Distintos representantes de la comunidad copta han mostrado, tras los sangrientos sucesos del domingo en El Cairo, el mismo sentimiento de frustración ante los mandos militares que dirigen el actual proceso de transición. No solo en este caso sino en muchos otros donde han surgido problemas con los grupos salafistas, el Ejército ha tomado una actitud beligerante a favor de los islamistas radicales.
Los representantes coptos, que también participaron en la revolución egipcia, han denunciado esta parcialidad en numerosas ocasiones, advirtiendo que tal actitud no solamente contradecía el espíritu del 25 de Enero sino que pone a Egipto al borde del enfrentamiento civil. Al día siguiente de los graves enfrentamientos en los que murieron una treintena de personas y más de 300 resultaron heridas, Amer Musa, ex secretario general de la Liga Árabe y uno de los candidatos a la Presidencia mejor situados en las próximas elecciones, ha hecho suya esta advertencia: “No se puede repetir lo ocurrido; no se trata de Maspero sino de todo Egipto”, dijo haciendo referencia a la zona donde se registraron los disturbios.
Fuentes informativas especializadas en las comunidades cristianas de Oriente Medio y Egipto, como la agencia internacional Aina, explicaban citando testigos presenciales que las fuerzas militares estaban ya dispuestas para intervenir cuando la manifestación copta se aproximó a las instalaciones de la televisión estatal. De acuerdo con estos testimonios, sin previo aviso, los militares comenzaron a disparar y varios vehículos blindados avanzaron hacia una multitud, en esos momentos más de 100.000 personas, literalmente arrollando a numerosos manifestantes.
La marcha había sido organizada no solo en El Cairo sino en otras ciudades en protesta por la destrucción e incendio de una iglesia en la localidad de Elmarinad, cerca de Asuan. Además de la iglesia fueron destruidos un almacén de material eléctrico, un supermercado y cuatro viviendas pertenecientes a familias coptas. De acuerdo con las denuncias de los coptos, la policía no hizo nada para impedirlo.
Incidentes como el de Elmarinad se han repetido en otros lugares, incluso después del derrocamiento de Hosni Mubarak, lo que ha provocado el desengaño de aquellos sectores de la Iglesia copta que participaron activamente en las protestas que acabaron con el anterior régimen. Ihab Aziz, uno de los organizadores de la marcha del domingo, decía a la agencia Aina que ahora queda claro que los coptos son ciudadanos de segunda categoría. En la misma línea, se han expresado el conocido activista Michael Munir y Bothaina Kamel, primera mujer candidata a la Presidencia de Egipto.
Varios partidos egipcios, incluidos islamistas moderados como el Wassat, han condenado lo ocurrido y exigen a la junta militar que abra una investigación. A estas críticas se han unido, por ejemplo, el propio Movimiento 25 de Enero, que aglutina a los jóvenes que iniciaron la revolución, el partido naserista Karama, el partido Egipto Libre de Amer Hamzawi y el Partido Social Demócrata, quien, además, ha acusado a la TV estatal de parcialidad en los enfrentamientos y ha exigido una depuración dentro de las fuerzas armadas ante las fundadas sospechas de que algunas unidades simpatizan con los fundamentalistas.
Tampoco es la primera vez que aflora el desacuerdo de las fuerzas implicadas en la transición política y los sectores salafistas que, tras brillar por su ausencia durante las jornadas revolucionarias, ahora intentan hacerse dueños de la calle e imponer su ley, como está ocurriendo con los proyectos de reforma o construcción de nuevas iglesias.
El más significativo de estos encuentros ocurrió el pasado 29 de julio, día en que todas las fuerzas políticas se dieron cita de nuevo en la plaza de Tahrir para reavivar el espíritu de la revolución y exigir a los militares que aceleraran las reformas. Siguiendo aquel espíritu, la práctica totalidad de los partidos y coaliciones presentes aprobaron un programa para la jornada, que fue bautizado como el “Viernes de la Unidad Popular”.
Sin embargo, los grupos salafistas, apoyados por algunos sectores de los Hermanos Musulmanes, se negaron a suscribir el acuerdo, comenzando a lanzar consignas contra las fuerzas laicas y liberales. Según informa por su parte la página web Free Copts, una de las consignas más escuchadas fue “Obama, Obama… todos somos Osama”, en referencia al ya desaparecido líder de Al Qaeda, cuya efigie se podía ver en una pancarta situada en lugar prominente. Según estos testimonios, el acto conmemorativo dejó de estar controlado por las fuerzas convocantes, que terminaron por retirarse de la emblemática plaza y cuna de la revolución.
He leído hoy en la prensa escrita que este problema egipcio no una acción religiosa, o entre religiones… Me sorprende mucho esa percepción del asunto.
Desde que el mundo es mundo… de religiones, siempre han sido ellos, su desmedida ambición, su codicia, su avaricia -escuché al señor don Antonio Gala ya hace tiempo decir que, desde que las religiones, su jefes- se percataron que el poder principalmente residía en el poderío económico, estos, sus dirigentes se lanzaron a la acaparación de lo máximo. ¿Por qué, si no, se hacen ‘amigos’ de los gobernantes de menos escrúpolos?
Esas pestilentes escorias que lo son las máximas jerarquías eclesiésticas, de cualquier religión, se acercan al poder, de él, o a través de él sacan a manos llenas… Aunque ese dinero esté manchado de sangre… ¡ya lo lavarán!
Os lo habré dicho mil, diez mil, un millón de veces, no debéis entregaros a ninguna creencia, de ninguna clase, todo eso no es más que una mentira enorme.
Aún recuerdo cómo, en una charla con un musulmán, al manifestarle mi ateismo casi se llevaba sus manos a la cabeza…
¿Pero qué me dices -mascullaba- que no cees en dios?
¡No, le dije yo, sin nada de prepotencia o de arrogancia! ¿Tú, sí?
Casi se me cae al suelo.
¡No podía entender, pensé, que un no creyente estuviera vivo ante él!
¡De mi parte, yo no entiendo que el fanatismo alcance cotas tan altas!
Porque entiendo que los ‘vivales’ que viven de ese cuento, lo defiendan a muerte, pero nunca llegaré a saber qué les dan a esos infelices para que caigan en semejante majadería.