La insoportable levedad de Herman Cain

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Herman Cain, acompañado por su esposa, el sábado pasado, minutos antes de anunciar su retirada en Atlanta (Georgia, EEUU). / Eirk. S. Lesser-New York Times (Efe)

El circo de la selección de candidato presidencial republicano perdió a uno de sus más populares integrantes este sábado, justo a un mes de que comience el proceso de caucus y primarias en el estado de Iowa. Herman Cain tira la toalla, si bien no se va del todo. El empresario afroamericano suspende su campaña en lugar de concluirla. De esa manera puede seguir recaudando fondos y así pagar las deudas ya contraídas y financiar las operaciones de su próximo capítulo, que ha llamado Plan B: viajar por el país promoviendo sus ideas.

"Por las continuas distracciones, por el continuo dolor para mí y mi familia", sentenciaba Cain. "No porque no seamos luchadores. No porque no sea un luchador".

Su campaña no pudo sobrevivir al último escándalo sexual: el lunes pasado una mujer de Atlanta, Ginger White, confesaba haber sido amante de Cain durante los últimos 13 años. El candidato negó cualquier relación sexual con White, si bien reconoció ser su amigo y haberla ayudado económicamente a espaldas de su esposa Gloria, con la que lleva casado 43 años.

"Estoy en paz con Dios", dijo durante su discurso, "estoy en paz con mi mujer, y ella está en paz conmigo".

Cualquiera con algo de conocimiento de la política estadounidense sabe que ese Plan B del que ahora habla Cain fue siempre su idea inicial. Cain nunca se tomó esta contienda presidencial en serio. Su escasa preparación para ocupar el puesto de presidente, su comportamiento circense, sus ideas rocambolescas y un armario lleno de esqueletos hacían su victoria prácticamente imposible. Una mayor popularidad y la venta de ejemplares de su libro "¡Soy Herman Cain: Mi viaje a la Casa Blanca!" ("This is Herman Cain!: My journey to the White House") eran recompensa más que suficiente.

Si las encuestas dieron a Cain en algún momento un lugar prominente fue por la indecisión de los votantes republicanos, confundidos con un grupo extraño de candidatos que, a pesar de la debilidad de Barack Obama, no parece estar a la altura de las circunstancias. Frente al acartonado Mitt Romney, habitual favorito por eliminación, Cain ofrecía carisma, gracia, campechanía y un pegadizo plan de impuestos -¡9, 9, 9!- que con la excusa de gravar a todos los ciudadanos, ricos y pobres, por igual, hubiera bajado los impuestos a los más pudientes y obligado a los pobres a pagar impuestos por primera vez.

Pero el romance de la América republicana y el ejecutivo de pizzerías comenzó a enfriarse tan pronto como salieron a la luz pasados acuerdos extra-judiciales con varias ex-empleadas que habían acusado al jefe Cain de haberlas acosado sexualmente. Cain siempre negó las acusaciones, si bien no tuvo más remedio que reconocer que el dinero las había acallado.

También preocupaba últimamente su ignorancia de temas internacionales. En una entrevista grabada con la junta editorial del periódico Milwaukee Journal Sentinel, respondió de manera errática y confundida a preguntas sobre la política de Obama en Libia.

Aún es pronto para saber qué otro candidato se llevará las migajas que deja en el plato Cain. El ex-presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich parece estar gozando de un buen momento en las encuestas. Su único problema es que también es sospechoso de haber tenido como Plan A crecer en popularidad y ganar dinero a través de sus libros y documentales, dado su largo historial político repleto de oscuros capítulos.

Cain dice que en los próximos días dará su respaldo a uno de sus colegas de contienda. Veremos quién lo quiere a estas alturas.

Y mientras tanto, comenzarán a lloverle las ofertas de discursos diversos y programas de televisión. Sarah Palin ya tiene a otro colega de partido que le haga la competencia. Ha nacido otra estrella.

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