(Actualización)
"¿Cómo quiere el examen, en español o en castellano?" Algo así me preguntaron cuando, queriendo sacarme el carné de conducir, me fui a examinar del teórico. Era la oficina del "Departamento de Vehículos Motorizados" de Kalamazoo, Michigan, y corría el año 1996. Por curiosidad pedí las dos versiones, y tras un rato intentando descifrar lo que allí ponía -ambos formularios escritos en un español macarrónico- terminé por examinarme en inglés.
No fue un acontecimiento aislado. La cuestión ha surgido en numerosas ocasiones desde que vivo en Estados Unidos. "¡Ah! Tú eres de España, así que hablas castellano, no español", me han espetado tanto angloparlantes como hispanohablantes de fuera de España, intentando establecer una diferencia inexistente. Como filólogo que soy me es imposible quedarme callado e intento aclarar el equívoco ante un interlocutor -a menudo de ojos escépticos- que ve mi explicación teñida del más rancio colonialismo español. No hay manera.
(Un mito igual de extendido y mucho más rocambolesco es el del rey español con frenillo culpable de que en la mayor parte de España no exista el fenómeno conocido como "seseo" y por tanto la C y la Z no suenen nunca como S.)
Son los mismos ojos que miran con incredulidad los cambios ortográficos y de denominación anunciados unilateralmente -¿con precipitación?- por la Real Academia de la Lengua Española a comienzos de mes, y que no fueron ratificados por el pleno de academias (la española y las latinoamericanas) este domingo en Guadalajara, México. ¿Que desaparecerían la CH y la LL abreviando el alfabeto a sólo -perdón, que ahora también es "solo"- 27? ¿Que mis amigos y colegas latinoamericanos tendrían que adoptar mi "uve" y eliminar de su vocabulario la "be baja" o "be corta"? Los académicos, en lugar de aclarar dudas y destruir mitos, se dedican a confundir aún más. ¿Se acuerdan de aquello de "escuchemos la voz de los Súpertacañones"? A saber desde qué universo emitían sus juicios.
"¿Aceptaría Estados Unidos los dictados desde Inglaterra sobre el uso del inglés? ¿Argelia los de Francia? ¿Brasil de Portugal?", preguntaba hace unos días un editorial del diario mexicano El Universal (del que también se hacía eco este viernes el The New York Times). "España roza los 50 millones de habitantes, la mitad de los que hay sólo en México; su producción cultural no es superior a la que se hace en el resto de los países hispanoparlantes. ¿Por qué habrían de seguir México, Argentina o EU (segundo país con más hablantes de español) las normas provenientes de Europa?"
Si hay algo que aprendí rápido cuando crucé el Atlántico es que no soy nadie para andar corrigiéndole el español a mis amigos y colegas latinoamericanos. La lengua no la tomaron prestada de nadie. Nacieron con ella, por mucho que queramos tratarles como a ese hermano pequeño que nunca termina de crecer. Y siguiendo con la metáfora familiar, los académicos son como el abuelete que da órdenes sin que nadie le haga caso; los nietos son cada uno de su padre y de su madre.
El paternalismo de la Academia no tiene sentido en el mundo de hoy. El español debería seguir la senda del inglés, cuya plasticidad y falta de normas multiplica su influencia y sus hablantes.
Estos académicos, con sus normas que no vienen a cuento, parecen resucitar el espírtiu de la España colonial, y pronunciar esas palabras que más de uno hemos utilizado con desacierto alguna vez: "así no se dice".
Ahora, por unanimidad, deciden que los cambios serán sólo recomendaciones. Parece que el imperio intenta la vía democrática.
Toda la razón.
Efectivamente! Con ese tipo de «reformas» sólo promueven que aumente la ignorancia, que la gente piense menos y se desacreditan a sí mismos.
Pero, en cuartopoder quedó claro que se trata de una metedura de pata del director de la RAE y que nada hay aprobado, ni siquiera debatido, al respecto.
La RAE, como la Iglesia, suele ir por detrás de la sociedad. Y en esta ocasión creo que simplemente ha intentado adaptarse a lo que ya es una realidad, pues la lengua es viva. No obstante, estoy en contra del ordeno y mando. Por eso, me parece acertada la decisión final de que los cambios sean sólo recomendaciones.
El inglés lo hablan muchos porque lo tienen como lengua países poderosos: GB, EEUU, Australia, Canadá… El español no ha seguido esa suerte.