De cómo los derechos humanos se violan en la red, en siete preguntas
- Desde 2017, el Consejo de Europa está elaborando el informe 'Social media: social threads or threats to Human Rights?' en el que analiza algunos de los peligros de las redes.
- "Los ciudadanos ni siquiera son conscientes de que sus datos están siendo usados para crear burbujas de filtrado, que buscan incidir en su realidad", explica el socialista José Cepeda, impulsor del documento.
¿Dejarías que un desconocido supiera cuáles son tus tendencias políticas o qué noticias lees?¿Enseñarías tu álbum de fotos familiar a ese compañero de trabajo con el que casi no hablas? ¿Te crees lo que te dice cualquiera que te para por la calle? Eso es lo que hacemos constantemente en las redes sociales, donde los usuarios bajan la guardia en aspectos en los que no cederían nunca fuera del espacio digital. Las empresas desarrollan algoritmos para sacar beneficio económico (y a veces político) de ese rastro que dejamos, auspiciadas por un modelo de negocio donde no importa el contenido sino la publicidad online que se vende en 'clics'. El mundo online está lleno de oportunidades, pero también de riesgos y algunos de ellos pueden erosionar los pilares de las democracias.
El Consejo de Europa lleva estudiando esta cuestión desde 2017. El senador socialista José Cepeda es uno de los impulsores del informe 'Social media: social threads or threats to Human Rights?', que está en fase de borrador y es fruto de meses de trabajo y debate con políticos y expertos: "Hemos evaluado que hay un buen número de derechos humanos, recogidos además en todas las legislaciones, de los que parece que el ámbito digital está exento en su cumplimiento", explica.
En este organismo europeo, compuesto por 47 países, preocupa la expansión del discurso del odio en la red, la utilización de datos personales o el diseño de campañas de desinformación para influir en procesos electorales. Esto hace que se expanda, por ejemplo, los consejos antivacunas, los bulos contra los inmigrantes o que se den escándalos como el de Cambridge Analytica, una compañía con la que a través de un test de personalidad de Facebook obtuvo datos de la red social para saber qué mensajes lanzar para influir en los usuarios.
Charlamos con el senador Cepeda sobre las conclusiones del citado informe del Consejo de Europa, del que aún queda la última fase para su aprobación definitiva. El socialista apuesta por exigir más transparencia y responsabilidad a las empresas tecnológicas que usan "algorimos opacos", promover que los estados desarrollen herramientas para proteger a los usuarios y prestigiar los medios de comunicación y el trabajo de los periodistas.
–¿Se incumplen los derechos humanos en el mundo digital?
"Los algoritmos han sido utilizados para vender algo más que productos"
– Hemos evaluado que hay un buen número de derechos humanos, recogidos además en todas las legislaciones, de los que parece que el ámbito digital está exento de su cumplimiento. Nosotros hacemos referencia de manera muy específica al artículo 10 [del Convenio europeo de Derechos Humanos], donde se hace mención a la libertad de información y de expresión. Las grandes empresas, en un nuevo modelo económico, empezaron a vertebrar sus ingresos sobre la publicidad en la red y generaron algoritmos para potenciar, sobre todo, la parte de rentabilidad económica. Esos mismos algoritmos han sido utilizados para vender algo más que productos e, incluso, orientar a los ciudadanos que utilizan las redes sociales en una determinada dirección o hacia determinados flujos de información. Esta información a veces es falsa, está llena de mentiras y acaba siendo viral. Gracias a lo que llamamos burbujas de filtrado, cientos de ciudadanos se han visto bombardeados por auténticas mentiras.
Bajo el modelo de desarrollo de la algoritmia, en las redes se ha actuado poco o prácticamente nada. Cuando ha habido una alerta porque se sospecha que se ha influido en un proceso electoral, ha sido cuando han empezado a desatarse las alarmas. Si los datos de las personas no se protegen, puede afectar a los derechos humanos y eso es lo que estamos evaluando en el Consejo de Europa.
–¿Puede ponerme algún ejemplo concreto de estas violaciones de derechos?
–Ya existió un caso notable con Cambridge Analytica, que dejó en evidencia la mala praxis y la mala utilización de datos de ciudadanos que, sin saberlo, eran orientados a informaciones muy determinadas en procesos electorales. De lo que hablamos en este informe es de cómo usar nuevas tecnologías en la programación para que todo esto no sea posible, que haya leyes que se puedan trasponer para que estas malas prácticas puedan tener sanciones, pero más allá de eso, es importante desarrollar tecnología para que los ciudadanos sean los auténticos dueños de sus datos. Ya hemos visto alguna iniciativa con Tim Berners-Lee, que fue uno de los programadores de la World Wide Web. Este padre de internet ya ha dicho que estaría dispuesto a desarrollar dispositivos y fórmulas para que finalmente cada usuario pueda tener una propiedad absoluta de sus datos. Ese modelo es el que ponemos como ejemplo.
– También piden reforzar el papel de los periodistas y poner en valor las informaciones elaboradas por profesionales.
"Muchos periodistas se quejan de que hay una gran intromisión"
–Una de las cosas que hemos visto en toda Europa y que nos han comentado los profesionales es que uno de los problemas está en buscar la calidad de la información. Más allá de cómo estén programadas las redes sociales, otro tema es la información y la batalla contra la mentira. Muchos profesionales se quejan de que hay una gran intromisión. Primero hay medios de comunicación que parece que lo son, pero que no lo son.
También hay medios de comunicación sociales que contratan a personas que no son periodistas. El otro día me dijo un periodista que él no se sometería a una operación quirúrgica hecha por alguien que no fuera médico, ¿por qué no pasa lo mismo con la información? Nosotros proponemos un sistema de sellos de calidad para que cuando un usuario esté navegando por la red tenga unas banderas de aviso que digan, por ejemplo, que la información viene emitida por cuartopoder.es, que hemos verificado que el 99,9% de las informaciones son veraces, objetivas y con patrones profesionales. No es que haya que crear una autoridad oficial que lo delimite, sino que sean los propios usuarios los que lo vayan generando.
Uno de los parámetros para identificar cuándo un medio online genera información de calidad tiene que ver con los profesionales que la elaboran y lo queremos poner en valor. Los periodistas tienen que ser reconocidos de una vez como los valedores de una información profesional.
–Podemos poner certificados de calidad a los medios, pero los usuarios se informan cada vez más por las redes sociales, ¿los ciudadanos tienen también una parte de responsabilidad en la desinformación?
–Por supuesto. Hoy no se comparten periódicos, ni la sección de nacional, sino que se distribuye el artículo o la columna. No se comparte una visión global, lo que supone otro peligro para la información y el conocimiento. Se pierden las decisiones que toman los periódicos sobre dónde colocar una foto, el tamaño del titular… Se está perdiendo, desde un enfoque editorial, la importancia de las informaciones.
Por eso, también hay responsabilidad de los usuarios en que no solo se dediquen a retuitear o reenviar, sino que tarden tres minutos más en ver si es verdad o mentira y si, además, tienen la opción de decir qué es mentira, ganamos todos.
–¿La educación tiene algo que decir en la lucha contra las mentiras?
– Por el momento, no hemos hablado de sistemas educativos, pero a nadie se le escapa que sí. En un nuevo entorno digital existen grandes potencialidades pero también grandes riesgos. Hasta hace poco nadie podría pensar que valores intrínsecos a derechos humanos como los límites a la libertad de expresión se podría vulnerar en un entorno nuevo. Educar es fundamental y básico.
– Hablaba de la necesidad de que las empresas tengan más transparencia en los algoritmos, pero también de crear nuevas herramientas para detectar abusos. Sin embargo, para que esto ocurra los países tienen que competir con los grandes presupuestos de las empresas privadas.
–Sí, al final es la gran batalla que tenemos en el siglo XXI: la política frente a la economía global. La política es pequeñita y la economía es global. Que en instituciones como el Consejo de Europa, que alberga en su sede a 47 países, hayan saltado algunas alarmas tiene una importancia notable. Creo que una de las cosas más importantes que tiene que tener la política es la visión global de la realidad. Te pongo un ejemplo. En los últimos tiempos me quedo horrorizado cuando critican al presidente Sánchez por el trabajo internacional, ojalá todos los presidentes de todos los países de nuestro entorno tuvieran en su pensamiento la misma importancia de lo internacional. Él tiene claro que la política tiene que ser más global y que hay que ir a una visión multilateral en muchas decisiones. Organizaciones como el Consejo de Europa o como la Unión Europea son importantes para que se empiecen a evaluar nuevos modelos.
–Después de todas estas conclusiones, ¿los ciudadanos están desprotegidos? Parece que a veces claudicamos de derechos de los que no renegaríamos en el mundo físico.
–Sí, estamos continuamente cediendo en cosas tan importantes como nuestra vida, el relato de nuestra propia historia, que antes solo compartíamos con los seres más cercanos. Ahora se lo estamos dejando a una organización masiva de personas o a corporaciones que al final buscan una rentabilidad económica. En muchas ocasiones, los ciudadanos ni siquiera son conscientes de que sus datos están siendo usados para crear burbujas de filtrado, cápsulas, que buscan incidir en su realidad. Es fundamental que desde la política globalizada empezamos a diseñar y a darnos cuenta de que hace falta protegerles.
"La información puede acabar siendo utilizada para manipular el pensamiento de las personas"
Hace unos años parecía impensable hablar de cómo los datos son cada vez más importantes, de cómo se pueden vulnerar los derechos humanos o de cómo la información puede acabar siendo utilizada para manipular el pensamiento de las personas. Eso incide negativamente en las democracias. Estamos hablando de que los ciudadanos libres puedan tener más información para crear sus puntos de vista y ejercer sus derechos democráticos como el derecho al voto. Hay auténticas maquinarias y servidores utilizando programas para que eso se pueda cambiar en determinadas elecciones. Ahí están los riesgos que tenemos que intentar aplacar.