No es fácil que dos informes tan diferentes, uno independiente y el otro oficial, el primero centrado en Pakistán y el segundo en Estados Unidos, lleguen a la misma conclusión: los drones son peligrosos. Aunque por distintos motivos y caminos, un grupo de investigadores estadounidenses y un alto organismo gubernamental coinciden en que los aviones o sistemas aéreos no tripulados pueden hacer más daño a la seguridad que la que dicen proporcionar. Mientras unos sostienen que sus vuelos sobre territorio pakistaní sólo están provocando odio, el otro advierte de que los cielos estadounidenses no están preparados para la invasión que se les avecina.
Durante nueve meses, incluidas varias estancias en el norte de Pakistán, un grupo de expertos de las Universidades de Nueva York y Stanford han investigado el uso que está haciendo Estados Unidos de los drones en esa zona fronteriza con Afganistán. Además de entrevistarse con decenas de víctimas y testigos, los autores de Living under drones (Viviendo bajo los drones) han analizado centenares de informes oficiales y noticias de prensa sobre la actividad de estos aparatos operados a distancia, a veces a miles de kilómetros de allí.
"En Estados Unidos, el discurso dominante sobre el uso de drones en Pakistán es el de unas herramientas eficaces de precisión quirúrgica que aumentan la seguridad de Estados Unidos permitiendo el asesinato selectivo de los terroristas con unas desventajas y efectos colaterales mínimos. Ese discurso es falso". Así de contundente es el arranque del informe. El resto de la investigación está dedicada a desmontar cada una de las afirmaciones que contiene el entrecomillado.
Lo primero que niegan los autores de Living under drones es su eficacia y precisión quirúrgica. Los aviones no tripulados han acabado con la vida de muchos más civiles de los que las autoridades estadounidenses han reconocido. Mientras éstas hablan de unas pocas decenas, el informe estima que, desde junio de 2004, estos aparatos habrían matado a entre 2.562 y 3.325 personas en Pakistán. De ellas, unas 474 a 881 eran civiles, incluyendo 176 niños. Los datos, obtenidos de la iniciativa británica Bureau of Investigative Journalism, también hablan de otros entre 1.228 a 1.362 que habrían salido heridos.
Los vuelos de esta versión siniestra del aeromodelismo provocan además miedo. Sobrevuelan las 24 horas del día la región de Waziristán golpeando sin avisar. Su presencia está aterrorizando a las comunidades generando ansiedad y traumas entre los civiles. El pánico a sus ciegos ataques está provocando, tal y como han comprobado los investigadores, que la vida pública en esos pueblos esté desapareciendo. Cualquier reunión, ya sea de una boda o un entierro puede llamar la atención de los que operan los aviones.
Todo esto está creando una creciente animadversión hacia los Estados Unidos. Como recuerdan los autores del informe, el 74% de los pakistaníes ya ve aquel país como enemigo. Lejos de aumentar la seguridad de los estadounidenses, los drones se han convertido en una nueva razón para unirse a los talibanes.
A miles de kilómetros de allí la Government Accountability Office (GAO), un organismo de control del Congreso de Estados Unidos, ha publicado otro informe, esta vez sobre el uso de los drones sobre los cielos estadounidenses. Tras una reforma legal aprobada por el Gobierno en febrero pasado, los aviones no tripulados tienen el espacio aéreo casi abierto. A las labores de policía y seguridad que ya realizaban, se va a unir su despliegue privado para usos comerciales.
La GAO ha alertado de varios peligros que habría que considerar antes de que se produzca la invasión de los drones. Lo primero que destacan es la amenaza a la seguridad que entrañan. Los aviones no tripulados no están diseñados para detectar otros aparatos en el aire, lo que podría provocar más de un choque en vuelo. Además, se necesitaría asegurar los centros de control de estos sistemas para evitar que fueran manejados por terceras personas. En esta misma línea, existe la posibilidad ya demostrada por un grupo de hackers, de que la señal del GPS, que guía al dron, pueda ser interferida. Esto permitiría anular su guiado o tomar el control sobre su navegación.
El otro gran peligro es el que se cierne sobre los ciudadanos. En una sociedad ya muy vigilada, los drones podrían suponer una nueva amenaza para la privacidad. Ya hay unas 90 bases de control en las que operan varias empresas privadas. Y, según el informe oficial, en la próxima década el negocio de los drones moverá 89.000 millones de dólares. Lo sorprendente es que no hay legislación que regule su impacto sobre los derechos de las personas. Una reciente encuesta revela que un tercio de los estadounidenses está preocupado o muy preocupado con el uso que las fuerzas policiales estén haciendo o puedan hacer de los aviones no tripulados. Pero hay otro 36% que apoya su despliegue por razones de seguridad. La GAO recomienda al Gobierno que establezca un nuevo marco jurídico para la operación de estos aparatos en Estados Unidos.
Superponiendo ambos informes se puede dibujar un mapa de todos los peligros que traen los drones. Pero también se puede sentir el imperialismo en acción. El informe de la GAO sobre el uso de los aviones no tripulados en Estados Unidos destaca una serie de importantes riesgos que ni siquieran se tienen en cuenta en el que analiza su impacto en Pakistán. ¿Para qué preocuparse de la seguridad de sus vuelos aquí, cuando su misión principal es matar? ¿Qué sentido tiene denunciar el atentado a la privacidad que pueden suponer cuando lo que están haciendo es volver loca y atemorizar a la población?
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