Palestina y el Sáhara Occidental: dos conflictos abiertos ante la mirada esquiva de la comunidad internacional
Estefanía Torres (@etorrespodemos) *
24-6-15
Hace solo unos días, recibimos la noticia del empeoramiento de la salud de Takbar Haddi. La huelga de hambre que llevaba siguiendo desde hace 36 días la hizo caer hospitalizada. Conocí a Takbar hace unas cuantas semanas en Estrasburgo. Vino a contarnos su historia, tan llena de humanidad como de cruel realidad. Ya se encontraba algo débil porque, entonces, llevaba unos cuantos días sin comer. A pesar de ello, tuvo la fortaleza de viajar desde Gran Canaria hasta el Parlamento Europeo para clamar, de nuevo, decencia y dignidad. Takbar es de carácter duro, fortalecido si cabe aún más por las vicisitudes propias de haber nacido en el Sáhara.
Perdió a su hijo no hace mucho tiempo, en febrero de este mismo año. Aunque, la verdad, para hablar con mayor rigor y apego a la verdad: en realidad, a su hijo se lo robaron. Haidalla tenía 21 años, era un activista, defensor de los derechos humanos, también saharaui, a quien algunos colonos marroquíes tenían entre ceja y ceja desde hacía tiempo por su mala costumbre de desobedecer frente a la injusticia, por tener la insoportable manía de no callarse y por ser un rebelde con causa. Fue agredido de manera brutal en el barrio Casa Piedra de la capital saharaui. Paso una semana de hospital en hospital pernoctando incluso en los calabozos de la comisaria de policía y, finalmente, murió en El Agadir. Una tortura total que no finaliza puesto que Takbar se niega a enterrar a su hijo sin una autopsia legal e independiente que certifique fehacientemente cuales han sido las circunstancias en las que han matado a Haidalla.
Nos lo dijo con toda la firmeza, a pesar de la debilidad física que ya presentaba cuando estuvo en Estrasburgo, nos lo repitió varias veces: "no dejaré la huelga de hambre, no tengo nada que perder, han matado a mi hijo y solo quiero justicia, aunque la vida se me vaya en el intento, estoy dispuesta a perderla". Una madre, como cualquier otra, que solo exige lo que por derecho le pertenece. Tal vez para entenderla sea necesario sentir esa alta protección hacia otro ser que solo sienten quienes han regalado vida. Pero, la verdad, es que cualquiera con dos dedos de frente es capaz de aplicar todo el sentido común a lo que sucede. Porque, por desgracia, aunque el caso de Takbar haya visto la luz, no es el único que se ha dado entre la población saharaui. En un lugar donde la injusticia es el pan de cada día y en el que la esperanza por vivir con dignidad es tremendamente débil, lo más normal es que sucedan cosas como esta que pasen desapercibidas para el resto del mundo.
El pueblo palestino y el pueblo saharaui son los grandes olvidados por la comunidad internacional. Dos pueblos que viven en condiciones infrahumanas, cuyo acceso a agua potable o a electricidad es limitado y cuya gente es perseguida con todo el peso de aquella ley que parece que solo existe para dar caza a los buenos. De ambas situaciones es corresponsable el gobierno español. Aunque con el pueblo saharaui la responsabilidad adquiere cotas altísimas. Nuestra deuda con el Sáhara Occidental es histórica y se debe, fundamentalmente, a la enorme cobardía que nuestros dícese representantes públicos siempre han mantenido en las relaciones con Marruecos al hablar de la población del Sáhara.
Takbar ya no va a recuperar la vida de su hijo. Eso es físicamente imposible. Pero ella sigue luchando para que la muerte de este joven no haya sido en vano. Lucha por su pueblo. No ya solo por conocer la verdad de la muerte de Mohamed, sino porque esa verdad sirva para que mañana el Sáhara sea libre, para que se celebre ese referéndum tanto tiempo prometido y nunca celebrado, para que este pueblo, que resiste a las embestidas recibidas por la falta de respeto de la comunidad internacional, pueda decidir su destino.
Aunque en esta ocasión nos vamos a Gaza, tengo a Takbar continuamente en el pensamiento. A Takbar, a Mohamed, a todas las personas que viven en el Sáhara, al pueblo saharaui, porque sé que ir a Gaza implica aportar mayor dosis de energía y de lucha por la libertad a nuestro pueblo hermano saharaui. Deseo con todo mi corazón que esta energía sea capaz de atravesar el Mediterráneo y superar las fronteras impuestas. Deseo que el pequeño grano de arena de este esfuerzo colectivo de la flotilla Rumbo a Gaza le sirve también al Sáhara. El mañana está más cerca. Sahara libre. Palestina vencerá.