Crónicas fallidas (de lazos y banderas) desde Mauthausen
- La ministra Delgado no tuvo oportunidad de escuchar el discurso entero, pues fue oír las palabras “presos políticos” y salir literalmente corriendo del escenario
- Corren malos tiempos para el memorial de Mauthausen. Este y el resto de memoriales del holocausto nazi en Austria han caído en las manos de Herbert Kickl
Jordi Orts
Como todos los 5 de mayo desde 1945, este año, en Mauthausen hubo noticia. Hubo muchas noticias, de hecho. De entrada, casi 10.000 personas procedentes de todo el mundo conmemoraron una vez más la liberación, en la misma fecha, del campo de concentración homónimo en el que perecieron decenas de miles de personas a manos de los nazis entre 1938 y 1945. Muchos de ellos españoles.
Aunque no había sido enviado a Mauthausen para narrarlo, tuve la oportunidad de vivirlo en primera persona junto a varios cientos de españoles, familiares y amigos de víctimas, así como escolares procedentes de toda España (principalmente de Cataluña), decididos todos a honrar la memoria de los allí fallecidos y torturados, a no olvidar y a que no se olvide lo sucedido, algo especialmente importante en un contexto como el actual en el que Europa y el mundo se adentran peligrosamente en una nueva ola nacionalista. Apoyados todos nosotros en la encomiable labor que viene realizando el Amical de Mauthausen desde hace años.
Ahí es nada, aunque uno puede comprender que la noticia periodística no resida en lo comentado. Ya se sabe, sin novedad no hay noticia. El caso es que el devenir de la conmemoración aportó igualmente abundante material con el que poder redactar crónicas periodísticas de valor. Crónicas que ya me hubiera gustado leer, pero que no consigo encontrar en la prensa española en la mañana de ayer lunes. De ahí que me haya visto en la necesidad de escribir la mía propia.
Para empezar, cabe decir que corren malos tiempos para el memorial de Mauthausen. Este y el resto de memoriales del holocausto nazi en Austria han caído en las manos de Herbert Kickl, actual ministro del Interior y miembro destacado del FPÖ, Freiheitliche Partei Österreichs o Partido por la Libertad de Austria, una formación de extrema derecha que gobierna en el país en coalición con los democristianos desde 2017.
Kickl, a quien parece le molestan estos memoriales, ha estado tentado en 2019 de cerrar el acceso a visitantes a la tristemente famosa escalera de Mauthausen, la que se vieron obligados a recorrer en condiciones infrahumanas miles de presos del campo, siendo asesinados allí mismo muchos de ellos. Un lugar para recordar, que a Kickl, conocido por sus declaraciones xenófobas, le parece incómodo (alude que es inseguro), incluso molesto para los vecinos cuando es transitado en masa. Si no ha podido adoptar la iniciativa ha sido gracias a la presión del Amical internacional.
España también escenificaba este 5 de mayo la primera edición del Día de Homenaje a los españoles deportados y fallecidos en Mauthausen y en otros campos y a todas las víctimas del nazismo de España. Una medida aprobada la semana pasada por el Gobierno. De ahí que haya enviado a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, a los actos de conmemoración celebrados durante el fin de semana en Mauthausen y Gusen. Poca broma, allí murieron varios miles de españoles.
Con la ministra no pude hablar personalmente (no lo he intentado con ninguno de los políticos allí presentes), pero sí he tenido la oportunidad de hacerlo con el presidente del Amical, Enric Garriga. Así pude confirmar que, como sucede desde 2016, ayer no participó ningún superviviente español en los actos a pie de campo, pues, a día de hoy, son únicamente media docena los españoles represaliados en Mauthausen los que quedan con vida. Hay que empezar a repensar cómo seguir trabajando la memoria histórica respecto al holocausto.
Mientras hablaba con Enric, unos metros más allá, un señor enviado a Mauthausen ex profeso desde la Embajada de España en Viena sostenía solitario una bandera constitucional española, que se apresuraba a mover según los pasos de la ministra se dirigieran en una u otra dirección. Toca remarcarlo, pues la suya fue la única rojigualda que pude ver en el lugar entre miles de banderas. Para entonces no lo sabíamos pero, según ha dictado la prensa, estaba a punto de desatarse poco menos que una tragedia.
Fue unos minutos más tarde, mientras se celebrara un acto de memoria frente a la placa colocada por la Generalitat de Catalunya (como tantos otros ayuntamientos y administraciones han hecho en el campo), cuando la directora general de Memoria Democrática de la Generalitat, Gemma Domènech, decidió recordar a Raúl Romeva, ex conseller y hoy encarcelado preventivamente en el marco del juicio del Procés. Se refirió a él y a los otros como presos políticos, y lanzó un breve mensaje en favor de la libertad. Romeva, por cierto, había colocado esa placa en 2017.
La ministra Delgado no tuvo oportunidad de escuchar el discurso entero, pues fue oír las palabras “presos políticos” y salir literalmente corriendo del escenario, en un movimiento casi teatralizado, para desplazarse unos metros más allá con su séquito. Parte de la prensa allí presente no dudó en seguir a la ministra, y a partir de ahí construir relato, un relato que tengo la sensación que era el que estaban esperando desde el minuto cero, pues parecía bastante obvio que la señora Domènech iba, como mínimo, a mencionar el asunto en su discurso. Un relato que, lamentablemente, tapa todo lo demás. Una vez más.
Releyendo las crónicas de lo acontecido, especialmente dolorosas me resultan las palabras que ha dejado escritas la corresponsal de El País, Ana Carbajosa, allí presente. Son de cosecha propia (nada de declaraciones): “La representante del Ejecutivo catalán portaba un lazo amarillo en la solapa. Esta insignia choca especialmente en un campo de exterminio nazi, donde a los presos les cosían una estrella en la ropa, de diferente color según el motivo de su apresamiento. La de los judíos era amarilla”.
En efecto, la consejera portaba un lazo amarillo. Me atrevería decir que, en alguno u otro lado de su atuendo, lo portaba una parte importante de las decenas de catalanes allí presentes en el acto de homenaje junto a la placa de la Generalitat. Seguro que a todos ellos la comparación con la estrella amarilla de los judíos les parece dolorosísima. A mí me lo parecería. Sin duda, es gratuita.
Carbajosa, y la prensa en general (los presentes y los que se han comido lo que les han puesto en el plato las agencias sin rechistar), tuvo la vista clara a la hora de detectar ese lazo amarillo de Domènech, pero se les colaron las decenas de banderas republicanas que portaban los amigos y familiares de las víctimas, las cuatribarradas, las esteladas, el emotivo Cant del Segadors, los homenajes rendidos por militares de países varios como Chequia ante el monumento a los republicanos españoles (mientras seguimos esperando que el Ejército español haga algo similar), los homenajes rendidos por sacerdotes de diferentes países a sus víctimas (mientras seguimos esperando que la Iglesia católica española haga algo similar), el tema de Kickl y la escalera, la institucionalización del día 5 de mayo… En Mauthausen ayer pasaron muchas cosas, además de un nuevo episodio teatralizado del Procés. Pero parece que nadie lo vio. Solo lazo, lazo, lazo…
No negaré que la señora Domènech realizó sus declaraciones en el momento menos adecuado, en el lugar menos adecuado. Eran innecesarias, usando una vez más a las víctimas en beneficio propio. Como tantas veces han hecho los políticos (la misma ministra Delgado, con su actuación posterior y declaraciones a la prensa, aprovechó el asunto para hacer política). Pero no fueron lo único. Ni lo más gordo.
Lo de este fin de semana en Austria, lo acontecido y lo relatado en las crónicas fallidas, es tristemente un episodio de normalidad en nuestro país. Un país de lazos y banderas, de relatos paralelos, que se da la espalda y grita fuerte, como si así fuéramos a resolver las cosas. Las nacionales, y las demás.
Imagino que el señor de la Embajada debe de andar camino de Viena con su bandera, seguramente triste. No hay para menos. Si algún día vuelvo a las conmemoraciones del 5 de mayo a Mauthausen, prometo abrazarlo cuando lo vea.
La ignominia en marcha: Lo que se dice y maldice de los catalanes en los medios
de comunicación del Estado español es pura degradación. Este torrente
ignominioso tiene dos versiones. La primera es la más elemental y obvia, la del
exabrupto directo y sin concesiones, como cuando Ana Rosa Quintana llama
“mamarracho” a Oriol Junqueras o cuando Eduardo Inda manifiesta su odio radical
y dice que el president Puigdemont “es un mierda”. Los agravios son imparables.
Son muchos los tertulianos y convocados a los platós, las emisoras de radio y
el papel prensa para la ofensiva de la mofa, sin que, al menos por compensación
o incluso por estética, haya los suficientes comentaristas para denunciar la
guerra sucia de la injuria, ideada en La Moncloa y articulada como un coro
hostil de imprecaciones. La segunda versión del oprobio mediático es la
manipulación informativa que se desarrolla en noticias, editoriales y artículos
de opinión. Se ha elaborado un repertorio anticatalán para que haya cierta
unanimidad en las palabras básicas, como es pertinente en las clásicas acciones
de desprestigio y destrucción del enemigo común: desafío independentista,
referéndum ilegal, golpe de Estado, cobardes, adoctrinamiento…. Vale que las
opiniones particulares tengan su cuota de maltrato contra los líderes del
independentismo, porque hay mucho francotirador paniaguado, pero que este mismo
criterio de demolición se vuelque en las noticias y los editoriales, en las
primeras páginas, da idea de hasta qué punto España y sus herramientas
informativas han perdido la decencia y están en caída libre hacia el bochorno y
comprometidos en un proceso de humillación y deshonra del pueblo catalán sin
límites éticos. Vergonzoso e intolerable. A la m. con la Injusticia española
prevaricadora, títere de los fascistas y corruptos, vergüenza de Europa. Si me
pegan, me divorcio. Som República !!*!!