José Antonio Meade, el tecnócrata que no logra salvar al PRI del hundimiento en México
- Ni su imagen de honestidad ni su preparación académica y política han bastado para salvar al PRI del batacazo en las encuestas
- Sin hacer una crítica dura a la actual administración y con la idea de mantener al Ejército en las calles, Meade ha prometido reforzar las instituciones
CIUDAD DE MÉXICO – José Antonio Meade (Ciudad de México, 1969) es un tecnócrata que durante toda su carrera política se ha codeado con la élite gobernante. Es el candidato del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero no milita en la formación, una carta que podría haberle beneficiado ante la desaprobación que sufre el partido del presidente Enrique Peña Nieto. Sin embargo, ni su imagen de honestidad ni su preparación académica y política han bastado para salvar del batacazo en las encuestas al PRI, que se sitúa el tercer favorito según la mayoría de los sondeos.
Meade es un dinosaurio de la política institucional y sabe lo que es estar en el Gobierno, con partidos diferentes. Ha sido secretario de Hacienda en dos sexenios –en México las legislaturas duran seis años--. Su primer mandato como secretario lo ejerció en el último año de la administración del expresidente Felipe Calderón (PAN), de 2011 a 2012. Inmediatamente después fue nombrado por Peña Nieto como secretario de Relaciones Exteriores, un cargo que ocupó durante tres años y desde el que recibió al presidente Donald Trump en una polémica visita que indignó a los mexicanos. Regresó al cargo de secretario de Hacienda en 2016.
Su nombre comenzó a sonar como presidenciable cuando Peña Nieto lo colocó en la Secretaría de Desarrollo Social, una cartera que tradicionalmente ha servido para encumbrar a los candidatos a la Presidencia. Quien ocupa ese puesto tradicionalmente recorre el país para ofrecer programas de desarrollo social, unas medidas que han recibido críticas por su carácter asistencialista y por supuestamente estar diseñadas para comprar voluntades a favor del PRI.
Meade es muy cercano al exsecretario de Relaciones Exteriores Luis Videgaray, uno de los hombres de confianza de Peña Nieto. Juntos, como lo han mostrado a través de las redes sociales, han recorrido una larga carrera política, que en el caso de Meade suma más de 26 años. Sin embargo, el candidato del PRI ha tratado de hacer una crítica moderada en su campaña reconociendo el problema de la violencia y la inseguridad rampantes que atraviesan México, a la vez que ha prometido un fortalecimiento de las instituciones.
El candidato del PRI a la Presidencia de México es hijo de un reconocido abogado priísta y de una educadora de familia panista. De profesión abogado y economista, cuenta con un doctorado en Economía en la Universidad de Yale, donde también impartió clases. Está casado con Juana Cuevas Rodríguez y tiene tres hijos. Durante la campaña electoral, también ha salido a la luz que mantiene una estrecha amistad con el popular cantante mexicano Alejandro Fernández, hijo de Vicente Fernández.
La honestidad como bandera
Una de los valores que ha explotado Meade durante la campaña electoral ha sido la honestidad, incluso hizo públicas sus declaraciones de patrimonio. De cualquier manera, los casos de corrupción de políticos priístas con los que trabajó le han acabado salpicando porque, según dicen sus críticos, conocía dichas tramas y no hizo nada por denunciarlas.
Además, la Auditoría Superior de la Federación, un órgano de la Cámara de Diputados con independencia técnica, presentó tres denuncias por el desvío de cerca de de 540 millones de pesos (unos 23 millones de euros) de la Secretaría de Desarrollo durante el tiempo que estuvo encabezado tanto por la exsecretaria Rosario Robles como por el propio Meade. Aunque el candidato negó la veracidad de estas acusaciones, éstas suponen un peso añadido a su candidatura.
Sus propuestas
Consciente del hartazgo de la sociedad mexicana ante el aumento de homicidios y de delitos, así como ante la corrupción, Meade ha tratado de proyectar una imagen de cambio, con más o menos acierto. Sin hacer una crítica dura a la actual administración y con la idea de mantener por el momento al Ejército en las calles, a cargo de la seguridad, Meade ha prometido reforzar las instituciones, así como aumentar los programas sociales y la construcción de hospitales. Por otro lado, apoya la polémica reforma educativa, que ha llevado a los maestros a las calles a través de fuertes protestas. Eso sí, promete incentivar positivamente a aquellos maestros con mejor rendimiento.
Otro de los asuntos clave para Meade es la renegociación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) que está en serio peligro por los arrebatos de Trump y que se reanudará después de las elecciones. Para el candidato del PRI representa una oportunidad para EEUU, Canadá y México de abarcar un mayor volumen de comercio y en mejores condiciones.
Del candidato favorito para las elecciones, Andrés Manuel López Obrador, líder de Morena, Meade ha dicho que tiene “hambre de poder”. Al panista Ricardo Anaya, quien le queda más cerca en las encuestas, le dedicó las palabras “vulgar ladrón” en el primer debate presidencial. En la contienda electoral ningún candidato, ni siquiera Meade, que exhibe un talante sosegado, ha logrado brillar por su elegancia.