Lucia Magi *
(Actualización del martes a las 20.00 horas tras el anuncio de Angelino Alfano)
ROMA.- Los matrimonios sin amor duran hasta que dejan de aportar beneficio a los cónyuges. La convivencia forzada de socialdemócratas y derecha berlusconiana, bajo el techo del Gobierno italiano, parecía a punto de acabarse. Y quien pidió el divorcio fue Silvio Berlusconi: "La experiencia del Ejecutivo de 'amplios acuerdos' está zanjada", sentenció el lunes, y aunque prometió sostener al Gobierno en la aprobación de la ley de Presupuestos, enseguida matizó que quería elecciones anticipadas. Con lo que no contaba il Cavaliere era con un divorcio en su propio partido: su delfín y ministro del Interior, Angelino Alfano, se decantaba hoy mismo por mantener el apoyo al Ejecutivo de Enrico Letta pese a las intenciones del que hasta la fecha ha sido su jefe.
La coyuntura era para el exmandatario de las que requerían gestos llamativos, extremos, e incluso desesperados: el Senado tiene que decidir el viernes si cesar al tres veces primer ministro, que el 1 de agosto fue condenado por el Supremo a tres años de cárcel por fraude fiscal.
Todos los hombres del expresidente amenazaron con retirarse del Parlamento si los senadores quitaban a Berlusconi el escaño en la Cámara Alta y la tensión dio un acelerón brutal cuando el magnate de las televisiones -dedicado a la política desde hace ya 20 años- impuso a sus ministros que dimitieran. El sábado, a última hora, disciplinados, aunque rechistando, los cinco miembros del Pueblo de la Libertad que se sientan en el Ejecutivo, incluido Alfano, obedecieron la orden del jefe, dejando al socialdemócrata Enrico Letta sin un tercio de su equipo.
Tras solo cinco meses parecían agotarse las horas del gobierno de "urgencias" -formado por la derecha, el centro del exmandatario Mario Monti y la izquierda, que ganó por los pelos las elecciones de finales de febrero, sin todavía llegar a los números indispensables para quedarse sola en el mando del país-. Italia no se deja gobernar y su inestabilidad -justo cuando se debe aprobar en el Parlamento la ley de Presupuestos- reavivaba el fantasma de la crisis de la eurozona.
"Decidí yo solo", decía Berlusconi asumiendo la completa responsabilidad de su apuesta. Para él, la medida del primer ministro Letta de subir el IVA un punto porcentual (hasta el 22%) contradice las promesas sobre las que se fundaba y cimentaba el pacto de gobierno. "No podemos hacernos cómplices de la manía vejatoria de la izquierda que solo piensa en subir impuestos", escribió el empresario y presidente del Pueblo de la Libertad instando a su delegación a que se retirase. Ellos doblaron la cabeza, pero luego se quejaron. Y en público. Al menos tres ministros declararon que iban a complacer a su presidente, pero que no estaban de acuerdo.
El mismo secretario del PdL, Angelino Alfano, se declaró perplejo por este acelerón hacia la crisis de gobierno y muy dolido por el hecho de que la decisión fuera tomada en la residencia milanesa de Berlusconi, sin consultarle, puenteándole y finalmente humillándole. Al final, parece que las formas han tenido también sus consecuencias.