Un frente sahariano contra Al Qaeda

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Un grupo de manifestantes exhibe la antigua bandera tricolor, que se ha convertido en símbolo de la rebelión contra Gadafi, en la ciudad portuaria de Tobruk (nordeste de Libia), el pasado lunes. / Efe-Stringer

Si la situación del Magreb no fuera tan dramática, resultarían hasta cómicas las palabras de Gadafi acusando a Al Qaeda de estar tras la revuelta popular en Libia. No es el único dirigente árabe en agitar la amenaza del más radical de los islamismos. A Gadafi le precedieron Ben Alí y Mubarak, y a estos dos, el ministro del Interior marroquí cuando aseguró que el Campamento de la Dignidad de El Aaiun estaba en manos de seguidores de Bin Laden. Los actuales acontecimientos indican, sin embargo, que, al menos en estos momentos, esa no es la principal amenaza en el Magreb.

Salvo unos comunicados difundidos llamando a las armas a los tunecinos cuando comenzaba la Revolución del Jazmín, el grupo de Bin Laden ha quedado al margen de  estos históricos acontecimientos. Se conocía que, para Al Qaeda, su marca magrebí era la gran esperanza de crear una amplia base de operaciones a las puertas de Europa. Había demostrado en varios secuestros su capacidad para esquivar los servicios de inteligencia norteamericanos, franceses y alemanes. Y también se sabe que militantes de grupos salafistas anteriores, como el GIA (Grupo Islámico Armado) de Argelia, y de  movimientos de resistencia locales estaban engrosando sus filas movidos por la desesperación y el callejón sin salida en que se han convertido algunos conflictos, como el saharaui, el bereber o el de los tuaregs, que afecta a varios países, incluida Libia.

Sin embargo, lo que está ocurriendo indica que los líderes de Al Qaeda estaban fuera de la realidad. Muchos valores importantes en los cambios en marcha tienen poco o nada que ver con sus planteamientos: democracia, pluralismo político y religioso, protagonismo de cristianos y laicos, una juventud vinculada a internet y a la cultura globalizada, la presencia de la mujer en las manifestaciones, los llamamientos de apoyo a Occidente e, incluso, la posición moderada de los Hermanos Musulmanes, que ya eran enemigos declarados, junto a los cristianos, de los seguidores de Bin Laden antes de la muerte del joven tunecino Mohamed Buazizi.

La bandera bereber usada en Argelia y Marruecos con la imagen de Lounes Matoub. / Asirem.bloguez.com

Pero aun hay otro revelador componente que choca con esa visión uniforme tan propia del salafismo. Se trata del resurgimiento de movimientos regionalistas opuestos a cualquier intento de asimilación cultural o religiosa. La reaparición en Libia de la bandera tricolor con la franja negra central de la Cirenaica deja muy claro que el Libro Verde y su “tercera vía al socialismo” no respondían a la realidad del país. La histórica región emerge de nuevo con fuerza como lo hizo frente a la invasión de Mussolini bajo el liderazgo de Omar Mukhtar, el mítico guerrillero inmortalizado por Anthony Quinn en “El León del Desierto”; y su tradicional corriente religiosa senussi  tampoco casa con esta nueva forma de fundamentalismo por mucho que Gadafi diga lo contrario.

Aún menos influencia puede tener sobre los impulsores de las protestas por la democracia en Argelia, herederos, en el fondo, del movimiento bereber kabileño que durante años simbolizó el cantante Lounes Matoub, otra figura heterodoxa donde las haya, perseguido por el Gobierno y odiado por los islamistas radicales. Acusado de ateo y blasfemo, fue secuestrado por el GIA en 1994, provocando una impresionante movilización popular que obligó a los yihadistas a dejarlo en libertad. Todavía no se sabe con seguridad quién lo asesinó cuatro años después, si el Estado o el GIA, pero sus ideas democráticas y autonomistas quedaron para siempre identificadas con la bandera y la cultura amazigh, la misma que, por los mismos motivos, se ha podido ver no solo en los recientes y violentos disturbios del Rif sino en las grandes manifestaciones por la democratización de Marruecos en Rabat.

Jinetes tuareg al sur de Libia. / Manuel Martorell

Tales reivindicaciones son semejantes a las de otros pueblos, etnias o credos que han ido apareciendo, dispersas, en este vasto escenario de 5.000 kilómetros de rocas y arena que va desde el océano Atlántico al mar Rojo. Todavía resulta impredecible el papel que jugarán otras formas más moderadas de integrismo, siempre presentes en estas sociedades. Lo que parece obvio es que se deben replantear las estrategias europeas para impedir que un deterioro de la situación provoque sinergias radicales y, por el contrario, sentar nuevas bases para estrechar la cooperación entre ambas orillas del Mediterráneo.

Hasta ahora, la política exterior, tanto la española como la de otros socios europeos, había despreciado y sacrificado este componente de diversidad para limitar las relaciones a las oficiales con gobiernos autoritarios. El caso del Sáhara Occidental y la negativa del Instituto Cervantes a promocionar la lengua española en los campamentos de Tinduf es, por lo que nos afecta, el más sangrante pero no el único ejemplo.

Ya no se puede poner como excusa para un cambio de política la necesidad de preservar la estabilidad de unos Estados estratégicamente vitales para nosotros. La cruda realidad demuestra que, precisamente por mantener estos regímenes, ahora nos encontramos ante un escenario donde no solo peligra la estabilidad de todo el Magreb sino la de Europa meridional en el hipotético caso de que estalle una crisis humanitaria en cadena.

4 Comments
  1. Aguila says

    Todavia es muy prematuro para saber que va a pasar en todos esos paises, los islamistas radicales estaran vigilantes para aprovechar cualquier oportunidad.

  2. Jonatan says

    Alá le oiga, Manuel.

  3. Manuel Martorell says

    Las dudas de Jonatan y Águila, en mi opinión, son totalmente razonables, pero de la misma forma que durante años el protagonismo ha quedado en manos del islamismo radical, pienso que es posible lo contrario; es decir, que ese protagonismo pase a un islam moderado y tolerante, que también existe, y a fuerzas laicas. En esta tarea, puede jugar un valioso papel la cooperación internacional, sobre todo en la nueva e histórica etapa que ahora comienza.

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