Aparentemente, el reciente llamamiento de Ahmad Jabra, secretario general de la opositora Coalición Nacional, a todas las fuerzas rebeldes para cerrar filas en torno al Ejército Libre de Siria (ELS) parece un acto de autoridad interna en lo que hasta ahora se consideraba principal movimiento armado contra el Gobierno de Bachar al Asad.
Por desgracia, la realidad es mucho más dramática y tanto ese llamamiento como la posterior visita del general Idris –máximo mando del ELS- a las zonas liberadas en la costa mediterránea ponen en evidencia lo contrario: el ELS ha perdido ya el control de sus unidades, cada vez más dependientes de los grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda.
Todos los datos que, por distintas vías, salen de Siria al exterior, indican que el Estado Islámico de Irak y Siria, el Frente al Nusra y otras organizaciones similares llevan la voz cantante en la lucha contra el régimen baasista.
Más bien, estas declaraciones de la jefatura político-militar de la oposición son la consecuencia de la gira internacional realizada el pasado mes para reclamar el suministro de armas y el apoyo financiero prometido por las grandes potencias occidentales.
En esta gira, los distintos mandatarios europeos con los que Jabra se ha entrevistado y el secretario norteamericano de Estado, John Kerry, le han planteado sus reticencias al envío de armas ante el temor de que terminen cayendo en manos de Al Qaeda.
Uno de los mayores esfuerzos de Jabra en estos encuentros ha sido demostrar que el ELS y Al Qaeda son enemigos, pero, sobre el terreno, todo indica que sus unidades no solo siguen colaborando con las fuerzas yihadistas sino que no pueden prescindir de ellas debido a su mayor capacidad de combate.
En muchos lugares, son quienes toman las iniciativas y el mando de las operaciones, jugando las unidades “oficiales” del ELS un papel secundario, e incluso, cuando alguien ha cuestionado su liderazgo, los yihadistas han respondido sin contemplaciones. Así ha ocurrido con Kamal al Hamami, del Consejo Supremo del ELS en Latakia, con la brigada Hamza Asad en Idlib, con las brigadas de componente kurdo al este de Alepo, y ahora con la brigada Ahfad al Rasul, en Raqa.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, en esta ciudad, convertida en “emirato”, se suceden las protestas populares exigiendo la liberación de cientos de civiles detenidos por orden del Emir, entre ellos el conocido jesuita Paolo Dall’Oglio, que acudió a Raqa precisamente para solicitar la liberación de esos rehenes. Protestas similares se han registrado en Alepo, Deir er Zor y Ras al Ain.
Las horripilantes informaciones sobre secuestros en masa, violaciones, torturas, decapitaciones públicas y hasta personas quemadas vivas, aunque sean de difícil constatación en algunos casos, muestran el peligro que supondría consolidar la ya fuerte implantación de Al Qaeda con nuevas y sofisticadas armas.
Los últimos testimonios recabados entre personas que han huido de la zona de Tal Aran y Tal Hasel, al sureste de Alepo, hablan de una persecución, casa por casa, contra integrantes del llamado Jabhat al Akrad (Frente de los Kurdos), que aglutina a varias brigadas de esta y otras etnias minoritarias en el seno del ELS.
Opuesto este frente kurdo al liderazgo yihadista, Al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria se habrían lanzado contra las familias de sus integrantes, ejecutando a decenas de ellos, en algunos casos decapitados y deteniendo como rehenes a unas 200 personas, tal y como confirma el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Una de las consecuencias de estos hechos ha sido que Jabhat al Akrad ha roto su disciplina con el ELS y se ha aliado con las Unidades Populares de Defensa (YPG), dependientes del Partido de la Unidad Democrática (PYD), vinculado a su vez al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), principal grupo armado de Turquía.
Otra de las consecuencias estriba en que los principales países de la Unión Europea dispuestos inicialmente a enviar armas en consonancia con lo aprobado a finales de mayo, se muestran ahora más reticentes a tal opción. El pasado 24 de julio Ahmad Jabra no logró arrancar una posición clara a Françoise Hollande cuando se entrevistó en París con el principal defensor de armar a los rebeldes, mientas que el británico Cameron ha endurecido su postura, aproximándose a la ya conocida de Merkel. Algo parecido ha ocurrido con Washington tras los escépticos informes del Pentágono sobre la evolución del conflicto.
Se podría concluir que no habrá envíos de armas hasta que el ELS no garantice que ese material no caerá en otras manos, algo que, al parecer y por el momento, no puede hacer. Sirva solo como botón de muestra que, después de tres meses, el ELS no ha sido capaz de lograr la liberación de los obispos de Alepo secuestrados hace cuatro meses pese a que estas destacadas personalidades religiosas, igual que el padre Dall’Oglio, se distinguían por sus esfuerzos humanitarios y de medición para paliar los efectos de esta cruenta guerra civil.
Precisamente debido a estas crecientes dudas, George Sabra, otro destacado líder de la oposición, ha aprovechado el nuevo ataque químico de las tropas de Damasco contra la población para reiterar sus exigencias en el envío de armas, acusando a EEUU y a los demás "países amigos" de haberles traicionado.
Quizás si las potencias occidentales hubieran apoyado más en la fase inicial del levantamiento sirio se hubiera conseguido el derrocamiento de la dictadura sin apenas intervención de Al Qaeda, la cual se asienta en zonas en descomposición, sin una autoridad clara.