La matanza de Roboski, en la que murieron 35 contrabandistas kurdos el pasado mes de diciembre debido a un “error” de la aviación turca, hizo que saltara a los periódicos de todo el mundo un fenómeno generalmente desconocido: todos los años decenas de personas indefensas mueren al ser tiroteadas impunemente por los militares encargados de vigilar las fronteras entre Irán, Irak y Turquía.
Hasta hace un mes, solo se conocían las denuncias realizadas por las autoridades y la población local, como hizo en el verano de 2010 el alcalde de Hakkari (Turquía), Fadil Bedirmanoglu; pero estas denuncias siempre lo eran de forma imprecisa, sin datos exhaustivos ni estadísticas que demostraran la gravedad de estos hechos, que, con toda seguridad, han costado ya la vida a cientos de personas en los últimos años.
Sin embargo, ahora, un informe de la ONU elaborado por Ahmed Sahid, comisionado especial en materia de derechos humanos para Irán, revela que estos asesinatos se cometen de forma sistemática, violando flagrantemente los códigos y leyes internacionales que estos países se han comprometido a respetar.
Este detallado informe fue difundido a comienzos de mayo por la Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán y está avalado por una amplia estadística que recoge este tipo de crímenes entre los meses de marzo de 2011 y abril de 2012.
En realidad hay ocasiones en que ni siquiera las familias se enteran de la muerte de sus allegados, ya que los cadáveres son abandonados en lugares poco accesibles de las montañas a merced de alimañas y aves de rapiña.
En total y durante el último año, se ha contabilizado la muerte de 74 contrabandistas, mientras que otros 76 habrían resultado con heridas de diferente gravedad. El informe especifica que cuatro de estas muertes se debieron a minas que estallaron, avalanchas de nieve o por congelación. Las demás lo habrían sido por disparos realizados por los guardias fronterizos.
Los registros de estas muertes señalan que, por lo general, se concentran en la línea divisoria que va desde la ciudad de Qasr-e-Shirin, a la altura de Bagdad, y la localidad de Khoy, ya muy cerca de la frontera entre Irán y Armenia. De acuerdo con estos datos, los sectores fronterizos más afectados serían los de Sardasht, Marivan, Baneh y Nosud, todos ellos habitados por kurdos.
En toda esta zona actúan grupos armados que combaten al régimen de la República Islámica, motivo por el cual se ha incrementado la presencia de unidades militares y se está levantando un muro de cemento para impedir el paso ilegal entre estos países.
También confirma el informe que, habitualmente, se dispara contra los caballos y mulas utilizados para el transporte de mercancías, en muchos casos bidones de gasolina, que suelen incendiarse quemando vivas a las acémilas. Aparte de carburante, estos contrabandistas suelen comerciar, según la oferta y demanda de cada país, con tabaco, componentes electrónicos, ruedas de coche y alcohol.
Según la legislación iraní en vigor, el castigo para los contrabandistas no debiera de pasar de unos meses de cárcel o de multas cuya cuantía dependerá de la mercancía incautada, pero, en la práctica, las fuerzas de seguridad realizan ejecuciones sumarias y verdaderos ejercicios de tiro al blanco en la más completa impunidad. Un conocido caricaturista iraní ha reflejado esta situación mostrando a un soldado acribillando por la espalda a un porteador que apenas se mantiene de pie debido al peso de la carga.
La denuncia de la Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán y de la ONU incluye reveladores testimonios de familiares y testigos, evidenciando esa impunidad y cómo los procesos judiciales iniciados contra estos crímenes se eternizan en los juzgados de la República Islámica. Por citar solo uno de estos ejemplos, el subcomandante de Nasud disparó en plena plaza de este pueblo y a la vista de todo el mundo a varios contrabandistas que habían sido detenidos. Uno de ellos, el joven Purmand Madthnia, murió en el acto y otros tres quedaron heridos de gravedad. Este hecho provocó una revuelta de la población y el subcomandante fue destituido aunque, finalmente, el castigo consistió en el traslado a otra comisaría. Sin embargo, días después varias de las personas que se habían significado en las protestas fueron detenidas por la policía y procesadas.
Hadi Ghaemi, portavoz de la citada Campaña Internacional, destaca que esta represión mortal se ceba sobre una de las regiones de Irán más empobrecidas y con mayores índices de paro. “En realidad –señala Ghaemi- el Gobierno está castigando la pobreza. Atacar a los contrabandistas, que están en una de las zonas más pobres de Irán, supone utilizar una fuerza letal contra una gente relegada a esta actividad debido a las circunstancias económicas”. Una opinión también compartida por el periodista y activista local Masud Kordpur, para quien “trabajar como contrabandista muestra que la situación económica es tan mala que la gente se ve forzada a asumir un trabajo con un elevado componente de inseguridad y que lleva implícito el peligro de muerte por un disparo”.