José María Mijangos *
Al final se impuso la lógica cartesiana y los maletines se quedaron por el camino o fueron extraviados en la consigna de alguna estación del AVE. Real Madrid y Barcelona ganaron sus partidos y fue el último el que dio el alirón, como la razón dictaba desde antes que comenzara la Liga. Los jugadores del Deportivo de La Coruña y los del Granada, como quien no quiere la cosa, se miraban las manos después del saludo protocolario con el equipo rival, por si les hubieran deslizado un cheque con el que apañar las vacaciones en Cancún y al comprobar que no y asumir que tendrían que pasar el estío en el pueblo con los suegros, abandonaron el ímpetu e hicieron lo que la lógica imponía, es decir perder.
Barcelona y Real Madrid se han mostrado voraces, destrozando a su rivales en el tramo final de la liga, como diciendo 'que termine esto cuanto antes para dedicarnos a nuestros negocios', mientras la gran mayoría de equipos se despedazaba a dentelladas por eludir el descenso y sobrevivir en la que, dicen, es la mejor liga del mundo.
Una liga en la que, desde hace demasiado, juegan los dos colosos y luchan por sobrevivir los demás. Alguna vez, por mor de la corrección política, dejan aspirar sus efluvios a terceros equipos, como el Atlético de Madrid, pero un año y nada más, no se vayan a acostumbrar y cogerle el gusto. Cada vez se asemeja más a la liga escocesa, donde el año que no ganaba el Celtic, triunfaba el Glasgow Rangers, y si no, o no había liga o no era escocesa.
Y por si fuera necesario, reciben un empujoncillo desde las altas esferas para que el orden natural no se tambalee. Decía Helenio Herrera en el pleistoceno futbolístico que prefería jugar con diez. El Barcelona se aplicó la máxima, pero entendió el mensaje al revés. Si alguien tiene que jugar con diez, que sea el rival y demasiadas veces este año ha visto como el equipo contrario reducía efectivos así, como quien no quiere la cosa. Como pretender escalar el Everest con Edurne Pasabán en bañador y camiseta, mientras ella se embute en su traje térmico y sus diez botellas de oxígeno.
Este año, y casi hasta la última jornada, se unió a la lucha el Atlético de Madrid, como pidiendo permiso para seguir en la fiesta, cuando todos los invitados habían hecho mutis después de saludar y acariciar al perro, pero fue eliminado de un papirotazo, pues esta historia de amor que es la liga sólo puede ser para dos. Y es que debe ser terrible para cualquier defensa ver venir a lo lejos a las delanteras de Barcelona y Real Madrid, los tridentes más caros del mundo, con cuyos sueldos podrían comprar la deuda externa y aún quedaría efectivo para eliminar el déficit. Las diferencias de presupuesto entre estos dos equipos y el resto es abismal y eso, al final, es lo que decide las ligas.
Apuesten a que el año que viene la historia se repetirá y triunfará uno de los dos. Y si no, como en la antigua liga escocesa, o no es nuestra liga, o el mundo se ha vuelto loco.