Un Papa con pasado

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Lucia Magi *

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Portada publicada el 18 de abril de 2010 por el diario argentino 'Página 12' donde se destaca un artículo de Horacio Verbitsky, el periodista que más ha investigado las relaciones del hoy Papa con la dictadura militar.

ROMA.– A primera hora de la mañana de ayer, el Papa Francisco salió del Vaticano, se dirigió a la Basílica de Santa María la Mayor para rezar sobre el altar donde San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, y celebró su primera Misa. No llevaba estola ni muceta (la capa), su único adorno era la cruz de plata oscurecida que tenía cuando aún era un cardenal. En el camino de vuelta al pequeño estado del que es Jefe desde el miércoles, quiso pararse en la residencia religiosa donde se alojó antes del Cónclave: saludó al personal y luego sacó la cartera y quiso que le cobraran su permanencia. Así es el primer Papa latinoamericano: hasta ayer, un Obispo sin coche oficial que en su Buenos Aires se mueve en Metropolitana y se cocina solo la comida. Un hombre muy espiritual que, al cabo de todo encuentro, se despide pidiendo una oración: “'Rece por mí, por favor', me dijo cada vez”, recuerda Alfonso Riobó Serván, director de Palabra, mensual de información religiosa.

El Papa Francisco nació en la capital argentina en diciembre de 1936. Sus abuelos habían llegado 7 años antes desde un minúsculo pueblo encajado entre los Alpes y Turín, en Italia. Jorge Mario era el cuarto de cinco hijos. Tras el último parto, la madre se quedó paralítica y desde la silla de ruedas les indicaba a sus niños cómo preparar la comida. Su padre era contable y a la familia no le faltaba de nada. Sin embargo, a los 13 años, el padre le presiona para que se busque un empleo y aprenda “lo que es ganarse la vida”. Tras las clases en el Instituto para ser químico industrial, el futuro Papa Francisco empieza a trabajar como chico de la limpieza de una industria de calcetines.

La vocación no llega temprano. Lo cuenta en el libro entrevista El Jesuita, publicado en 2010. Es el 21 de septiembre de 1953. Es el día del estudiante y acude a la iglesia con sus compañeros. Allí se confiesa y queda cambiado para siempre: “Me pasó algo raro, el estupor de un encuentro –cuenta en el libro–. Sentí como si me estuvieran esperando”. Corre a casa y se lo dice a su padre y a su madre. El primero reacciona animándole. Ella, en cambio, no entiende su elección. Con 21 años, Jorge entra en los Jesuitas. Va a Chile para completar los estudios en Humanidades y se licencia en Argentina en Filosofía y Teología. Es profesor y rector de varios colegios y facultades, pero nunca abandona su parroquia en la diócesis de San Miguel. Lee con sus estudiantes al amado Borges.

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El nuevo Papa, cuando era un joven jesuita (segundo por la izda.), acompañado de su familia. De pie y de izda. a dcha. sus hermanos Alberto Horacio, Oscar Adrián y Marta Regina. Sentados, su hermana María Elena, su madre, Regina, y su padre, Mario José Francisco. / Cortesía de Ediciones B para Efe

Cuando volvió a su país la dictadura militar, en 1976, Bergoglio era el superior de los jesuitas en Argentina. En mayo de 1976, retiró la licencia religiosa a Francisco Jalics y Orlandio Yorio, dos sacerdotes de la Compañía de Jesús políticamente más activos que él. Los dos curas, desprotegidos fueron secuestrados por un grupo de la temible Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) y torturados. Denunciaron por colaborador de la junta Militar a su superior, que testificó frente al Tribunal declarándose siempre inocente.

Fue Juan Pablo II el que le nombra Arzobispo de Buenos Aires en 1998. En el Palacio del Arzobispado dedica una línea telefónica a los curas de su diócesis para que puedan contactar con él en todo momento. Aboga por una Iglesia del rostro humano y que abre los brazos a todos, incluso a los que no creen: “Buscamos el contacto con familias que no frecuentan la parroquia contó en una entrevista del año pasado al diario italiano La Stampa– En lugar de ser solo una Iglesia que acoge y recibe, intentamos ser una Iglesia que sale de su recinto y va hacia los hombres y mujeres que no la conocen, que se han alejado o son indiferentes. Organizamos misiones en las plazas, donde se reúne mucha gente: rezamos, celebramos la misa, proponemos el bautizo que administramos tras una breve preparación”. En 1998, Wojtyla le entrega la birreta cardenalicia.

Él mismo lleva su agenda de citas. Publica un libro de diálogos con el rabino Abraham Skorda. Se opone al proyecto de ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. “Aquí está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia: papa, mamá e hijos -acusa el entonces Arzobispo Bergoglio en una carta pública-. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones”. Y añade alarmado: “Hoy la Patria, ante esta situación, necesita de la asistencia especial del Espíritu Santo que ponga la luz de la Verdad en medio de las tinieblas del error; necesita de este Abogado que nos defienda del encantamiento de tantos sofismas con que se busca justificar este proyecto de ley, y que confunden y engañan incluso a personas de buena voluntad”. Por su oposición choca con la presidenta Cristina Kirchner, que, de todos modos, estará presente el martes en el Vaticano, cuando el ex Arzobispo de Buenos Aires se instale en la silla de San Pedro.

(*) Lucia Magi es periodista.

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