Rehenes de Castro

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(La Habana)

Las Damas de Blanco, durante una reciente marcha por la Quinta Avenida de La Habana. / EFE

El taxista es joven, apenas pasa de la veintena, pero tiene el horizonte claro. No hay muchas opciones en Cuba. “Pero, ¿qué voy a hacer: irme en una balsa y morir en medio del mar?”, pregunta, gesticulando con una mano mientras la otra agarra el volante con destreza. Sus ojos no paran quietos; busca entre las sombras algún policía que pueda descubrir su oculto negocio de supervivencia. “Si me pillan, voy a la cárcel y de ahí no sales. Aquí vamos a la calle por decir lo que pensamos. Esto es Cuba”, asegura. Los hay por todas partes: de uniforme, en motos controlando coches y carreteras y, ‘de paisano’, inspeccionando el resto: a sus compatriotas, al turista…

El coche renquea en cada curva. Los semáforos son peores. Como una cafetera, el motor tose en la primera, se resquebraja en segunda y con la tercera coge el ritmo tras quemar más carburante del necesario.  Ese carburante cuyo olor perdura en el interior del vehículo fruto de una mezcla endiablada con la que engañar al bolsillo. Se ha montado el negocio con un compañero que vigila la puerta de una conocida sala de fiestas y cuando el turista le pide un taxista, ahí está él. Es su opción. Así cubre el mes a mes, mientras de día es un funcionario más de los que ganan 15 dólares al mes. En el día a día, prefiere callar. Es lo que hay. “Si me escuchan hablando así con ustedes…No quiero saber nada de política; sólo de supervivencia. Ellos no viven en nuestro mundo. ¿Cómo lo veo? Se han cargado Cuba”, afirma. ¿Y qué piensa de la gente que protesta, de las Damas de Blanco, de los objetores? “Son muy valientes, pero…”. No se puede preguntar a quien no tiene libertad. Dice que él que nada contracorriente no consigue trabajo: las empresas que vienen a invertir en el país se comprometen a emplear a quien les señala el Gobierno, que no son otros que los miembros del Partido Comunista. También los hoteles asumen el alojamiento de ‘un agente’ del Gobierno como parte del trato, según explica el dirigente de un establecimiento hotelero.

Los cubanos de la calle preguntan, pero no contestan. “¿Son ustedes periodistas o enemigos de Fidel? Si es así, tengo que saberlo”, pregunta un taxista. Su temor es justificable. El coche que conduce, como el esto, pertenece al Estado y a él le debe obediencia debida. Nada es lo que parece. Su vida es, aparentemente, normal. Los fines de semana, jugando al dominó o tomando cervezas, hablan de todo, menos de política. Nada parece marchar en la isla. Las calles están llenas de casas estilo colonial de colores suaves que parecen invocar un eterno atardecer. Algunas están siendo pintadas o remozadas. Son las menos. La mayoría se caen lánguidamente. Desmoronándose poco a poco. “Han destruido Cuba”, afirma, muy indignada, Edelmira. En Cuba ya sólo se importa. “Soy campesina y aprendí a trabajar desde pequeña en los cafetales y en grandes extensiones de plantas de azúcar. Eso hoy ya no existe; todo se ha destruido”, continua. Ahora, Cuba importa azúcar y café. Las vacas también han desaparecido del paisaje. En los estantes de las tiendas apenas hay productos. Dos paquetes de chocolate, otros tantos de frijoles, unos pocos más de galletas y algunos productos más. Cuando llega la leche codiciada, el rumor se corre de boca en boca y, tal como llegó, se acaba.

La bloguera cubana Yoani Sánchez. / wikipedia.org

Las calles presentan un panorama parecido.  Cuba parece sentada. “Vivimos hoy. Mañana ya veremos”, dicen algunos cuando se les preguntan. No todos permanecen dormidos. El lema de Yoani Sánchez es la transparencia. Dice que no tiene nada que esconder. No es política. Ni le gusta que le ubiquen a la derecha o a la izquierda. Bloguera, treintañera, pelo negro hasta la cintura y voz firme, huye de las clasificaciones y se define como una ciudadana que cada día se pregunta cosas. Un electrón libre en una isla con rejas. A Yoani no le gustaba lo que veía, no le gustaba lo que pasaba en su país, y decidió denunciarlo con la palabra. A través de su blog puso voz a los abusos, hasta convertirse en uno de los más leídos. “En Cuba todo es diferente: la perspectiva es diferente. El concepto ciudadano es uno de los más ‘lastimados’”, afirma. Ella transgredió las fronteras. Por primera vez, alguien tenía un canal abierto al exterior al que el régimen no podía controlar. La prohibieron publicar desde Cuba y, como no calló, la condenaron a la muerte social. Yoani tiene restringida la entrada a encuentros culturales. Tampoco la dejan acceder a Internet en los hoteles, pero sigue publicando en la Red y en una estantería de su casa figura su primer libro que han traducido, entre otros idiomas, al polaco. Con ella, han intentado lo mismo que con tantos otros. Desde el Gobierno, se teje la telaraña de la mentira y la presentan ‘en sociedad’ como una persona reprobable, peligrosa y a quien rehuir. Así, pretenden condenarles a la exclusión social. Con ella no sirve. En otros países le han concedido premios por su valor y fortaleza, como el Ortega y Gasset en España, pero el Gobierno le deniega el permiso para salir de la isla. Y, mientras, su día a día es como el de cualquiera. “Tengo que preocuparme por la supervivencia; por llenar la nevera”, afirma.

Foto de Oswaldo Payá en su perfil de Facebook.

Oswaldo Payá, uno de los principales líderes de la disidencia cubana, asegura que el pueblo cubano está “en remojo, en barbecho. Ya no  ratifica con el aplauso todas las acciones del Gobierno. Huele a aire fresco. Le han perdido el miedo”. La muerte de Orlando Zapata, el albañil vinculado a la disidencia cubana, el 24 de febrero pasado, tras 86 días de huelga de hambre, les aglutinó en el dolor, les unió y ahora hay que aprovecharlo. “Puede haber flores, aplausos, canciones, pero no tienen libertad. La gente sencilla tiene ganas de libertad. Está harta de odio, de presión, de malvivir”. Por eso, tienen dudas de que el cambio de régimen pueda ser pacífico. “Han vivido mucho tiempo sometidos y, cuando exista cualquier indicio de apertura, me temo que puede desatarse un movimiento violento. Si no hablamos de ciudadanos, en Cuba puede asentarse un nuevo caudillismo”.

Todos sostienen lo mismo respecto de la muerte de Zapata: querían verle morir. “La tortura a la que lo sometían era extenuante e intensiva. Buscaban su muerte. Y su único delito fue proclamar el proyecto Varela en la calle; su único delito fue pensar y opinar siendo negro. Su único delito fue ser negro y tener dignidad. Zapata no era un suicida. Era un hombre golpeado y maltratado”. Así lo define Oswaldo Payá.

Puede que su muerte se quede en el olvido. O no. Como en aquella película de Chaplin, en la que un hombre se atrevió a coger una bandera y arrastró a los demás, el pueblo cubano tiene a su alcance la bandera. Sólo les queda el poder utilizarla.

3 Comments
  1. SONROJANTE says

    En Tahilandia el ejercito golpista ha asesinado a 84 opositores, pero no merece la atención de nuestros medios de comunicación ¿por qué será? ¿Cuba sí, Tahilandia no?
    ¿O tal vez alguien está interesado en que en CUba se produzca un baño de sangre como el de Tahilandia, a eso se refieren cuando dicen lo de atrevese a coger la bandera?

    Me sorprende dar noticias que no existen y ocultar las que no nos gustan o nos incomodan, viejo truco del poder y sus secuaces y paniaguados de cuba o de aquí.

  2. Perugrullo says

    Lo de Thailandia es preocupante, pero lo de Cuba también.
    En Cuba han muerto muchos mas de 84 personas a manos de un régimen tiránico.
    Lo que si que causa SONROJO es que ese régimen brutal aún tenga palmeros aquí, revuelve el estómago.
    Y por supuesto que miramos más a Cuba, es un país con enormes lazos con España, te guste o no.

  3. jose says

    lo que pasa que en tailandia en los últimos 52 anos han habido varios gobiernos y en cuba uno solo, y tal vez los tailandeses no tengan que coger una balsa y echarse al mar para huir de su pais, lo pueden hacer por el aeropuerto uo la carretera.

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