HOMS (SIRIA).- Una veintena de hombres permanecían agazapados en la esquina de la calle que comunica la mezquita de Al Jobari, en Baba Amr, con la avenida principal de este barrio de Homs. Los más valientes se asomaban en un gesto rápido, pero los disparos de ametralladora y francotirador con los que eran recibidos les obligaban a recular. Las balas rebotaban en el muro, levantando una leve polvareda; suficiente para ser conscientes del peligro y hacerles retroceder. Al otro lado de la avenida, otro grupo de civiles les pedía que aguardasen a que finalizaran los disparos.
Viernes 23 de diciembre. Otro viernes de protestas en Homs, donde el Ejército y sus milicias disparan a todo el que se pone el alcance de sus puntos de mira en los más de 40 checkpoints que, estiman los activistas, han sido dispuestos en la zona. Las pausas de los tiroteos animaban a los jóvenes agazapados a aventurarse a cruzar la vía, ya que atravesar la avenida es la única forma de regresar a sus casas. Acababa de finalizar el rezo, donde estaba previsto celebrar los funerales por once recientes víctimas mortales de la represión del Ejército sirio en este barrio de la tercera ciudad más grande del país árabe.
Las fotografías de Jaled Reslam, Ali Malah Ali, Jamish, Maamun Handawi, Haizam Sauri, Saleh al Janna, AdnanOmar, Nayef Awad, Imad al Leue, Taher al Abbani y la única mujer de entre los caídos, Katcha al Hammud, estaban preparadas: también habían sido distribuidas pancartas en árabe e inglés donde se recordaba que los sirios están en contra del sectarismo, y que el pueblo está unido en esta revolución contra una dictadura que se niega a ceder el poder tras cuatro décadas de autoritarismo.
Pero la potencia de fuego obligó a cambiar los planes. Apenas unos tres centenares de hombres y mujeres pudieron sortear los tiroteos que salen de los puestos de control para alcanzar la mezquita. Tras una pequeña manifestación donde corearon consignas contra el régimen y recordaron a los asesinados, 20 minutos de fervor popular, decidieron aplazar los oficios hasta que fuera seguro. Y regresar a sus casas, aunque para ello hubiera que atravesar la avenida principal de Baba Amr, con posiciones militares en ambos de sus extremos y francotiradores apostados en los tejados.
“¡Retroceded, retroceded!”, gritaban a los dos primeros jóvenes que intentaron lanzarse a la carrera ante el feroz fuego con que fueron recibidos. Estos, sin embargo, fueron los primeros en intentarlo cuando cesó una salva de disparos. Tras conseguir alcanzar el otro lado, otros dos jóvenes siguieron su ejemplo. En una calle paralela, otros hombres y críos hacían lo mismo. Los disparos incesantes no les alcanzaron. Tampoco disuadieron al resto de seguir intentándolo.
El sistema organizado para acudir a la mezquita desde el otro lado de la peligrosa avenida es simple: grupos de dos o tres personas a la carrera tratando de mantener el mismo ritmo veloz. La experiencia les ha hecho perfeccionar su sistema para minimizar las víctimas. Los rezagados son los que más posibilidades tienen de caer abatidos, y cuantas más personas traten de cruzar corriendo, más visibles se hacen en las miras de los francotiradores. Todo se convierte en una desesperada carrera contra el sentido común. Un ejemplo más de una población que está decidida a morir antes que cesar su revolución contra el régimen.
En el momento de máxima violencia, sólo los coches osaban cruzar. Escondidos en una esquina, acogían a viajeros: tras acelerar con el freno de mano echado, lo liberaban en una carrera desesperada para recorrer distancias de pocos metros. Pese a lo dramático de la situación, la calma de la población era notable: el riesgo es omnipresente en Homs desde hace cinco meses, y estas carreras sorteando disparos se han convertido en algo habitual.
Dos cámaras ciudadanos documentaban lo que sucedía, como hacía esta corresponsal. Los últimos minutos fueron más tranquilos. Decidimos salir a la carrera. Una nueva salva de disparos nos hizo retroceder. Las balas rebotaban contra la carretera y el muro. Se decidió esperar a que hubiera un coche disponible. El primero que paró estaba conducido por un solo hombre: en el asiento trasero, sangre y restos humanos confirmaban que el joven dedicaba su vehículo a transportar heridos. El coche aceleró frenado antes de iniciar la carrera: más disparos se abatieron contra el mismo, alcanzando el maletero pero sin hacerlo parar. "Alhamdullilah as salamah”, repetían en su interior con la respiración entrecortada. “Gracias a dios estamos a salvo”. Todo lo a salvo que se puede estar en Homs, bajo el cerco militar con el que el régimen castiga a una población en busca de dignidad.
excelente trabajo Monica…hace 2 dias hable con mi amigo en Homs..y el decedia dejarme porque el me habia decho que ahora mismo hay ataque..el vive en bario vecino de Bab Amro.
Alhamdullilah as salamah” a ti Monica