Finalmente, la polémica por el estudio sobre las calles franquistas de Madrid ha provocado la renuncia del equipo de la Universidad Complutense que estaba realizando ese trabajo para el Ayuntamiento de la capital española, no considerándose responsable de la lista publicada por varios medios de comunicación.
Uno de los hechos que ha terminado convirtiendo tan delicado asunto en un escándalo público ha sido la aplicación de la ley de Memoria Histórica a conocidas personalidades del mundo de la cultura porque, en un momento determinado, dieron su apoyo al denominado “Bando Nacional” o al propio Franco.
Entre ellos se encuentran Salvador Dalí, Gerardo Diego, Eugeni D’Ors, Manuel Machado, Alfonso Paso, Josep Pla o Luis Lázaro Galdiano, que cedió su impresionante museo de arte pictórico en Madrid. De hacer caso a este criterio, que, según la nota de la Cátedra de la Memoria Histórica de la Complutense, no corresponde a su estudio, podrían verse afectados también los homenajes o placas dedicados, por ejemplo, a Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo o Joaquín Ruiz Giménez.
Pero si ya resulta cuestionable eliminar a estas personalidades del callejero madrileño debido a que, en un momento dado, dieron su apoyo al régimen franquista, incluir en la citada lista la batalla de Montejurra, ocurrida en 1873, resulta un verdadero patinazo histórico.
Habrá quien lo justifique afirmando que esa batalla es un hito histórico del carlismo, movimiento que, a su vez, se unió a la sublevación contra el Gobierno del Frente Popular y que, por esa razón, el Ayuntamiento le dedicó una calle.
Lógicamente, el Ayuntamiento de Madrid tiene el derecho de cambiar esa y otras calles bajo el criterio que considere conveniente, pero no puede insultar calificando de franquistas a los miles de voluntarios que participaron en aquel combate, enfrentándose y derrotando a un Ejército regular, 70 años antes de que el Consistorio madrileño decidiera utilizar este símbolo tergiversando su significado.
Pero aún resulta más sorprendente que se incluya en la lista ese nombre y no figuren las batallas de Luchana y Montesquinza, también correspondientes a las Guerras Carlistas, aunque en este caso ganadas por los liberales. Ambas calles fueron aprobadas por el primer Ayuntamiento franquista de Madrid que, por cierto, repuso la estatua de Isabel II en la plaza de la Ópera, que oficialmente lleva el nombre de esa reina.
La pregunta es la siguiente: ¿por qué una batalla ganada por los carlistas es franquista y, sin embargo, las liberales no lo son? Teniendo en cuenta las claras preferencias de Franco por la dinastía liberal y su tampoco disimulada animadversión hacia la de Javier de Borbón-Parma, tal vez habría que concluir que las de Luchana y Montesquinza son más franquistas que la de Montejurra.
Como reconoció el propio Franco, sus principales fracasos políticos, dentro del llamado “Bando Nacional”, fueron el cardenal Segura, que estuvo a punto de excomulgarle, y los seguidores de Javier de Borbón-Parma, por quien nada hizo cuando la Gestapo lo internó en el campo de exterminio de Dachau por colaborar con la Resistencia Francesa.
Algo parecido ocurre con la plaza dedicada al parlamentario Juan Vázquez de Mella. En este caso, el tribuno no figura en el listado pero su eliminación del callejero también ha sido cubierta por el tufillo del franquismo pese a que murió en 1928. Es cierto que este político tradicionalista tenía unas ideas conservadoras y acentuadamente religiosas, pero si este fuera el criterio para retirar nombres del callejero, habría que hacer tal limpieza de calles que ninguna ciudad se reconocería a sí misma.
Ideológicamente no se puede asociar el pensamiento de Mella al franquismo porque era radicalmente opuesto al poder central del Estado y propugnaba la práctica independencia de los antiguos reinos de España, que, en su opinión, debían regirse por sus antiguas leyes o fueros más que por una Constitución central. Su apuesta por el poder municipal con la participación directa de los electores tenía como objetivo combatir el caciquismo y acabar con un sistema de partidos turnantes que hacían y deshacían al margen de la población. Sus propuestas de restaurar el “mandato imperativo” o el “juicio de residencia”, es decir que los políticos solo aprobaran aquello que los electores dijeran y que, al final de su mandato, su actuación fuera juzgada por quienes les habían elegido, son ideas de plena actualidad.
Partidario del voto de la mujer, Mella fue considerado, incluso por los republicanos, el mejor parlamentario que había existido. Impulsor de la Solidaritat Catalana, intentó extender este movimiento autonómico a todas las regiones, por lo que fue tachado de separatista.
También se podrá decir que su nombre fue utilizado por el franquismo para atraer a un carlismo cada vez más distanciado del régimen, legalizando los llamados Círculos Culturales Vázquez de Mella. Varios de ellos sirvieron como centros de reunión para las Comisiones Obreras en los duros años 60 y después para los primeros organismos unitarios de oposición democrática. En algunas ocasiones, excombatientes del Requeté que estaban en los locales impidieron que la Policía entrara para detener a los “rojos” que estaban reunidos. En septiembre de 1968, el Gobierno de Franco prohibió el homenaje que se había organizado en Covandonga con motivo del traslado de sus restos mortales desde Madrid a su Asturias natal.
Pero lo más lamentable del caso de Vázquez de Mella es que para borrar su nombre del callejero madrileño se haya echado mano de la memoria del concejal socialista Pedro Zerolo, cuyo espíritu de tolerancia seguramente no habría aceptado que, para perpetuar su recuerdo, se borrara de la historia ni siquiera el de un enemigo sustituyendo el nombre de su plaza por el suyo.
Estoy de acuerdo en casi todo el análisis que se hace en este artículo. Por si les sirve para su ampliación, les adjunto a continuación el que mandé al Ayuntamiento sobre el cambio de la calle Montejurra:
Estimadas alcaldesa y concejala de cultura de Madrid:
He tenido conocimiento por la prensa de que desean cambiar el nombre de «Montejurra» a una calle de Madrid. Supongo que será por aplicación de la ley de la Memoria Histórica y porque es de suponer que ese nombre sería puesto tras la victoria de los sublevados contra la II República en la guerra civil española, en la que una de las unidades del bando vencedor se llamaba «Tercio de Montejurra».
Tal vez convenga aclarar algunas cuestiones que quizás determinen que la Ley de la Memoria Histórica no sería de clara aplicación en este caso:
El Tercio de Montejurra era una de las muchas unidades de voluntarios carlistas, pero el carlismo, a pesar de haberse sublevado por orden de don Javier de Borbón Parma, jamás se identificó ni con el franquismo ni con el fascismo, como tampoco se identificaron con el fascismo los anarquistas, comunistas y un sector del socialismo que también se sublevaron en diversas ocasiones contra la II República.
El historiador Julio Aróstegui denunciaba que «la historiografía oficial de la guerra civil sustentada por los medios del Régimen surgido de ella» ocultaban «la relación tortuosa entre el viejo carlismo y el Régimen de Franco a partir de 1937». Por eso, inapropiadamente «durante bastantes años se impuso una visión franquista del carlismo». (Julio Aróstegui, Los combatientes carlistas en la guerra civil española, Aportes XIX, SA, Madrid 1991, vol I, pp. 30-31 y 44).
Efectivamente, el carlismo javierirta fue perseguido por Franco y por la Falange unificada a partir del decreto de unificación de 1937. Muchos carlistas fueron represaliados y Franco mandó expulsar a don Javier de Borbón Parma, que, exiliado en Francia, combatió contra los nazis en la resistencia y fue internado en el campo de exterminio de Dachau. (Sobre las persecuciones contra el carlismo ver: Manuel Martorell, Retorno a la lealtad. El desafío carlista al franquismo, Actas, Madrid, 2010)
Es conveniente saber también que el nombre de «Montejurra» significa mucho más que el de un Tercio de Requetés. Montejurra es una montaña cercana a Estella (Navarra) donde se produjo un importante triunfo de los carlistas contra el Ejérctito español durante la segunda guerra carlista. Una guerra que, según carta de Miguel de Unamuno a Joaquín Costa, encerraba «un fondo grande de socialismo rural» donde los carlistas representaban una «curiosísima utopía socialista» que era «sentimiento de las masas carlistas». Para Unamuno el carlismo representaba asimismo una «protesta contra todo mandarinato, todo intelectualismo y todo charlamentarismo, contra todo aristocratismo y centralización unificadora» y que «nació contra la desamortización, no sólo de los bienes del clero y los religiosos, sino de los bienes del común» (Rafael Pérez de la Dehesa, Política y sociedad en el primer Unamuno, Ariel, Barcelona, 1973, 2ª ed., pp. 131-134).
Por otro lado «Montejurra» fue el lugar donde los carlistas en los años 60 y 70 del siglo XX se concentraban en un acto político que desafiaba al régimen franquista; significó un «grito del pueblo por la libertad» tal como lo entendió el Partido Carlista en sus años de lucha durante el tardofranquismo y el régimen de la monarquía de Juan Carlos, que fue cuando se produjeron los crímenes de Montejurra por parte de una ultraderacha amparada por el gobierno de Arias Navarro, siendo Fraga Iribarne el ministro de la Gobernación. Fue un auténtico crimen de estado donde resultaron asesinados Aniano Jiménez Santos y Ricardo García Pellejero, además de decenas de heridos, todos del lado del Partido Carlista. (Alfredo Grimaldos La sombra de Franco en la Transición, Oberon, Madrid, 2004, 125-140; Josep Carles Clemente, y Carles S. Costa, Montejurra 76: Encrucijada política, La Gaya Ciencia, Barcelona, 1976).
Por todo ello, y siempre que no esté yo mal informado, ruego reconsideren la decisión que han tomado de cambiar el nombre de «Montejurra» a esa calle de Madrid.
Saludos cordiales.
Josep Miralles Climent (Historiador. Miembro del «Grup de Recerca de la Memòria Històrica de Castelló»; del «Seminari d’Historia Local y Fons Orals» de la Universitat Jaume I de Castelló y del «Cercle Valencià d’Estudis Carlistes»)
4 de febrero de 2016
Lo que fue repugnante fueron los sucesos de 1976 en Montejurra, donde ultraderechistas españoles y argentinos asesinaron a militantes Carlistas. Uno de esos asesinos, de la triple A, fue después de los hechos, guardaespalda personal de Fraga iribarne hasta 1981, ROdolfo almirón, reclamado por la justicia argentina a españa por varios asesinatos. La justicia y el gobierno español de UCD y PSOE nunca atendieron dichas peticiones. Rodolfo Almirón, el terrorista de extrema derecha que trabajo para AP y FRaga, murió tranquilamente en Valencia en los noventa sin pagar por ningunos de sus muchos crímenes cometidos en Argentina y España desde pricipios de los setenta a principio de los ochenta.
Pues sí que está bien la universidad española. Qué vergüenza para mi amada Complutense. ¿Hace falta esa cátedra -silla- tan cutre y errada?
MONTEJURRA:
LA OPERACIÓN RECONQUISTA Y EL ACTA FUNDACIONAL
DE LAS TRAMAS ANTITERRORISTAS.
Fuente «INTERIOR» Por Santiago Belloch
9 de mayo de 1.976: 3 muertos y varios heridos
Revisé diversas fuentes documentales sobre los trágicos sucesos de Montejurra. De muchas de ellas se intuía la necesaria intervención de órganos de la Seguridad del Estado en la preparación y desarrollo de los acontecimientos.
Los hechos se produjeron en el entorno de la tradicional «romería» de los carlistas en Montejurra. La intervención programada de grupos parafascistas convirtió la romería en una masacre. Despertó mi interés por el caso Montejurra la presencia masiva de grupos ultras de todo tipo y procedencia, incluidos algunos de los más conocidos activistas de la Internacional Fascista. Me resultaba increíble que semejante concentración pública se hubiese podido producir sin el conocimiento de las Fuerzas de Seguridad y de los servicios de información de la Presidencia de Gobierno.
Conversaciones con personas que estuvieron ese día en Montejurra no hicieron más que confirmar mi criterio de que tras los hechos, aparentemente anárquicos, existía una planificación meditada y cara. Había implicada una excelente logística que incluía transportes, alimentación, alojamientos, armamento, medios técnicos de comunicación y sobre todo, coordinación, una coordinación de aire inconfundiblemente profesional.
La imagen del ultra argentino Rodolfo Almirón y de un señor muy serio que identifiqué con relativa dificultad como Arturo Márquez de Prado fueron los primeros detalles que quise investigar. El apellido Márquez de Prado estaba de moda en España. Una fiscal del mismo apellido triunfaba con tesis y actitudes propias de una cultura autoritaria. Establecí la conexión familiar entre ambos… Pero eso no me llevó a ningún sitio, excepto ala constatación de que u tercer miembro de la familia, Fernando Cota y Márquez de Prado, se situaba en los más altos niveles de la Justicia: en la Sala Segunda -de lo Penal- del Tribunal Supremo. No creo que esta circunstancia tuviese nada que ver con la predilección que mostró Mario Conde por ver al magistrado Cota instalado en la presidencia de la Sala.
Pude comprobar la posterior ocupación de Rodolfo Almirón -que aparece en varias fotos conocidas de los sucesos- como guardaespaldas de Manuel Fraga. Un error lo comete cualquiera. Pensé. No me gustó el hecho de que en el momento de los sucesos de Montejurra, Fraga fuese ministro de la Gobernación. Se le debe suponer un alto grado de información de lo que allí pasó y de sus protagonistas.
Pero fue otro el que capto mi atención: el de un mercenario que a lo largo de diez años (1974-1984) ocupó un puesto clave en los operativos del frente ilegal -conocido como «guerra sucia»- contra ETA: Jean Pierre Cherid. Bajo diferentes siglas, ATE, BVE, AAA, y GAL, dirigió y ejecutó atentados, a menudo mortales, contra terroristas y miembros del entorno radical.
Fue a finales de 1977 cuando conseguí el testimonio definitivo, el del entonces general de brigada y jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, José Antonio Sáenz de Santamaría. Tras varias conversaciones -todas ellas grabadas- el general me explicó, después de consultar sus archivos, la verdadera historia de la conocida operación Reconquista. Esta es su versión, de la que me pasó una copia manuscrita, como protagonista directo de los hechos.
Versión corregida del texto facilitado por el general Sáenz de Santamaría
ANTECEDENTES
El Partido Carlista había experimentado una significativa evolución hacia la Democracia en los últimos años del franquismo (Tras una larga lucha contra el elemento integrista infiltrado Don Carlos Hugo los había expulsado del partido -nota mía aclaratoria-) Cada año, la concentración carlista en Montejurra fue adquiriendo un carácter reivindicativo hasta llegar a convertirse en punto de encuentro de las fuerzas progresistas estatales. El acto se autorizaba como celebración religiosa legalizada.
Posteriormente a la muerte de Franco, la presión de elementos ultraderechistas apoyados por medios como El Alcázar, y dirigentes del Partido Carlista de la facción de don Sixto de Borbón, conocido por sus posiciones de carácter fascista y opuesto al pretendiente Carlos Hugo, consiguieron la colaboración de servicios de la Seguridad del Estado. Entre los hombres clave de esa decisión estaban José Arturo Márquez de Prado, Antonio María de Oriol y Urquijo, a la sazón presidente del Consejo de Estado (y conocido monárquico Juanista) y el general Campano, entonces director de la Guardia Civil.
Bajo la intención genérica de «reconquistar Montejurra» y arrebatarla a los que calificaban de rojos-marxistas, consiguieron que el Gobierno Arias-Fraga tomase en consideración la propuesta de organizar la operación tendente a dicha «reconquista». La operación recibió el nombre clave de «operación Reconquista».
Para ello se establecieron contactos entre organismos como el SECED (Servicio Central de Documentación de la Presidencia del Gobierno y antecedente del actual CESID), la Guardia Civil y dirigentes del Partido Carlista ya citados (Los integristas). El CESED, que fue fundado por Carrero Blanco, estaba dirigido en aquel momento por el general Juan Valverde. Las reuniones fueron coordinadas por el propio Ministerio de la Gobernación, cuyo titular era Manuel Fraga.
ORGANIZACION
Se adoptaron medidas tendentes a dar la impresión de que se trataba de una reconquista civil de los verdaderos Requetés, fieles a la tradición, que con su «fortaleza moral y política» -como diría después el diario ultra El Alcázar- habían rechazado a los traidores de la verdadera ideología carlista.
Para lograrlo, el Gobierno encargó al SECED la propaganda del acto, concentrando a simpatizantes en la zona de Montejurra -monasterio de Irache- a base de ofrecimientos económicos y de facilitar medios de transporte.
Asimismo se repartieron por el servicio citado -el SECED- gran cantidad de bastones y cachabas con objeto, decían, de facilitarles la subida al cerro. Estaba claro que eran para ser empleados en la agresión prevista.
La financiación de la operación corría a cargo del señor Oriol y Urquijo, quien depositó en diversas entidades bancarias de Santander, Vitoria, Logroño, Pamplona y Burgos, cantidades destinadas a sufragar los desplazamientos de los simpatizantes.
Por otra parte, organizaciones ultraderechistas como los Guerrilleros de Cristo Rey
-de Sánchez Covisa, Fuerza Nueva y otras, contactaron con miembros de la Internacional Fascista italiana, con la Triple A argentina y otras organizaciones similares. Esto posibilitó que acudiesen a Montejurra conocidos miembros del fascismo italiano como Stéfano della Chiave. Augusto Chanchi y el argentino Rodolfo Almirón, que más tarde sería escolta de Manuel Fraga. En Montejurra apareció por primera vez el mercenario Jean Pierre Cherid.
La Guardia Civil se encontraba en esas fechas bajo la dirección del teniente general Angel Campano y tenía como subdirector al general de división Salvador Bujanda. Ambos eran miembros del Partido Carlista y mantenían una estrecha relación de amistad con Arturo Márquez de Prado, principal dirigente de dicho partido. (Nota estos señores, conocidos franquistas y ultraderechistas, habían sido expulsados del Partido Carlista hacía ya varios años)
Eso hizo que el señor Márquez de Prado estuviese los días precedentes al acto de Montejurra en la Dirección General con frecuencia exagerada y participando incluso en reuniones del director general con su Estado Mayor y mandos implicados en la organización de los actos.
El señor Márquez de Prado solicitó para sus militantes, que iban a concentrarse en la cima del monte con anterioridad, que la Guardia Civil les dotase de radio teléfonos y les facilitara armamento pesado: ametralladoras.
El jefe del Estado Mayor de la dirección, a la sazón el entonces general de brigada José Antonio Sáenz de Santamaría, se opuso rotundamente a esas peticiones y logró que el director general Campano no accediera a las mismas, limitándose la ayuda al envío de un destacamento uniformado de la Comandancia Móvil de Madrid que se instaló, con anterioridad al domingo 9 de mayo, en la cumbre de Montejurra y en la falda del monte, en las proximidades del monasterio de Irache.
Estas fuerzas fueron las que, en definitiva, consiguieron restablecer la situación tras los enfrentamientos que tuvieron lugar el citado domingo 9 de mayo y a los que haremos referencia en los siguientes apartados. (Nota.- En la cima del monte fue asesinado Aniano Giménez Santos por disparos de una ametralladora pesada. Si allí se encontraba la Guardia Civil de la Unidad Móvil -que más tarde participaría en el Tejerazo- ¿Quién disparó? La Guardia Incivil protegió y amparo a los asesinos y en ningún momento intervino para proteger a las víctimas)
DESARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS
Durante la noche del 8 al 9 de mayo los elementos reclutados por la ultraderecha se desplazaron a la cima del monte, donde se apostaron.
Cuando los Carlistas partidarios de Carlos Hugo estaban ya en la mañana del día 9, a punto de alcanzar la cima, se encontraron con el grupo de ultraderechistas partidarios de Sixto, el hermano de Carlos Hugo.
Estos componentes del bando de Sixto abrieron fuego sobre los que llegaban, produciéndose un tiroteo de armas cortas, pistolas. En el tiroteo resultaron dos muertos y varios heridos.
Uno de los muertos fue Ricardo García Pellejero, que fue alcanzado por un disparo efectuado por «el hombre de la gabardina», vestido con una larga gabardina, boina colorada y una pistola en la mano. Fue posteriormente identificado como Martín García Verde, comandante retirado del Ejército. Hubo además tres heridos graves y varios leves. Uno de los heridos graves, Aniano Giménez Santos, falleció cuatro días más tarde. (Nota.- Ricardo García Pellejero murió a la entrada del monasterio de Irache y no en la cima de Montejurra, los carlistas estaban desarmados y, por lo tanto incapaces de repeler la agresión)
REPERCUSIONES DE LOS HECHOS
Hubo tres detenidos y procesados:
-Martín García Verde fue detenido en Huelva por la Guardia Civil. Era comandante retirado.
-Arturo Márquez de Prado fue detenido e ingresado en la cárcel de Pamplona.
-Francisco Carreras fue detenido e ingresado en la cárcel de Pamplona.
El primero acusado de la muerte de Ricardo García Pellejero. Los otros dos fueron acusados como dirigentes de la acción violenta del día 9. El dirigente Sixto de Borbón fue expulsado de España por el Gobierno, sin permitirse que el juez le tomara declaración.
A los siete meses de su procesamiento, los tres se acogieron a la amnistía por considerarse los hechos como » delito político». La justicia, con carácter general, mostró muy poco interés en el esclarecimiento de los hechos.
CONCLUSIONES
a) Actitud de Fraga
El día en que sucedieron los hechos, Fraga no se encontraba en España, pues estaba de viaje oficial en el extranjero. Como se encargó repetidamente de expresar ante los periodistas, estaba encargado de los asuntos de su departamento el entonces ministro secretario general del Movimiento, don Adolfo Suárez.
El señor Fraga, no obstante, y de manera más bien tibia, asumió la responsabilidad, pero minimizando los hechos que calificó como «una triste pelea entre hermanos».
Ahora bien, en la preparación de la denominada operación Reconquista y en su disposición a apoyar a la ultraderecha en las movilizaciones previas, se mostró interesado.
b) Inicio de acciones antiterroristas
La conjunción de los distintos elementos que formaron la trama de esta operación es el primer paso de lo que durante la Transición constituyó el núcleo de las operaciones de la llamada «guerra sucia» contraterrorista.
Así, vemos que formaron parte de la operación:
-Militares descontentos de la reforma democrática del Régimen.
-Partidos ultraderechistas residuales: Fuerza Nueva, Partido Carlista Oficial.
-Activistas violentos de estos partidos: AAA, Batallón Vasco Español, Guerrilleros de Cristo Rey.
-Mercenarios reclutados de los partidos ultras extranjeros: PIDE portugués, Triple A argentina. Etc.
-Miembros aislados de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que, por su ideología, no encajaron la reforma del Régimen.
Todo este entramado operó de alguna forma apoyado, directa o indirectamente, por los aparatos del Estado en todas sus acciones de lucha antiterrorista durante los años setenta y ochenta, en lo que vino a llamarse Grupos Antiterroristas de Liberación y sin que hubiese solución de continuidad entre los mismos.
Hasta aquí el texto facilitado por el general Sáenz de Santamaría. El general participó, como jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil, en las reuniones preparatorias de la operación. Es un testigo presencial, un protagonista directo. Su testimonio cierra el círculo lógico que se desprendía del análisis de los hechos conocidos.
A efectos prácticos, la operación Reconquista de Montejurra fue el ensayo general de la intervención de órganos de la Seguridad del Estado en actividades ilegales ligadas a la lucha antiterrorista.
Lo singular de esta operación radica en que se utilizaron técnicas de «guerra sucia» en una maniobra de claro corte involucionista. Pocas veces más se haría así. Meses después se iniciaban las primeras «conjuras de salón» -o de cafetería- entre oficiales y jefes militares descontentos y sectores ultras de la sociedad civil. Este sería el modelo golpista hasta finales de 1985, año en que se realizó la última intentona de golpe de Estado.
Lo revelador es la presencia de Jean Pierre Cherid y el «esquema operativo» que siguió, un verdadero anticipo de lo que sería el frente ilegal -la «guerra sucia»- contra ETA hasta la llegada de Antonio Ibáñez Freire al Ministerio del Interior y, sobre todo, a partir de él.
DE LA DECLARACION DE SAENZ DE SANTAMARIA SE CONSTATA LA INTENCION DE «SALVAR SU CULO» DE LA QUEMA. TODOS LOS ULTRAS LOS QUE LLAMA CARLISTAS NO PERTENECIAN YA AL PARTIDO. FUE UNA CONJURA MUCHO MAS PROFUNDA. NO PODIAN CONSENTIR UN CARLISMO SOCIALISTA, AUTOGESTIONARIO, Y CRISTIANO, TRATARON NUEVAMENTE, DE INVOLUCRAR AL PUEBLO CARLISTA EN LOS INTERESES LIBERAL-CAPITALISTAS Y EN LA INVOLUCION. LA ULTRADERECHA NECESITABA DE NUESTRA GENTE PARA LA CONTINUIDAD DEL REGIMEN, ELLOS JAMAS HAN SIDO UN PARTIDO DE MASAS Y CREIAN PODER INVOLUCRARNOS EN UNA LUCHA QUE YA NO ERA NUESTRA. HABIAN DESAPARECIDO LOS CONDICIONANTES DE LA GUERRA CIVIL Y EL PELIGRO DE SOVIETIZACION DE ESPAÑA.
Publican ustedes un artículo más propio del diario ABC, La Razón, El Mundo o El País actual. Esta lista no es ni del Ayuntamiento de Madrid, ni de la Cátedra de Memoria Histórica, sino de una persona particular que la tiene en internet desde el año 2004.
A MOTI NELKEN. En dos ocasiones de este artículo -primer y tercer párrafo- se hace referencia a que la Cátedra de Memoria Histórica no se responsabiliza de ese listado y, de hecho, se establece un vínculo con la página web donde explican sus razones. Sobre el siempre socorrido recurso a la comparación para anular el contenido de un trabajo, incluso aunque fuera así, no anula la necesidad de facilitar este tipo de información histórica, ya que buena parte de estos errores se deben al desconocimiento, en este caso, como dice, por una iniciativa individual pero que ha alcanzado una indudable repercusión mediática.
Ay, esa fantástica izquierda que en cuanto se la contradice, aunque sea con argumentos solidos, te acusa de ser La Razón. Así no.
La Solidaridad Catalana no fue una «experiencia autonómica» sino una mera coalición electoral. Quizá se refiera a la Mancomunidad de Cataluña, que es posterior. La frase final ensalzando al difunto militante homosexual como el mayor ejemplo de tolerancia es escandalosa.
La expresión «experiencia autonómica» se utilizó intencionadamente en el más amplio de los sentidos pero tiene razón en que, tal vez, no sea lo más adecuado e induzca a la confusión; se ha corregido sustituyéndola por «movimiento autonómico». Por otro lado, las ideas autonomistas que Mella quiso extender también a Galicia, Asturias, Valencia, Andalucía e incluso a Castilla iban mucho más lejos de la descentralización administrativa que suponía la Mancomunitat.
magnífico artículo, gracias.
Aniano y Ricardo no eran carlistas