Patricio Pron *
Quizás alguna vez tengamos que contar a nuestros hijos que hubo una época en que la selección española de fútbol no podía pasar de cuartos de final; que esta noche lo haya hecho de nuevo ganándole a Francia por 2 goles a 0 (y que lo haya hecho también en las dos últimas competiciones que ha disputado) es la demostración de que incluso aquello que parece inamovible puede ser cambiado, así como el testimonio de una magnífica promoción de jugadores españoles. El pase a semifinales de este equipo de Vicente del Bosque es engañoso, sin embargo: al igual que el FC Barcelona, del que proviene buena parte de sus jugadores, la selección española practica un fútbol de toque que se ha vuelto predecible (aunque no ha perdido en plasticidad y sigue siendo estéticamente agradable) y eso supone una desventaja de cara a cualquier rival de envergadura, aunque es evidente que (excepto Italia) España no se ha enfrentado a ninguno de esas características en esta Eurocopa y que Portugal, con el que se enfrentará en semifinales (y es un equipo demasiado dependiente del estado de ánimo de su principal estrella), tampoco lo es.
La predictibilidad del equipo español no es su único problema. Aunque es comprensible que Del Bosque no confíe en el siempre irregular Fernando Torres (un delantero que tiene absolutamente todo lo que un delantero tiene que tener, excepto gol), su decisión de jugar con un “falso nueve” es problemática porque, aunque la variante ha sido ensayada con éxito por el FC Barcelona con la inclusión de Lionel Messi en esa posición, Cesc Fábregas (uno de los jugadores más sobrevalorados de los últimos tiempos) no es el astro argentino. A veces un falso nueve es más que un nueve (Messi lo es), pero lo más razonable es que sea bastante menos, y, en su posición de falso nueve, Cesc deambula por el campo sin aportar absolutamente nada al equipo, que carece de referencia ofensiva y a menudo depende de la inspiración de jugadores que, como hoy Xabi Alonso, están donde no deberían estar para hacer lo que no se espera de ellos. No está mal que conviertan, pero parece suicida confiarse a que sólo ellos lo hagan.
Claro que mientras España enfrente a equipos como Francia, sus debilidades pasarán desapercibidas: excepto por el hecho de que no tenían ninguna bebida en la mano, no llevaban sombreros de paja y no había ninguna piscina cerca, los jugadores franceses parecían estar ya de vacaciones, y sólo Franck Ribéry daba la impresión de estar tomándose el partido en serio. Es difícil imaginar por qué: Francia tiene un gobierno de centro izquierda, una tasa de desempleo relativamente baja, excelentes quesos y vinos y un cine bastante pasable, además de magníficos escritores y (con excepciones recientes) grandes filósofos, mientras España tiene… un buen equipo de fútbol. No es mucho, y uno cambiaría con gusto su sitio por el de los franceses si eso fuese posible. Puesto que no lo es, uno no puede sino quedarse con y en una España gobernada por un partido de derecha que considera que el movimiento obrero fue apenas un accidente en la Historia, que los servicios públicos son una ayuda que el gobierno da cuando puede permitírselo a sus ciudadanos (quienes, por cierto, tienen que pagar por ellos de todas maneras) y que cualquier forma de disidencia es inaceptable.
Además de contarle algún día a nuestros hijos que hubo un tiempo en que la selección española de fútbol nunca pasaba de cuartos, tal vez tengamos que contarles que hubo también una época en la que el Estado tenía como finalidad garantizar (en la medida de lo posible) la igualdad de oportunidades, que la educación y la sanidad eran públicas y gratuitas y el tener un empleo suponía también la adquisición de una serie de derechos. Claro que también tendremos que explicarles cómo dejamos que nos arrebataran esa época de las manos, y quizás entonces tengamos que admitir que, mientras todo eso sucedía, nosotros estábamos festejando el triunfo en un partido de fútbol sin relevancia.
(*) Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975). Escritor y periodista. Su última obra publicada es El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Mondadori, 2011). Recientemente, la revista británica Granta lo eligió como uno de los 22 mejores escritores jóvenes en lengua castellana.
Crónicas de los partidos anteriores: España-Italia, por ESTHER JAÉN. España-Irlanda, por ANTONIO DE LA TORRE. Croacia-España, por GUILLEM MARTÍNEZ.
Anoche pasé con el coche al lado de un bar donde en la terraza estaban celebrando la victoria. «Pita, pita, pita…joder¡¡¡» me gritaban todos. No me da la gana hombre. Al margen de que puede molestar a quien está descansando, que voy a celebrar: que España es campeona en tener más de 25% de paro y aumentando? la caida en picado del país y el empobrecimiento general de la población? la destrucción del medio ambiente con tanta contaminación y tanta especulación urbanística? la mediocridad y la corrupción? la picaresca y el cinismo? Que estos señoritos en gallumbos cobran cada uno 300.000€ de pirma en la Eurocopa, les toca tributar un 52% y no van a hacerlo, mientras a los demás tributamos y nos suben los impuestos y el IVA? …
Todos estos que se la dan de patrioteros y dan sus discursos patriotas, luego son los que evaden impuestos o tributan fuera del país. Pan y circo. Pan pa ellos y circo pa los demás. Y Esto lo hacen tanto las grandes fortunas como los demás: («con IVA o sin IVA»). Al honesto lo despreciamos y le decimos que es tonto, al pícaro, corrupto o mafioso le votamos. No somos un país serio, con razón los intelectuales del siglo XVIII y XIX y los alemanes y los demás país europeos dicen que Africa empieza una vez traspasados los Pirineos.
En fín, soy consciente de que son verdades incómodas que molestan que se digan. Su rostro desnudo, directo y crudo, no le gusta a nadie. Pero alguna vez nos tendremos que enfrentar a la realidad y dejar de meter la cabeza bajo la arena o mirar para otro lado para no verla o evitarla. La gran masa sigue en los delirios de grandeza, en aeropuertos sin aviones, autopistas que no van a ninguna parte, AVEs deficitarios o AVE del Cantábrico que dejan a los pueblos aislados, mientras para moverte por la región (Asturias) en transporte público es toda una odisea, cuando no misión imposible; cuando aún está por acabar el que nos enlace a Madrid y al sur y este del país, y tramos de autovías sin terminar. Caballo grande ande o no ande.
Ya me gustaría a mí que mi país estuviera tan avanzado como Francia, Alemania, Canadá, Suecia…aunque no fuéramos campeones en futbol. Si así fuera yo me apuntaba y me unía a aquellos que saltan y gritan como energúmenos: CAMPEONES, OÉ, OÉ, OÉ o YO SOY ESPAÑOL, ESPAÑOL, ESPAÑOOL…
Demoledor.