ha de tener claro que no curan. Por eso lo correcto sería evitar la automedicación (aunque se pase un poco peor), pues ese resfriado o gripe que se padece, una vez superado, harán a su organismo más fuerte.
En cuanto a lo que usted debe saber acerca de la gripe y el resfriado para afrontar mejor sus síntomas, lo primero es tomar conciencia de que el causante es un virus, no una bacteria. Por lo tanto, olvídese de los antibióticos. Estos sólo sirven para combatir las infecciones producidas por bacterias, y no es el caso.
Lo segundo a tener en cuenta es que la gripe, cada año, la produce un virus “nuevo” y que, en algunos casos, éste podría ser peligroso y acarrearle complicaciones graves al enfermo; sobre todo si afecta a aquellos grupos de riesgo como son los ancianos, las personas polimedicadas o las que padecen una enfermedad crónica del tipo diabetes, EPOC, etcétera. Los virus que provocan resfriados, en cambio, están entre los muchos que nos rodean y que son, en general, inofensivos. Aunque cierto es que molestan.
En cuanto a los síntomas, dos son, sobre todo, los que diferencian una gripe de un resfriado: la fiebre alta —con el resfriado la fiebre suele ser baja— y el dolor de huesos o un profundo malestar general. El resto: dolor de cabeza, malestar en la garganta, congestión de las vías respiratorias o tos, por lo general, son comunes a ambos males.
¿El tratamiento? Sólo sintomático, como se ha dicho; es decir, para paliar molestias. La “victoria” sobre el virus, sea este el causante de un molesto resfriado o de la gripe, la consigue el propio cuerpo mediante su sistema inmune.
Y en cuanto al contagio, si uno contrajo la gripe ya, lo aconsejable es que se quede en casa y, si se encuentra mal, que guarde cama. Y para no cogerla, lo mejor es alejarse de las personas afectadas tanto como se pueda. La gripe se propaga por el aire, en las gotitas de saliva, al toser... Por eso, lavarse las manos con frecuencia es una buena medida preventiva. Quienes la tienen y tosen deben taparse la boca y utilizar pañuelos desechables. Son medidas simples que ayudan a evitar el aumento de ‘griposos’ en nuestro entorno. En fin, lo que cabría aquí añadir, de cara a prevenir, es que el mejor tratamiento de la gripe y resfriados es el que se hace antes de enfermar; es decir, hay que llevar una vida sana en todos los órdenes. Mantener una dieta equilibrada y hacer ejercicio regular todos los días es fundamental.
Respecto a la vacunación contra la gripe, Sanidad recomienda que al menos los grupos de riesgo se vacunen. Y a estos grupos habría que añadir aquellos que por su profesión pueden contraer masivamente la enfermedad o contagiarla, tal es el caso del personal sanitario. Pero la de la vacunación masiva es una “lucha” que, aunque ha sido recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), no acaba de cuajar, pues todavía son muchas las personas —de esas a las que se le aconseja vacunarse— que se muestran reticentes. Si el objetivo de la OMS es alcanzar en 2015 un 75% de personas vacunadas entre las consideradas de riesgo, la realidad es que en España, en estos momentos, apenas se vacuna el 57%.