Reelección al alcance

2
Barack Obama, ayer,en Honolulu, Hawaii, donde pasa sus vacaciones junto a su familia. / Kent Nishimura (Efe)

Durante su mandato se han batido récords de deportaciones. Y una gran mayoría de los inmigrantes expulsados son de origen latino. Aún así, el apoyo hispano a la reelección del presidente Barack Obama sigue registrando niveles similares a 2008.

Si bien Obama no ha cumplido la promesa principal que le hizo al votante hispano en 2008 -una reforma migratoria integral-, y ha aplicado las leyes migratorias de una manera mucho más estricta que su antecesor, la comunidad con mayor crecimiento en Estados Unidos parece dispuesta a darle una segunda oportunidad.

Obama despide el 2011 con buenas noticias en el plano electoral tras un año de crisis, desafíos y encontronazos políticos.

El último sondeo del Centro Hispano Pew muestra que un 59 por ciento de hispanos no está de acuerdo con cómo Obama gestiona la política de deportaciones. Según datos del Departamento de Seguridad Interna las expulsiones del país han alcanzado una media de 400.000 al año, un 30% más que durante el segundo mandato de George W. Bush; y los expulsados son, de manera desproporcionada, latinos. Representan un 97% de los deportados y sólo constituyen el 81% de los poco más de once millones de inmigrantes sin documentos.

Sin embargo, en una hipotética contienda entre él y el exgobernador de Massachusetts Mitt Romney, Obama obtendría el 68% del voto latino, frente al 23% que optaría por el candidato republicano, un resultado muy similar al de 2008 (Obama 67% frente a John McCain 31%).

Los hispanos aún no tienen un gran poder político -ni mediático, como recientemente expliqué en el Instituto Cervantes de Chicago- en Estados Unidos; aún así, son un buen ejemplo para predecir la fortuna del actual presidente. Porque si el votante hispano es capaz de perdonarle todo esto a Obama, ¿le negará el votante medio un segundo mandato al primer presidente afroamericano del país?

Faltan menos de once meses para saber la respuesta a esa pregunta.

Este mismo martes, los republicanos de Iowa serán los primeros en determinar su favorito para enfrentarse en Noviembre al actual presidente. Hasta el momento ha sido un rocambolesco proceso de selección (y eso que aún no ha empezado).

Durante semanas, el promotor inmobiliario y presentador de "reality" Donald Trump fue favorito sin ni siquiera declarar formalmente su candidatura. Conociendo el juego del ciclo informativo de 24 horas, se paseó por diferentes programas de televisión exigiendo la copia original de la partida de nacimiento de Obama. Tenía que demostrar, según él, que de verdad había nacido en Estados Unidos, poniendo en duda, una vez más, el verdadero origen nacional, étnico -y religioso- del primer presidente negro.

De la misma raza fue otra efímera estrella republicana. El empresario Herman Cain amenizó innumerables debates televisados con su cantinela de "nueve, nueve, nueve", su particular reforma fiscal que fijaría un listón igualitario de impuestos para todos los ciudadanos. Campechano, sonriente y optimista, Cain se vanagloriaba de no saber mucho de política internacional y de ser un tipo común y corriente. Terminó congelando su campaña no por su ignorancia y falta de preparación, sino por acusaciones de infidelidad y abuso sexual.

Ninguno de los candidatos restantes parece cuajar por el momento. Por eliminación, Romney sigue siendo el permanente favorito, la opción más clásica y segura en un partido dominado últimamente por el ala más radical y libertaria (de ahí el empuje del congresista de Texas Ron Paul, que hace cuatro años ya logró un considerable apoyo y terminó por orquestar una convención política independiente, algo que dividiría el voto republicano este 2012).

Ese partido republicano fue la estrella política en Washington de 2011, pero muestra síntomas de debilidad.

Poco duró el espíritu de unidad tras el atentado contra la congresista de Arizona Gabrielle Giffords. El pulso entre el presidente Obama y la nueva Cámara de Representantes, de mayoría republicana lograda por el empuje del flamante Partido del Té, fue férreo y continuo. Votos de procedimiento, como la subida del techo de la deuda, fueron utilizados para forzarle la mano al presidente y pusieron al país al borde del precipicio financiero.

Al final, un acuerdo del recorte del déficit, soso y sin fundamento, puso fin a una campal batalla de verano que dejó exhausta a la Casa Blanca y que no evitó días más tarde la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por la agencia Standard and Poor's.

Días más tarde, sin embargo, un grupo de jóvenes acampaba en Zuccotti Park, junto a Wall Street, para retomar inesperadamente el control del discurso político. Occupy Wall Street cautivó a una buena parte de un país reacio a la protesta y al cuestionamiento del sistema. Obama y los demócratas captaron el mensaje, y el último pulso legislativo pre-navideño -la extensión temporal del recorte al impuesto de la nómina y del subsidio de desempleo- se saldó con la victoria de la Casa Blanca frente a unos congresistas republicanos inconformes con el nuevo panorama político.

Más de uno sigue calificando a Obama de manso (incluso por cumplir su promesa de retirar las tropas de Irak). Y él responde ahora de manera contundente, diez años después de los atentados que cambiaron la vida de todos: "Que le pregunten a Osama Bin Laden".

Sólo una razón más para que a pesar de los datos económicos, la crisis de deuda europea y sus posibles consecuencias en Estados Unidos, y el todavía alto índice de desempleo, Obama parezca comenzar el 2012 con la reelección al alcance de su mano.

2 Comments
  1. jvrgarrido says

    Lo dudo bastante. Sus cotas de popularidad son las más bajas de un presidente en el mismo año de la reelección y la sociedad americana ha girado a la derecha notoriamente desde que fué elegido.

  2. Jonatan says

    Puede que sí, ya que los primeros caicuses republicanos están dejando ver la calamity de los derechones del tío Tom.

Leave A Reply