Pablo González *
SIMFERÓPOL (CRIMEA).– Un 96,77% de los crimeos con derecho a voto se han pronunciado a favor de unirse a Rusia en el referéndum celebrado ayer, según los resultados oficiales. La intervención militar rusa ha sido el componente fundamental para que se celebrará la consulta popular. Sin embargo, no ha sido fundamental para el resultado. Las minorías de la región -ucranianos y tártaros- quedan en una posición muy delicada.
En la consulta celebrada este domingo, 16 de marzo, la población tenía como opciones seguir formando parte de Ucrania, pero regresando a la constitución del año 1992, en la cual Crimea tenía más autonomía respecto a Kiev, o entrar a formar parte de Rusia. Esta posibilidad ha sido la elegida, como apuntaban todos los pronósticos.
La mayoría rusa en la península ha sido clara protagonista, y su voto masivo –más de un 80% de participación– a favor de que Crimea deje de pertenecer a Ucrania, ha decantado la balanza. Los ucranianos, el segundo grupo étnico, que representa cerca de un cuarto de la población, ha ignorado en su mayoría la votación. A ello se une la desunión en la minoría tártara (aproximadamente un 12% de la población), la cual no tenía una postura única para votar. Las dos minorías quedan en una posición delicada a partir de ahora.
Las ciudades de Crimea han visto cómo se desplegaban en sus calles un número significativo de fuerzas de seguridad variopintas, desde policías del grupo Berkut hasta cosacos, tanto de Crimea como del sur de Rusia. Sin embargo, su presencia era algo menor que en las dos días anteriores. Ello ha posibilitado que el orden haya sido ejemplar en todos los colegios electorales y principales calles del centro de las ciudades de la península.
La gente que paseaba por las calles más céntricas no ocultaba su euforia por la unión con Rusia, que la inmensa mayoría daba por hecho incluso antes de ir a votar. Las esperanzas de la población de un nivel de vida mayor son las mismas que en el resto de Ucrania, aunque en Crimea el referente para la mejora del nivel de vida es Rusia.
Lidiya, jubilada de 86 años decía que quiere “una vida mejor” para sus tres nietos y dos bisnietos, “una vida de respeto a nuestra identidad rusa”. Para ella, el camino elegido por Kiev, “el de la guerra, no es el nuestro, nosotros queremos paz”. Tanto Lidiya, como las también jubiladas Elena y Tamara, de 60 años, estaban ilusionadas con el futuro que espera a la región. “Mañana [por hoy] vamos a despertar rusas. En 20 años no hemos tenido nada bueno en Ucrania. No había respeto hacia nosotros, ni siquiera el primer ministro (Yuschenko)”. Creen que las pensiones subirán, habrá más trabajo y mejores sueldos.
Sobre el papel de las tropas rusas que han intervenido Crimea desde hace varias semanas, Andrei, de 40 años, opina que “si no fuera por las tropas rusas aquí ya estaría Pravy Sektor (líder nacionalista ucraniano de la Segunda Guerra Mundial), y tendríamos una guerra”. Sobre las posibles dificultades de abastecimiento e infraestructuras que habrá en los primeros meses tras abandonar Ucrania y entrar en la Federación Rusa, Andrei comenta que “Moscú no se construyó en un momento, con lo cual si hemos esperado 23 años, podemos esperar un poco más”. La ilusión entre la población rusa es total.
La península de Crimea ha vivido en un lapso de tiempo de tres semanas una intervención militar de fuerzas armadas sin identificar ni reconocer su pertenencia oficialmente por ningún país, aunque su origen ruso es innegable, seguida del anuncio de una consulta popular para decidir el futuro del territorio.
El parlamento ruso ya votó a favor de permitir la integración de Crimea en la federación, y hoy hará una petición formal al Kremlin, pero la última decisión queda en manos del presidente ruso Vladimir Putin. Es el principal punto de interés ahora, ya que, según lo que decida Putin, Crimea será o bien un territorio de pleno derecho de Rusia, o bien quedará en el limbo legal como una territorio con un estatus no reconocido por la comunidad internacional, solo amparado por Rusia y algún estado menor, como ocurre con Abjasia u Osetia del sur.
Independientemente de la decisión que adopte Putin y el estatus final de Crimea, queda claro que la política internacional va a estar condicionada por estos hechos en los próximos meses y, posiblemente, años. Presencia de población rusa existe en muchos de los países de la ex Unión Soviética, especialmente en los aliados de Moscú Bielorrusia o Kazajistán, pero también en los Países Bálticos u otros territorios de Ucrania. Ello, unido a la ofensiva de Moscú en el campo diplomático y militar, aunque sin violencia directa por ahora, deja patente que la situación de equilibrio reinante en Europa oriental desde el fin de la URSS se ha roto.
El punto de tensión se traslada ahora al este de Ucrania, donde la minoría rusa es importante, aunque menor que en Crimea. A ello se une la radicalización de las fuerzas nacionalistas de derechas en Kiev. Ya en las últimas semanas se han sucedido enfrentamientos que han provocado la pérdida de vidas humanas. Esta tensión también ha conllevado la movilización parcial de los ejércitos rusos y ucranianos en la frontera común. El juego diplomático continúa, y a día de hoy es cada vez más complicado predecir la evolución de la situación.
Ojala haya suerta y se arreglen unos y otros sin andar a bastonazos.