Cuando acababa la comparecencia parlamentaria del jefe del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, sobre el caso Bárcenas de financiación ilegal del PP, sobresueldos a sus dirigentes y adjudicaciones de contratas de obras y servicios públicos a las empresas que pagaban al partido, el portavoz de CiU, Josep Antoni Durán i Lleida, una de las cabezas más brillantes del Congreso, tuvo un arranque de sinceridad hacia los de su clase política: “Tenemos suerte porque hoy la mayoría de la gente está en la playa y no sigue este debate”. Luego, cuando sus señorías abandonaban las fresquitas instalaciones del Senado, Emilio Olabarría, confesaba al cronista: “Hoy han aumentado los antisistema”. Quiere decirse que aparte el lanzamiento de acusaciones, el debate ni fue edificante ni arrojó luz ni compromiso alguno de mejora de la vida pública.
El jefe del Gobierno tuvo dos gestos novedosos: el primero fue decir que no iba a entrar en el “tú más”, y el segundo, citar a Bárcenas por su apellido. El primero lo olvidó enseguida, porque en la réplica sacó a relucir los casos de Filesa y de Roldán para atacar al PSOE. Luego, con gesto arrogante quiso dejar claro que no comparecía amenazado por la moción de censura, que aparte “un fraude constitucional” ni siquiera le obligaría a acudir al Congreso. Estas palabras provocaron la primera salva de aplausos de los diputados del PP. En la tribuna de invitados, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y la presidenta castellano-manchega y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, mostraban en blanco y negro (el color de sus trajes) semblantes de efigie judicial junto al astuto Pío García Escudero, que pudo ser ministro y no quiso.
Tras provocar el entusiasmo de los suyos, el orador hizo una finta, intercaló los consabidos datos menos negativos sobre la situación económica, que “no es buena, pero va a cambiar”, habló de la famosa prima de riego por debajo de los 300 puntos, dijo que el viento está cambiando y aseguró que “la economía no está bien pero va mejor”, y luego, como si resultara sospechoso que en este contexto hubiera irrumpido el caso Bárcenas, confesó su único error con dos palabras: “Me equivoque”. Y añadió: “Lo lamento, pero así fue. Me equivoqué al mantener la confianza en alguien que ahora sabemos que no la merecía”.
Para justificar su error, recordó que en 2009 también habían imputado al dirigente canario y actual ministro de Industria, José Manuel Soria, con acusaciones que luego resultaron falsas. En todo caso, no fue el único que mantuvo la presunción de inocencia de Bárcenas, ya que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid no halló delito en su vinculación a la trama Gurtel y archivó cuando gobernaba el PSOE, aunque luego, la Audiencia Nacional le volvió a imputar en marzo de 2012, gobernando ya el PP. Con esto quiso dejar claro que “la justicia ha actuado en este caso sin interferencia alguna del poder político”.
El resto de su explicación consistió en reconocer que había apoyado a Bárcenas del mismo modo que a otros colaboradores en situaciones difíciles. “Creí en su inocencia hasta que llegaron datos que confirmaban la existencia de cuentas millonarias en Suiza, no declaradas a Hacienda, a nombre del señor Bárcenas”. Esto revelaba “una manifiesta deslealtad con el partido” y además constituía “un hecho ilegal” que no admitía dudas porque lo confirmó el juez y el imputado no pudo negarlo. “¿Me equivoqué al confiar en la persona adecuada?”, se preguntó retóricamente. “Sí. Cometí el error de creer a un falso inocente, pero no el delito de encubrir a un presunto culpable”.
Rajoy quiso zanjar el asunto diciendo: “ese ha sido todo mi papel en esta historia”. Y a continuación señaló que “Bárcenas tiene derecho a mentir” y que él sabrá por qué ha escogido el camino de poner el foco en el PP. Consideró “de justicia” los sobresueldos legales y aseguró que siempre había declarado todos sus ingresos, con lo que negó implícitamente los sobresueldos. Después se puso a leer varias citas de Rubalcaba y otros dirigentes del PSOE sobre obviedades como que el Congreso no es una comisaría y que es muy fácil lanzar insidias y hacer juicios paralelos, y a repetir, después de cada parrafada, la frase: “Fin de la cita”, lo que provocó la risión del personal. Aunque el término “cita” sugería la citación judicial de Cospedal y otros, y el alcalde de Toledo, Emiliano García, envió un SMS a Rubalcaba al respecto, ni él ni otros portavoces aludieron al asunto. Fuentes del PSOE explicaron que cuando salga el audio de las conversaciones entre Rajoy y Bárcenas presentarán la moción de censura, y medios de IU advirtieron que podrían dar lugar a la solicitud de que el presidente declare ante el juez.
En la réplica, que Rajoy llevaba preparada de antemano, repitió los mismos argumentos: “Ya he dicho que me equivoqué, pero tengo la impresión de que ustedes no quieren explicaciones sino que me declare culpable; no me voy a declarar culpable porque no lo soy; no tengo constancia de que mi partido se haya financiado ilegalmente –el suyo sí, dijo a Rubalcaba en alusión al caso Filesa, juzgado en los años noventa--; soy una persona recta y honrada, y no soy culpable ni voy a dimitir ni voy a convocar elecciones”.
Rubalcaba le interpeló duramente sobre la financiación ilegal y los datos demostrados de blanqueo de pagos mediante traspasos de cantidades fraccionadas de la caja B a la contabilidad legal, le acusó de mentir reiteradamente, señaló que no se trataba de saber si mentía Bárcenas sino de relacionar las palabras de Rajoy con los hechos y los SMS de apoyo al extesorero cuando ya sabía que era un defraudador con una gran fortuna en Suiza. Respecto a los sobresueldos, el líder del PSOE, que dejó claro que no renuncia a la presentación de la moción de censura, manifestó que hay datos como los pagos a Javier Arenas que demuestran que cobraban en B cuando eran ministros y no podían cobrar los sobresueldos regulares del partido porque la ley lo impedía.
Para Rubalcaba está bastante claro que el tesorero fue protegido por Rajoy y no pasó de “intachable a delincuente” cuando se demostró que no era inocente ni cuando se confirmó que era un evasor fiscal, sino cuando rompió “un código de silencio forjado durante más de veinte años” sobre una financiación ilegal que ha permitido al PP “competir dopado” y a los engrasadores que no les falten contratos. Enumeró “cinco delitos” políticos antes de pedir la dimisión de Rajoy: “Un presidente no puede amparar ilegalidades, ni beneficiarse de ellas, ni mentir, ni ningunear al Parlamento, ni estar sometido a hipotecas, y usted ha violado todos esos códigos. Usted está haciendo daño a España, por eso le pido que se marche”.
El dirigente de IU, Cayo Lara, abundó en los mismos argumentos con los datos conocidos y le preguntó por qué el PP no se ha querellado contra Barcenas, al tiempo que advirtió que su formación, que participa en una querella con otras organizaciones sociales se mantendrá alerta a los “movimientos sospechosos que intentan conseguir la nulidad, como ocurrió en el caso Naseiro”. Lara denunció: “Ahora entendemos su empeño en recortar las subvenciones a partidos y sindicatos. Es que a ustedes no les hacía falta porque se financiaban con otros fondos alternativos”. En el mismo argumento abundó Aitor Esteban, del PNV, quien subrayó que hay organizaciones políticas que han sufrido hasta tres regulaciones de empleo.
Lara prosiguió: “La comunión entre empresarios corruptores y políticos corruptos es el mejor exponente de ese neoliberalismo cañí que ustedes defienden. Libre mercado y libre competencia pero sólo para ustedes y sus amigos donantes. Un empresario honesto tiene pocas posibilidades de ganar un concurso o una licitación frente a otro que ha pasado por caja”. Su compañero de ICV, Joan Coscubiela, llamó “presidente corrupto” a Rajoy y fue amonestado por Jesús Posada. El decoro es el decoro, pero “¿con qué cara bajan los salarios, recortan las pensiones, exigen impuestos, mientras ustedes nadan en la abundancia y se corrompen por encima de sus posibilidades?”, le preguntó.
Rajoy, que ponía caras de desagrado ante lo que estaba oyendo, demostró que puede ser isotérmico, es decir, no sentir ni frío ni calor por más que Rosa Díez le lanzara 20 preguntas o que Esteban le preguntar si los 48 millones de Bárcenas “los sisó él solo y usted no se enteró”, y puesto que el proyecto común y la marca España están hechos unos zorros “no se extrañe que queramos un proyecto propio”. “¿Si se prueba lo que usted ha negado, estaría dispuesto a dimitir?”. Pero Rajoy, turris burris. Sólo Durán se mostró en desacuerdo con la moción de censura. La Izquierda Plural y la izquierda del grupo mixto pidieron elecciones anticipadas para que el pueblo hable, pues como dijo Alfred Bosch, de ERC, “delenda est Mariano Rajoy; fin de la cita y fin de la fiesta”.
Metanle la censura de una puta vez, aunque la pierdan. Los corruptos no pueden prevalecer. Hay que limpiar este país de arriba abajo, desde los que borbonean hasta los pilladores de cuello duro y los enchufistas de la parentela y los arrimos, incluidos los que no han salido del armario.
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