Aquel maldito sorteo

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José María Mijangos *

Nolito, de espaldas, celebra su gol contra Turquía con Iker Casillas y Morata, autor de los otros dos tantos. / Efe
Nolito, de espaldas, celebra su gol contra Turquía con Iker Casillas y Morata, autor de los otros dos tantos. / Juanjo Martín (Efe)

Siempre fue difícil perder contra Turquía. Y la derrota más importante acaeció sesenta y dos años atrás sin balón ni futbolistas en derredor. Españoles y turcos habían igualado el encuentro de desempate para acceder al mundial de Suiza y un mocoso que atendía por Franco Gemma extrajo de una copa el nombre de Turquía y eliminó de la fase final a España. Entonces no había penaltis, total para qué. Mejor darle un caramelo y un pase gratis a la noria a un chavalín para que sacase del bingo el nombre que convenía. Algún gracioso aseguró: "¡Franco tenía que llamarse!"

Entonces España perdía en el campo, en los despachos y hasta en los sorteos, y si ganaba, se repetía el sorteo. El mejor jugador de aquella época, Alfredo Di Stefano, colgó las botas sin haber disputado un Mundial y, pese a disponer de extraordinarios jugadores, a la selección española siempre se le atragantó toda competición con la que se pudiese asfixiar. La Eurocopa del 64, disputada en Madrid, significó un refrescante oasis en aquel largo desierto de títulos, y debieron de transcurrir décadas hasta que un gruñón que atendía por Luis Aragonés decidió trocar los lamentos por títulos, y hasta hoy. Y que dure. Ayer, ante Turquía, no habíamos desenvuelto el bocadillo cuando Iniesta se decidió a dirigir a una orquesta con los músicos atinados y en forma. Hasta el que tocaba los platillos se gustó e hizo un bis. Silva entraba como Pedro por su casa y Nolito y Morata respondían a la confianza de Del Bosque con pases, goles y ocasiones. No habíamos dado un mordisco al bocadillo, cuando ya habían caído dos goles.

Y es que como en pretéritas eurocopas, parece que estemos jugando amistosos hasta la traca final. Ya no estaba el niño Franco Gemma para salvar a los turcos, que corrían como pollo sin cabeza y a cuyo mejor hombre, Arda Turan, le pitaban los oídos con la rechifla de su propio público, que, entre aplaudir a España y abuchear a su estrella, escogió esto último; al fin y al cabo, el orgullo es el orgullo, y el bueno de Arda ha pasado un año de vacaciones, preparándose para escuchar una sinfonía de silbidos de su propio público.

Pero ante, sobre y tras, y pongan todas las preposiciones que ustedes quieran, Iniesta se dedicó a dar una clase magistral de pases medidos, precisos y a su punto, como queriendo pasar página de su gol en la final del Mundial ante Holanda y decir aquí estoy yo, un poco más calvo y con la testa nevada, pero con la misma magia en los pies con la que le parió su madre.

Iker Casillas, en el banquillo, ya que no podía detener balones, se dedicó a parar jugadores que se lanzaban contra él para celebrar los goles; alguno casi se le cuela por el flanco izquierdo, pero se reivindicó como el capitán que ya que no juega en el campo, lo hace en el banco, asumiendo su rol de referente. Parece que los jugadores, tan acostumbrados a celebrar los títulos con él, se resistan a celebrarlo con otros. Alguno de ellos incluso le invitó a la luna de miel tras su boda, asumiendo que en todas las celebraciones de su vida, había estado Casillas levantando el trofeo.

Ahora nos queda un partido, ante Croacia, para cubrir el expediente y presentarnos en los cruces con la confianza que da el buen juego. Total, que se peleen los otros. Incluso hay selecciones que no pudiendo hacerlo en el terreno de juego, se dedican a luchar en las calles francesas. Algún hooligan de España ha acudido al lugar pensando en unirse a la bronca, pero visto que nuestra selección donde mejor lucha es en el campo, habrá decidido pedir la nacionalidad rusa o británica, aunque si estos últimos pierden las elecciones y se salen de Europa, sólo Dios sabe cómo podrán retornar a España a seguir viviendo su vida de cafres.

Y el niño Franco Gemma podrá arrepentirse de haber sacado el nombre de Turquía en el sorteo de tantos años atrás. A lo mejor hubiese valido la pena perder el caramelo y la entrada al Parque de Atracciones para disfrutar del juego de esos habilidosos españoles. Todavía hay tiempo de seguir haciéndolo.

(*) José María Mijangos es escritor.

• La Eurocopa 2016, en directo.

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