Twitter era de entre los grandes servicios de internet el que mejor imagen tenía. No había sucumbido aún a los encantos del dinero como hace tiempo han hecho Facebook o Google. Todavía era capaz de pelear contra una orden judicial para proteger a alguno de sus usuarios, como en el caso WikiLeaks. Y no se le veía especialmente interesado en rebajar sus escrúpulos morales para conseguir entrar en enormes pero censurados mercados como el chino. Sin embargo, en 24 alocadas horas y casi a la velocidad a la que se mueve la comunicación en la era Twitter, lo han echado todo a perder. Una vez que uno se mancha de censura, por muy superficial que sea, ni la lejía puede con esas manchas.
"A medida que vamos creciendo internacionalmente, entraremos en países que tienen diferentes ideas sobre los contornos de la libertad de expresión. Algunos son tan diferentes de nuestras ideas que no vamos a ser capaces de estar allí. Otros son similares pero, por razones históricas o culturales, restringen ciertos tipos de contenido, como Francia o Alemania, que prohíben el contenido pronazi". El párrafo está copiado del blog oficial de Twitter y si no fuera por la taimada referencia al horror nazi, todo el mundo pensaría que estaban hablando de censura.
Y más si se continúa leyendo: "Hasta ahora, la única manera de tener en cuenta los límites de esos países era eliminar contenido a nivel mundial. A partir de hoy, podremos retener el contenido de los usuarios de forma reactiva en un país determinado, mientras se mantiene disponible en el resto del mundo. También hemos creado un mecanismo para comunicar de forma transparente a los usuarios cuando el contenido es retenido y por qué". A eso se le sigue llamando censura, aunque se le ponga el adjetivo de geográfica.
Esa es al menos la impresión que se han llevado centenares de periódicos de todo el mundo, miles de autores de blogs y millones de usuarios de Twitter. Tanto es así que los hashtag #CensuraTwitter o #TwitterBlackout se han convertido en los más populares en las pasadas horas. El último llama incluso al boicot. Quiere que hoy sea un día de apagón en Twitter, que nadie actualice su cuenta con nuevos mensajes. Incluso en Actuable se ha iniciado una campaña para pedir a Twitter que dé marcha atrás.
Pues resulta que estábamos todos equivocados. Ante la unánime interpretación de medios y usuarios, la compañía volvió a usar su blog para intentar deshacer el entuerto: "En resumen, creemos que el nuevo y más granular enfoque sobre la retención de contenido es bueno para la libertad de expresión, la transparencia, la responsabilidad y para nuestros usuarios. Además de que nos permite mantener los tweets disponible en más lugares, también sirve a los usuarios para ver si estamos a la altura de nuestra libertad de expresión ideal".
Los dueños de Twitter aclaran que los mensajes no sufrirán censura previa, sino que serán retirados cuando reciban una orden o requerimiento legal. Esta aproximación a posteriori no es una demostración de firmeza en defensa de la libertad de expresión, sólo es la constatación de que un sistema de filtrado en una red como esta sería muy caro y probablemente no funcionaría. Basta recordar que Twitter no está en China, pero los activistas chinos lo usan para poder expresar su realidad. También venden como virtud del nuevo modelo que los usuarios que vean su contenido desvanecerse sabrán que ha sido borrado y a santo de qué. Todo un avance en lo que se podría llamar censura transparente.
Algunos han querido matizar la realidad señalando que Twitter ya retiraba contenido de su red. Pero, salvo casos anecdóticos como el de @NanianoRajoy, se trataba de mensajes censurables en casi todas las culturas: pornografía infantil, violación del copyright... o abusivos, como los mensajes publicitarios no autorizados y la suplantación de identidad. Otros han querido recordar que los que censuran no es Twitter sino los Gobiernos.
Pero Twitter se equivoca. Creen acertar al apoyarse en el relativismo moral o al menos legal para defender lo que no deja de ser censura. En un ataque de etnocentrismo, creen que las órdenes judiciales o administrativas pidiendo la retirada de un determinado tweet procederán de inmaculadas democracias como la estadounidense o la alemana, donde solo se le conoce la mancha del nazismo. Pero no, los Gobiernos de todo el mundo ahora tienen más fácil señalar lo que no quieren ver en internet. Y en ese saco también están regímenes aberrantes que, ajustados a sus leyes, tendrán el legítimo derecho de ordenar la retirada de un mensaje.
Ante la disparidad de usos, costumbres y leyes en este mundo, la única opción decente para una empresa global es atenerse al documento que recoge lo mejor de las aspiraciones humanas: la Declaración Universal de Derechos Humanos. Es esa la base y ninguna otra sobre la que debería decidir Twitter si retiene o no un contenido. Ese es el límite que debería ponerse Twitter y no otro.