A finales de 2015 las imágenes de los refugiados que huían de la guerra en Siria inundaban los telediarios y la fotografía de Aylan Kurdi, el niño kurdo de tres años que fue encontrado muerto en una playa de Turquía, aparecía en las televisiones de las familias europeas a la hora de la comida. Uno de esos espectadores era Onio Reina, bombero y rescatador, quien se decidió abandonar su papel de mero espectador de la tragedia y, en plena crisis de refugiados, fijó rumbo hacia la isla de Lesbos para poner sus conocimientos y experiencia al servicio de las víctimas. A este primer viaje en diciembre del año pasado, se le sumaron otros tres compañeros y, juntos, fundaron Proem-Aid, una asociación sevillana en origen, y ahora conformada por bomberos, buceadores y sanitarios de toda España, que realizan el rescate de embarcaciones en el mar.
Al poco de comenzar su tarea, los bomberos de Proem-Aid se hicieron conocidos por la polémica detención de tres de sus miembros. La Fiscalía griega pidió para ellos 10 años de prisión por transporte de personas en situación ilegal y posesión de armas (un cortacabos reglamentario) y, desde entonces, se encuentran a la espera de juicio. La acusación no ha impedido que los voluntarios hayan seguido trabajando sin descanso durante meses, en condiciones climáticas extremas y durmiendo, como máximo, cuatro horas al día.
“Una vez que llegamos a la isla y contemplamos lo que estaba pasando, nos desbordamos. Lo que vimos nos impactó tanto que nos vimos en la necesidad de mantener nuestro trabajo en el tiempo hasta que la situación remitiese o nos quedásemos sin presupuesto”, explica en declaraciones a cuartopoder.es el presidente de Proem-Aid. Al final, aunque estaban “agotados”, fue la falta de financiación el motivo que trajo de vuelta en agosto a estos bomberos, que hasta ahora han tenido que costear los viajes a Lesbos de su bolsillo y han podido desempeñar su labor gracias a donaciones privadas.
Tras varios meses de búsqueda de apoyo económico en España, los bomberos regresan a Lesbos este 12 de enero. Tienen el temor de que la situación empeore por la tensa situación política en Turquía (desde donde parten los barcos hacia la isla) y las amenazas de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, que ha anunciado su intención de abrir las fronteras para que los refugiados puedan intentar entrar en Europa tras la moción de suspensión temporal de la adhesión del país a la UE, apoyada por abrumadora mayoría en el Parlamento europeo. “Si Erdogan levanta la barrera, 3.000 refugiados pasarán diariamente al territorio europeo. Si empieza una llegada masiva, queremos estar en el terreno. No queremos enterarnos por el telediario de que ha habido otro naufragio en las costas donde hemos estado trabajando”, indica Reina.
Frío extremo, lo peor de los rescates
Lesbos es una de las islas griegas que más refugiados e inmigrantes reciben. La travesía entre Turquía y la costa de islas es de 20 kilómetros y es de las más peligrosas. Los voluntarios de Proem-Aid, además de realizar pequeños proyectos durante el día junto a otras ONG, realizan guardias en la costa y en barco por la noche. “Los quince días que duran los relevos los compañeros trabajamos al 200%, se duerme muy poco, una media de cuatro horas diarias, o directamente no dormimos y empalmamos dos o tres días seguidos”, explica Reina.
Cuando llegan a la embarcación que van a rescatar, los bomberos se encuentran con un panorama desgarrador. Muchos de los refugiados salieron hace meses de casa con lo puesto y apenas llevan una camiseta de manga corta y una sudadera para afrontar las duras condiciones climáticas. Algunos llegan con los pies necrosados de caminar por las montañas nevadas en invierno. “El principal problema es el frío. No he pasado tanto frío en mi vida como en Lesbos, y tengo muchos años y practico todo tipo de deportes. No lo voy a olvidar nunca. El año pasado se nos murieron personas por hipotermia”, rememora Reina.
Se encuentran con gente de todo tipo. Hay “mayores, niños, personas con problemas físicos o cardíacos que sufren infartos”, comenta el presidente de Proem-Aid, quien ha empatizado especialmente con los padres a los que ha ayudado. “Los niños son niños y cuando llegan a la costa les sacas una sonrisa o ves que se entretienen con algo. No son conscientes de la magnitud del problema. Lo peor es ese padre que tiene dos o tres pequeños y que no sabe cuándo les va a poder quitar el frío, cuándo les va a dar de comer o dónde van a dormir. Como padre, me pongo en esa situación y creo que tiene que ser muy doloroso y muy triste tener a tu hijo, que para ti es lo más preciado, en esas condiciones”, señala.
Criminalización de la ayuda humanitaria
El encausamiento de los tres miembros de Proem-Aid por las autoridades griegas ha empujado a la asociación a una batalla legal contra la “criminalización de la ayuda humanitaria”. En consecuencia, han solicitado a la Comisión Europea que modifique la normativa comunitaria, que permite castigar a aquellos que ayuden a entrar o trasladar por el territorio a personas en situación irregular, debido a que su tarea no consiste en facilitar el ingreso, sino en salvar a personas que se encuentran en grave peligro de muerte. Ya presentaron más de 130.000 firmas ante el órgano y, al menos, les van a escuchar: a finales de este mes de enero expondrán sus argumentos.
“Mi opinión personal es que, si no luchamos contra esta situación, se puede criminalizar la acción humanitaria en esta crisis de Siria, Turquía y Grecia, que es la crisis internacional más grave después de la II Guerra Mundial y que está siendo gestionada por voluntarios. Si no hubiese voluntarios, ¿qué estaría pasando? Si se criminaliza a las personas que regalan su tiempo a otros, como se ha intentado hacer con nosotros, vamos a llegar a un mundo inhumano”, explica Reina.
Mientras tanto, y aun a riesgo de volver a sufrir otras detenciones, los voluntarios de Proem-Aid preparan los últimos detalles de su viaje. Cuentan con un nuevo barco en Sevilla, de características mucho mejores que el anterior, pero que carece de motores. “Es un poco triste tener un barco de rescate, pero sin motores y encima de dos caballetes de madera”, comenta Reina. Por otro lado, necesitan unos trajes especiales para los rescates.
Para cubrir todos estos gastos, la asociación precisa que al menos 1.000 personas se hagan socias con una cuota mensual de cinco euros. “Con 5.000 euros al mes somos capaces de cumplir el proyecto allí y cubrir todas nuestras necesidades”, explica el presidente de Proem-Aid, que anima a todo el mundo a hacer un pequeño esfuerzo económico para que él y sus compañeros puedan seguir salvando vidas en el mar.