"Limpieza étnica" de muertos árabes en Jerusalén

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Aspecto de las obras del Museo de la Tolerancia sobre el camposanto de Mamilla. (www.mamillacampaign.com)

Asem Said Khalidi nunca pudo visitar a sus antepasados muertos. El camposanto de Mamilla, el histórico cementerio musulmán situado a los pies de la Ciudad Vieja de Jerusalén donde reposan sus ancestros, siempre fue un lugar vetado para este palestino, pese a que su apellido figuraba en las tumbas del lugar. Ya era así desde 1967, cuando Israel ocupó Jerusalén Este y consideró la extensión de tierra donde yace Mamilla –antes Ma’am Allah- una zona de su propiedad. Prueba de ello es que en los alrededores se construiría el Hotel King David, uno de los más importantes de la Ciudad Santa, y en la calle opuesta se alzaría el flamante Waldorf Astoria.

Pero para la comunidad palestina nunca dejó de ser el barrio de Mamilla, “antes de 1948 el más bello centro comercial de Jerusalén Este”, explica a cuartopoder Hoda Farid Imam, responsable del Centro de Estudios Al Quds. “Allí estaba el Café Picadilly, hoy convertido en el Café Herzl, o el Hotel Palace, del que sólo se conserva la fachada islámica, que hoy esconde el nuevo hotel de cinco estrellas”. El milenario cementerio había alimentado el barrio desde el siglo VII, pero hoy, ni Hoda ni Asem saben dónde están los restos de sus familiares allí enterrados, porque las 1.500 tumbas que albergaba este lugar histórico, donde según la tradición descansan varios compañeros del Profeta Mahoma –figuras clave de la Umma o comunidad musulmana- junto con miles de guerreros de Saladino, ha sido execrado para permitir la construcción del Museo de la Tolerancia, un centro dedicado al Holocausto que pretende ser levantado por la Fundación israelí Simon Wiesenthal (FSW).

No sabemos qué ha sido de los restos de nuestros muertos, es un secreto. Lo último que hemos oído es que los restos […] fueron depositados en cajas usadas de cartón y llevadas a un lugar desconocido”, se desespera Asem, contactado por correo electrónico. “Según la ley israelí, las tumbas judías nunca pueden ser exhumadas, mientras que las no judías pueden serlo pero siempre con dignidad. ¿Qué dignidad hay en meter a nuestros muertos en cajas y tratarlos como si fueran basura?”.

Hoda, Asem y otros 58 descendientes de personas enterradas en Mamilla, entre ellos el rector de la Universidad Al Quds Sari Nusseibeh o Rashid Khalidi, historiador y profesor del Centro Edward Said de Estudios Árabes de la Universidad de Columbia, han presentado una petición urgente a Naciones Unidas para evitar que el citado centro en memoria del Holocausto se alce en tierra sagrada musulmana. A los demandantes individuales se han sumado una larga decena de organizaciones civiles, alentadas por el Centro norteamericano de Derechos Constitucionales, cuyo director, Michael Ratner, explica su frustración tras los intentos de parar las obras. “Hemos contactado con los responsables de la FSW con la esperanza de que cesaran la terrible ironía de construir un museo de la tolerancia sobre un cementerio musulmán. Cada responsable que no actúa condona la execración de restos humanos y la violación de un emplazamiento sagrado de enterramientos”, denuncia.

El cementerio, en 1854. (www.mamillacampaing.com)

Desde que la FSW, una organización internacional judía de Derechos Humanos bautizada en honor del célebre cazanazis austriaco y empeñada en la persecución de oficiales nazis, diera por inauguradas las obras de su Museo de la Tolerancia sobre el cementerio de Mamilla en 2004, la polémica nunca ha cesado. Las primeras excavaciones revelaron, como era de esperar, centenares de restos humanos que obligaron a parar las obras: la comunidad palestina y en especial el Wafq, autoridad de bienes religiosos islámicos, denunciaron la profanación ante el Tribunal Supremo israelí y en 2008 su presidente, el juez Doris Beinisch, expresó sus reservas ante el proyecto. Sin embargo, la paralización de las obras sólo duró dos años: las restricciones fueron levantadas cuando oficiales municipales garantizaron al juez que apenas se habían encontrado tumbas en recientes excavaciones.

El diario israelí Haaretz desveló en una profusa investigación por qué no había restos en Mamilla: todos han sido exhumados y retirados del lugar en una fugaz operación de cinco meses llevada a cabo por una compañía privada. Los detalles son turbadores: en la operación no se contrató palestinos y a los trabajadores implicados (centenares de ellos para hacerlo con rapidez) no se les permitió introducir en las obras dispositivos electrónicos que permitan la captura de fotografías. Entre noviembre de 2008 y abril de 2009, se emplearon a fondo para hacer desaparecer los restos humanos. Según algunos empleados consultados por el diario hebreo, el número de restos óseos cuando se comenzó a excavar la tierra sorprendió a todos. Los responsables  dieron la orden de actuar a toda prisa, por lo que muchos huesos y calaveras se deshicieron entre los dedos. Una importante colección de fotos publicada por el rotativo dan dan fe de los hallazgos.

Para Guideon Sulimani, veterano arqueólogo de la Autoridad de Antigüedades israelí que supervisó las excavaciones iniciales, se trata de un escándalo. “Lo han llamado excavación arqueológica pero en realidad es una limpieza, una forma de borrar el pasado musulmán. Se trata de judíos contra árabes”, afirmó en declaraciones al Haaretz. Para Asem, se trata “obviamente de una limpieza étnica de muertos”. “El objetivo de Israel es que no haya más que lugares históricos judíos en Jerusalén y en el resto de Palestina. No puede esconder su intolerancia. No puede tolerar la existencia de un cementerio musulmán rodeado de barrios judíos en el centro de Jerusalén”. “No se trata sólo del cementerio, quieren borrar toda la memoria histórica del lugar”, añade Hoda.

El rechazo no sólo viene de la comunidad palestina, sino también de académicos israelíes indignados por la profanación del histórico cementerio como Yehoshua Ben-Arieh, Premio Israel y profesor emérito de Geografía de la Universidad Hebrea de Jerusalén, considerado uno de los grandes investigadores de la Ciudad Santa. “No se trata de un asunto trivial: es esencial actuar claramente en este asunto. Construir este museo creará una situación irreversible que nos dañará durante generaciones, será una razón para criticar nuestra actitud hacia cementerios y lugares santos por otras comunidades”, explicó en declaraciones al Haaretz.

La Corte Suprema basa su autorización en que “por 50 años, este terreno no fue parte del cementerio […] y fue usado por varios motivos públicos”. Una decisión sorprendente, dado que en 2006, cuando esta periodista ejercía como corresponsal en Jerusalén, las tumbas árabes eran perfectamente visibles antes de ser rodeadas por una enorme valla metálica de seis metros de altura que cerraría las obras del Museo de la Tolerancia. Una vez cercado, los intentos de entrar en la zona en obras fueron infructuosos. Cámaras y guardias de seguridad vigilaban que nadie tratase de hacer fotos en el interior del recinto. Contactados los responsables de la FSW al respecto, afirmaron que ese tema “no está sujeto a comentarios”. Hoy en día, es difícil encontrar una respuesta de la fundación a las críticas.

Cuando habla de los usos públicos del cementerio, el Tribunal se refiere a un sector del camposanto de Mamilla que, en los años 60, fue convertido en aparcamiento por las autoridades israelíes. “Durante esos años nadie se quejó de que se violara la santidad del lugar”, reza la sentencia.

El cementerio, antes de las obras. (www.mamillacampaign.com)

La construcción del aparcamiento data de 1965/6, cuando los palestinos que vivían en Jerusalén estaban sometidos a la ley marcial y sus movimientos estaban restringidos”, explica Asem Said. “El Wafq pidió en 1967 que se le devolviera la autoridad sobre el cementerio, pero se le fue negada. En 1970 y 1980, la continua profanación y destrucción de los muros del cementerio se topó con protestas musulmanes que nunca tuvieron respuesta israelí. En el diario de Jerusalén Al Quds número 3730, fechado el 1 de octubre de 1979, se publicó una carta abierta a Teddy Kollek, alcalde de Jerusalén, denunciando los continuos sacrilegios del terreno de Mamilla. No hubo respuesta. En los archivos del Wafq puede encontrar otra carta sobre el mismo asunto enviada al alcalde de Jerusalén en diciembre de 1985: no hubo más respuesta que promesas verbales que nunca se mantuvieron”.

Asem cita más ejemplos de las quejas musulmanas que nunca causaron efecto. Sorprende que, pese a las críticas recabadas por el proyecto dentro y fuera de Israel, la FSW no ceje en su empeño de cambiar el emplazamiento del Museo, si bien no se pronuncia sobre los motivos que le llevan a empecinarse en construir un museo en tierra que podría considerarse patrimonio histórico. El lugar fue inscrito en el Registro de Tierra palestino en 1938 como dependiente del Wafq, autoridad de bienes religiosos musulmanes, y tras el establecimiento del Estado de Israel, en 1948, las autoridades jordanas denunciaron las consecuencias para el camposanto. El entonces responsable del Ministerio de Asuntos Religiosos israelí, Yaakov Yehoshua [padre del conocido escritor A.B. Yehoshua] escribió en respuesta: “El cementerio de Mamilla es considerado uno de los más respetados lugares musulmanes donde 70.000 guerreros musulmanes del Ejército israelí y muchos hombres inteligentes fueron enterrados”, y prometió que el Estado de Israel haría lo posible por preservar y respetar el lugar.

Esa política pertenece al pasado. La evacuación de los restos del cementerio de Mamilla forma parte de la campaña de judeización de Jerusalén, según los testimonios consultados. Intensificada en los últimos años con la demolición de viviendas árabes en barrios palestinos, la expulsión de familias palestinas de sus casas –ocupadas inmediatamente por colonos israelíes, que a juicio de Peace Now están “cambiando la agenda del Gobierno y dictan el proceso político de todo el país”- , la revocación de permisos de residencia, que se ha disparado en los últimos años, o la expropiación de tierras, la política de Tel Aviv llevada a cabo en Jerusalén Este viola la Convención de Ginebra con respecto al trato en una ocupación a la población invadida.

B’Tselem define estas políticas como un grave atentado contra los derechos de los residentes y una flagrante violación de la ley internacional”, pero lo peor parece por venir: la anunciada ola de deportaciones de residentes árabes que ya comenzado con la expulsión de varios palestinos, entre ellos cuatro diputados de Hamas residentes en Jerusalén Este.

Pero la profanación de un camposanto son palabras mayores. El arquitecto que diseñó el imponente edificio de titanio, cristal y piedra a erigir sobre el cementerio, Frank Gehry, se retiró del poyecto cuando la FSW le pidió que recortara gastos. En 2009, un grupo de rabinos americanos reformistas, en representación de una amplia corriente del judaísmo norteamericano, pidió que el museo fuera realojado en cualquier otro lugar. “Protestamos en los términos más enérgicos no sólo por la profanación, sino por la evacuación de cualquier cementerio judío sea cual sea el propósito. Por lo tanto, es evidente que nos oponemos a la eliminación de cualquier otro lugar sagrado de otro pueblo”.

El Consejo para los Derechos Humanos de Naciones Unidas adoptó el pasado marzo una resolución expresando “su grave preocupación por la excavación de tumbas y la evacuación de centenares de restos humanos del cementerio de Ma’am Allah para construir un museo de la tolerancia”. Asimismo, los embajadores árabes e islámicos en Naciones Unidas han presentado la petición de los 60 firmantes palestinos al Consejo de Seguridad de la ONU y al secretario general, quien promete investigar lo ocurrido. Incluso el Ministerio de Exteriores suizo ha “deplorado la decisión de construir semejante museo sobre un antiguo museo musulmán”, lo que “no ayuda a fomentar la cohabitación pacífica entre las diferentes religiones”.

Algo descabellado a juicio del Estado de Israel, cuyo presidente, Shimon Peres, describe el Museo de la Tolerancia en los siguientes términos: “Este museo es más que un edificio, es un mensaje eterno de entendimiento, solidaridad y unidad”.

4 Comments
  1. mabu says

    Primo: que yo sepa y he leído en alguna parte, no se trata solamente de montar allí el museo del holocausto, sino de un auténtico centro comercial, con tiendas, restaurantes y discoteca
    Segundo: qué diría la comunidad judía internacional si, por ejemplo, se desalojara y de esta forma el espacio muy importante dedicado a cementerio judío en el cementerio del Père Lachaise en París?
    Tercio y lo más importante: como dice el artículo se trata de otra empresa más de borrar so cualquier pretexto la memoria colectiva de los palestinos

  2. Memetrios says

    A mi me sorprende como no se revisa lo hecho por los árabes en jerusalén desde el 48 al 67, en que todo vestigio judío fue reducido a escombros sin expepción incluida la gran sinagoga de la Hurva de 24 metros de altura un hecho comparable a la destrucción de la cúpula de la Roca, y nadie dijo nada, y nadie lo recuerda. A Israel le exigimos lo que nunca le vamos a exigir a los árabes, y los árabes son el niño malcriado, que quiere matar al hermano y cuando lo consiga vendrá a por su consentidora madre (Europa) que dirá en patéticos sollozos ¿porqué me mata si le dí mi amor? jejeje. Ojalá estos Neo-Bárbaros neo-musulmanes devolvieran el afecto que les damos y la paciencia, pero lo ven como un signo inequívoco de nuestra debilidad (Y no les falta razón).

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