Desminando la Línea Azul

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El soldado Ricardo Jaramillo en plena labor de desminado. Al fondo, territorio israelí. / Mónica G. Prieto

MEISS EL JEBEL (FRONTERA LIBANO-ISRAELI).– El soldado Ricardo Jaramillo parece flotar en la frontera libano-israelí. Desliza su detector de minas por el arisco terreno, situado en lo alto de una colina cercana a Meiss el Jebel, con determinación y suavidad pese al aparatoso equipo de seguridad que aguanta su cuerpo. La sobrecogedora vista de la caída natural del terreno, unos pocos metros más allá, constituye un efecto óptico que, desde lejos, engaña haciendo creer que el joven desminador está a punto de precipitarse al vacío. Pero para Jaramillo la vista no constituye ninguna distracción. Sus ojos no se separan de la superficie que escruta con la paciencia de un artesano. Su trabajo implica máxima concentración, y perderla le puede costar un miembro o incluso la vida.

A muy poca distancia, el sargento Francisco Pintos, jefe del pelotón desminador, le guía a gritos en el estrecho pasillo demarcado con estacas y una cinta blanca y asegurado en las semanas previas para la ocasión. "Vuelve a comprobar qué hay a tu izquierda", le dice cubierto por el mismo chaleco y casco. "Más a la izquierda. Más". Muchas veces, la basura metálica entorpece la labor de los desminadores, que no pueden confiar en nada. Y eso implica que cada metro desminado lleve horas de arduo esfuerzo.

El soldado Jaramillo y el sargento Francisco Pintos examinan el área a limpiar. / M. G. P.

No se trata de cooperación civil: de eso ya se ha encargado Naciones Unidas y ahora los trabajos recaen en ONG y el Ejército libanés. La labor de limpieza de minas que lleva a cabo la unidad de zapadores española, como ocurre con el resto de desminadores internacionales de la FINUL, se limita a los posibles explosivos que hay en los puntos donde se deben instalar los pivotes que delimitan la Línea Azul, la demarcación provisional trazada en 2000 por Naciones Unidas y que hace las veces de la frontera hasta que ambos enemigos se reconcilien. Se trata de asegurar la labor de los ingenieros que instalarán los barriles azules, una vez libre de minas.

"En este caso, por ejemplo, debemos asegurar un punto situado aquí", explicaba frente a un mapa el teniente Ismael Pelayo, jefe de la Primera Sección de Zapadores y responsable del Mine Clearence Team, la unidad española de desminado. "Eso implica limpiar el pasillo que conduce al punto, unos 70 metros, y después limpiar el perímetro del lugar donde será colocado el barril azul", añadía en referencia al pivote en el área de descanso, situada a unos 100 metros del lugar de desminado.

Esos 70 metros les han llevado 20 días. "En una jornada normal podemos limpiar cinco metros, dependiendo de la contaminación del terreno", aclaraba la capitán Elena Carretero, responsable de la compañía de zapadores. "Es un procedimiento manual muy meticuloso. Se utiliza el detector de metales y cuando éste avisa de la existencia de algo metálico, hay que utilizar herramientas de jardinero para desenterrar el objeto sospechoso".

Los zapadores se retiran al área de descanso tras el desminado. / M .G. P.

En la pequeña superficie a la que se enfrentan Jaramillo y Pintos es perfectamente visible una mina antipersona, una pequeña caja amarillenta que casi se funde con el terreno: se trata de una antigua munición israelí de los años 80, posiblemente una AP-N4, de creer los mapas israelíes que cuelgan de varios paneles en el área de descanso. Los españoles calculaban que en la pequeña zona a rastrear se escondían entre 12 y 15 minas.

Los equipos de desminadores de la FINUL trabajan con los mapas entregados por Israel, lo cual facilita en principio la labor. "La ficha en hebreo incluye la indicación de dónde se plantaron las minas, el tipo y el número de éstas", detallaba el teniente Pelayo. El mayor riesgo es que las condiciones del terreno o la meteorología hayan movido las minas, o que los mapas, que datan de los años 80, no sean del todo precisos.

Los oficiales Iñigo Laquidarín y Elena Carretero, en el área de operaciones. / M. G. P.

La entrega de los mapas fue una lucha del Líbano durante años, especialmente después de 2006, cuando el Tsahal lanzó miles de bombas de racimo con cuatro millones de minas en su interior en los últimos días de la guerra. Aunque la prensa libanesa suele reflejar las quejas del Ejército local acerca de la falta de algunos mapas, la FINUL afirma que todos los planos con la munición lanzada aquel año "fueron entregados hace año y medio o dos años por Israel", aclara el portavoz de la FINUL Andrea Tenenti.

Ahora cabe la labor más compleja, retirar esas bombas durmientes que "nunca caducan, son armas infalibles: se quedan esperando su ocasión para provocar víctimas", reflexionaba el teniente coronel Iñigo Laquidarín, jefe de la Unidad de Ingenieros del Batallón español de la FINUL. Unos 15 hombres participan en cada labor de desminado, además de una célula de estabilización sanitaria desplegada en el área de descanso ante la eventualidad de tener que prestar atención de emergencia.

Un miembro de la FINUL española supervisa la tarea de desminado de un soldado. / M. G. P.

"Es imposible saber cuánto tardaremos en desminar este punto dada las circunstancias del terreno", recordaba la capitán Elena Carretero mientras miraba fijamente la labor de Jaramillo, que parecía bailar en un precipicio. La Línea Azul a demarcar se situa precisamente en la acusada bajada que desafía al soldado desminador, lo que implicará un verdadero reto para los zapadores españoles.

Al otro lado de la colina, se extiende un hermoso valle atravesado por la valla técnica israelí donde despuntan modernas torres de comunicaciones. Al fondo se distingue el moderno nucleo urbano de Kiriat Shmoná, perfectamente ordenado en contraste con las caóticas localidades árabes. Israel a las puertas y sus minas como alfombra de bienvenida. En Beirut, se celebra el Segundo Encuentro Internacional para la Erradicación de las Bombas de Racimo lucha por lograr adhesiones de nuevos países que ayuden a acabar con este arma indiscriminada que suele despedazar vidas civiles. Al minado sur del Líbano llegan los ecos de esta conferencia, pero no a Israel, uno de los principales países productores y usuarios de estos artefactos que no está dispuesto a suscribir el Tratado internacional como no lo hace Estados Unidos, China, Rusia, Pakistán o la India. Mientras no lo haga, los desminadores de la FINUL tendrán que seguir arriesgando la vida para limpiar el sur del Líbano.

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