A vueltas con el tabaco… y la posibilidad de morir sanos

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Cartel de la Organización Mundial de la Salud con motivo del Día Mundial Sin Tabaco 2012. / who.int

La celebración cada año, el 31 de mayo, del Día Mundial sin Tabaco, siempre trae a colación los pros y los contras de un hábito que parece que la gente detesta mayoritariamente ya, pero que a muchos, aún, la prohibición de ejercer libremente “su derecho” a fumar les irrita y ofende. Sin embargo, las encuestas de urgencia, a pie de calle, que en el citado día se hicieron en España mostraron que muchos de los fumadores prefieren que la prohibición de fumar en espacios públicos se mantenga en todos sus términos.

Viene esto a cuento, porque el lobby industrial del tabaco, en cuanto tiene ocasión, pone a trabajar su poder económico y propagandístico (que es mucho), con tal intensidad, que hasta la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) ha tenido este año que proponer como lema ‘Alto a las interferencias de la industria tabaquera’.

¿No es detestable que se haga negocio con un producto que genera muertes? Sí, pero también es comprensible. Y es normal, asimismo, que quienes detentan uno de los negocios más lucrativos del mundo  luchen con todas las armas a su alcance para que éste no desaparezca. De ahí que la contradicción sea el caldo en el que se “cocina” este negocio del tabaco.

Si los Estados aprueban leyes como la Ley española antitabaco (año 2005) con sus posteriores reformas (vigentes desde enero de 2011) y hacen campañas denunciando los miles de muertes que cada año provoca el fumar, con la misma “codicia” persiguen también los ingresos que el tabaco les genera vía impuestos. Según el Club de Fumadores para la Tolerancia, el Estado español ingresó 9.447 millones de euros por este concepto en 2009. Y en lo que va de año ha recaudado más de 1.300 millones ya. Tan seguro está nuestro Gobierno de los “réditos” que le van a dejar los fumadores españoles, que, para el presente ejercicio, ha presupuestado unos ingresos de 6.884 millones de euros provenientes de la venta de tabaco, aunque es muy probable, añadimos aquí, que se haya quedado corto y los ingresos se acerquen más a los más de 9.000 millones que ya ingresara en años precedentes.

En cualquier caso, lo importante, entendemos, es no desistir de ese objetivo que es el de conseguir que los españoles dejen de fumar... ¡Por su propia voluntad!, sería lo ideal. Algo difícil si todavía observamos como el fumar se considera un valor positivo y un acto de libertad, al menos entre los jóvenes, cuando lo positivo sería no fumar, dado los muchos beneficios que aporta a nuestro bienestar general.

Sólo dos ejemplos para denunciar las artimañas y soterrados intentos de la industria tabacalera a fin de promocionar su negocio. Uno, lo que está haciendo ésta con el sector hostelero. Desde que ganara el PP las elecciones las tabacaleras vienen intentando crear en la hostelería, otra vez, el ambiente propicio a sus intereses, y con ello conseguir que el Gobierno revise la ley. Dada la gravedad de la crisis, argumentan, quizá fuese bueno “relajar” la ley antitabaco y permitir otra vez que se fumase en restaurantes y bares o al menos en algunos de ellos... Pero, para su desgracia, sus argucias no cuajan y han producido el resultado esperado; es más, se les han vuelto en contra. No sólo se han mantenido, en general los empleos al no decrecer la actividad, sino que sus ingresos han aumentado en algunos casos o, al menos, se han estabilizado a pesar de la crisis. Los propios fumadores —de los que más del 51% ha intentado dejar de fumar alguna vez— reconocen que ya les resulta más agradable almorzar o cenar en unos locales sin humo, aunque tengan que esperar a abandonarlos para echar un pitillo. También reconocen que  la medida es un estímulo más para ellos en su intento por dejar el tabaco.

El segundo ejemplo se enmarca en el ámbito cultural. Hoy es frecuente, cuando acudimos al cine, encontrarse con actores y actrices que fuman más, incluso, que Humphrey Bogart en sus mejores tiempos; en Casablanca por ejemplo, que no soltaba el cigarro. A veces, los personajes encienden pitillos sin venir a cuento, lo que nos lleva a pensar que “la industria les paga” por ello. ¿Cómo? Financiando la película. E igualmente viene ocurriendo con otras actividades culturales que, bajo la etiqueta “cultura”, esconden los intereses espurios de estas multinacionales. De todos es sabido que la publicidad subliminal mina voluntades, mientras refuerza determinados hábitos de consumo. Recuérdese si no ese anuncio de coca-cola que desde hace años puede verse en las salas de cine, en el que por una simple asociación de ideas un joven espectador se levanta del asiento para comprar una coca-cola sin darse cuenta que ya tiene otra en la mano. Pues así funciona ahora la industria del tabaco. Con argumentos sutiles y mecanismos perversos que buscan fijar y aumentar su clientela entre la gente más joven. En España los chicos y chicas adolescentes son su objetivo; los últimos datos disponibles nos hablan de que éstos se inician en el consumo del tabaco a la edad de 13 años, una de las edades más bajas de Europa.

Y frente a esto, menos mal que la sociedad más concienciada continua la batalla contra el tabaquismo, al igual que lo hacen asociaciones profesionales como el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) y algunas Administraciones locales que, poco a poco, van tomando conciencia también de la importancia que tiene para la calidad de vida de la población mantener a raya el consumo de tabaco. El ejemplo más reciente y original lo ha dado el ayuntamiento de Mogán (Gran Canaria) que acaba de aprobar una ordenanza municipal por la que prohíbe fumar en todas sus playas. Como en todo, la población está dividida: hay quién aplaude y quién asegura que es puro esperpento y un gesto esnob. Pero el turismo europeo, más concienciado que el español en la práctica de hábitos saludables, seguro que agradecerá el gesto y, a la larga, la mayoría de los vecinos del pueblo también.

Por último, he aquí algunos datos que justifican cualquier acción que se tome para que los españoles aparten de su vida el tabaco. El consumo de tabaco es la segunda causa de muerte en el mundo, tras la hipertensión, y es responsable de uno de cada diez fallecimientos en adultos; en total se le atribuyen 6 millones de muertes al año. En la Unión Europea se estima que las muertes relacionadas con el tabaco superan el medio millón al año; en España estas pasan de 53.000. Todavía hay 27,7 españoles de cada 100 que siguen fumando, siendo el tramo de edad en el que más se fuma el que va de los 25 a los 45 años. Pero, por si sirve de consuelo, los fumadores han empezado a acudir al médico en busca de ayuda; ahora lo hacen un 20% más. Esta es una buena señal que contrasta con la que se percibe en los jóvenes: que cada día se inician antes como fumadores. Una medida tan simple como el aumento del precio de las cajetillas de tabaco en un 10% disminuiría el consumo entre un 4 y un 8%, según los expertos. Y si se subiese un 70% el tabaco de golpe, el número de muertes en el mundo se reduciría en dos millones. Claro que el Estado, como se ha dicho antes, necesita recaudar por este concepto y, una reducción drástica del consumo le privaría de los pingües ingresos que aporta. Esto no es óbice para que, con certeza absoluta, se sepa que es mucho más lo que gasta el Sistema Nacional de Salud en atender enfermedades derivadas del tabaco que lo que el Estado ingresa a costa de los fumadores. En fin, ya se ve que si uno desea “morir sano” resulta bastante complejo.

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