En vísperas del décimo aniversario de la invasión angloamericana contra Irak, en este castigado país se pueden apreciar algunos indicios de una lenta pero progresiva normalización. El primero de ellos es la notable disminución, salvo los atentados de carácter sectario, del clima de guerra tras la retirada de las tropas extranjeras. El segundo son las cifras de exportación de crudo, que se sitúan ya por encima de las anteriores a la caída de Sadam Husein. Pero también se podría añadir un tercer y significativo hecho que ha pasado prácticamente desapercibido: el retorno a la Feria Internacional de Turismo (FITUR), celebrada en Madrid a comienzos de mes.
No se trataba de una representación oficial del Gobierno de Bagdad sino de la región del Kurdistán, la zona situada en el norte que ha conservado durante todos estos años unos aceptables niveles de seguridad y donde se está registrando un considerable desarrollo económico. El “stand” era una iniciativa del Gobierno Regional, a través de la Delegación que mantiene en Madrid, con la colaboración del grupo empresarial Marjan, que, entre otras actividades, ofrece la posibilidad de organizar viajes a esta zona y a otras partes de Irak preferentemente a empresarios e inversores pero también con una finalidad turística.
El Kurdistán de Irak, que cuenta con dos activos aeropuertos internacionales –Arbil y Suleimaniya-, ofrece la nada despreciable ventaja de poder viajar en solo unas horas al corazón de Oriente Medio con unas garantías de seguridad que hoy no tienen muchos destinos tradicionales, como ocurre con los casos de Egipto, Siria o Túnez. Además, permite conectar con una de las culturas más antiguas de Mesopotamia, hasta ahora oculta a los ojos occidentales debido a la sucesión de guerras en esta montañosa región junto a las fronteras de Siria, Turquía e Irán.
Entre sus principales atractivos, dejando a un lado el propio sistema montañoso con alturas superiores a los 3.000 metros, se encuentran el impresionante cañón de Ali Bej; extensos valles como los de Barzán y Hawramán; el “oasis” de Shaklawa, donde conviven musulmanes y cristianos; el santuario yezidi de Lalesh, principal centro de peregrinación de los “adoradores del diablo”; relieves del periodo asirio, y numerosos lugares de gran valor arqueológico, como la cueva de Shanidar, donde se encontró el primer enterramiento ceremonial que se conoce; Jarmo, cuna de la agricultura, o la Ciudadela de Arbil, considerada el asentamiento urbano habitado de forma ininterrumpida más antiguo del planeta.
Se trata, por lo tanto, de una oferta dirigida especialmente a aquellas personas interesadas en lo que se denomina “turismo cultural” o "turismo de aventura", en establecer un contacto directo con pueblos, formas de vida y costumbres ancestrales muy distintas a las nuestras. El Kurdistán, en palabas de Daban Shadala, representante del Gobierno de Arbil en España, “ofrece a los turistas que ya han visto toda Europa la posibilidad de cambiar de aires, de ver algo diferente, especial, único, y, por supuesto, su gente, abierta, amable, que recibe a los turistas con los brazos abiertos, y que les hace sentirse como en su casa porque el carácter hospitalario forma parte de nuestra cultura”.
Aparte de la seguridad y de la libertad de movimientos, Daban Shadala recuerda que esta región está equipada con modernos hoteles de cinco, cuatro y tres estrellas, que tiene la facilidad añadida de que, para los europeos, no es necesario visado, tal y como ocurre para el resto de Irak, sino un simple cuño que la Policía de aduanas estampa en el pasaporte al pasar el control aeroportuario.
Aunque desconocido como destino turístico por la generalidad de los españoles, el Kurdistán iraquí es uno de los lugares del mundo cuya visita ha sido recomendada por la revista National Geographic, el New York Times y, recientemente, por la Comisión de Turismo de la Liga Árabe. Daban Shadala reconoce que, salvo algunos empresarios, diplomáticos y organizaciones no gubernamentales, pocos españoles han visitado su región, pero no sucede lo mismo con otros países europeos, de los que en los últimos años han salido varias expediciones, y hasta grupos de trekking para recorrer sus inexploradas montañas.
Para Europa se trata todavía de un turismo en potencia, uno de esos lugares con grandes dosis de exotismo y a los que, hasta ahora, era imposible volar, pero el Kurdistán iraquí ya lleva varios años recibiendo forasteros. El año pasado, según los cálculos oficiales, fueron más de dos millones de personas, aunque solamente la quinta parte –concretamente 433.711- procedían del extranjero, sobre todo de Turquía, Irán y de los países del Golfo Pérsico. Más de la mitad de los turistas llegaron de otras partes de Irak, mucho más desertizadas y calurosas, buscando en sus valles un clima más agradable y en sus cascadas de agua helada la forma de escapar al abrasador sol mesopotámico. El más visitado de estos manantiales es el de Beijal, pero también son muy apreciados la “cola de caballo” de Ali Bej, Solav junto a Amadiya, Bijil en Akra o la cascada de Ahmed Awa cerca de Suleimaniya.
Hindreen Al Ozairy, director de Marjan Group, se considera satisfecho con su paso por FITUR, que ha hecho que Irak regrese de nuevo a esta feria internacional tras años de ausencia. Además de ofrecer su colaboración a aquellas agencias españolas que, como la navarra Itsaslur, ya han manifestado su deseo de abrir este camino al corazón de Oriente Medio, esperan volver a Madrid el año que viene “con un stand más amplio y mejor equipado”.