Nuestro país es, podríamos decirlo así, es un sitio donde el fútbol se siente con cierta pasión. No podía ser menos, en una tierra donde la política o el periódico que uno compra también se convierten habitualmente en motivo de cismas familiares. Con esto del fútbol hemos vivido casi todo. No voy a ponerme a documentar la columna de manera pulcra y tediosa, pero hemos convertido el deporte rey en cuestión de interés general para poder ver un partido gratis (es un decir) por televisión todos los fines de semana, asistimos a guerras por los derechos de retransmisión que se prolongan en el tiempo, y que en el pasado acabaron con nombres propios sin pasaporte y en el juzgado, y jueces prevaricadores apartados de sus funciones, manifestaciones populares para que el equipo de la ciudad no descienda de categoría... Seriales dignos de España, como el hecho de que vayamos a presenciar una huelga de jugadores en la primera jornada de liga, solidarios como son la mayoría con los compañeros que no cobran mientras sus clubes siguen fichando a golpe de talonario.
El caso es que en medio de nuestras cuitas sobre el balompié, en Inglaterra un nuevo jugador ha aparecido para retransmitir los partidos de la FA Cup (algo así como nuestra Copa del Rey). Facebook, la red social más grande del mundo, ha llegado a un acuerdo con la marca de cerveza que patrocina la competición, y tras poner encima de la mesa 24 millones de euros comenzará a compartir el fútbol con sus millones de usuarios en todo el planeta. No es nueva la iniciativa. Si dejamos de lado el pirateo de la señales por parte de algunos usuarios, recogidos todos ellos en directorios como la famosa web Rojadirecta, Youtube - propiedad de Google -, ya ofreció partidos a través de tecnología streaming durante la pasada Copa América para el disfrute del personal. Menos de los argentinos, supongo.
En un mercado convulso como es el de los derechos del fútbol en España, la entrada en liza de gigantes como Google o Facebook, ávidos de nuevos nichos de negocio en los que hacerse la competencia, podría finiquitar de forma definitiva la inestabilidad que los aficionados vivimos cada fin de semana en el seguimiento de nuestros equipos favoritos. No están faltos de recursos los que llegan desde Internet, y cada día sacan sus tentáculos más allá de la Red que les vio nacer. Aunque también podría darse el caso contrario, y volver a librarse las mismas batallas pero con distintos actores. Donde un jugador cobra nueve millones de euros libres de impuestos y se pagan cifras astronómicas por un traspaso en plena crisis económica, parece difícil creer que todavía haya problemas para conseguir un sistema estable y rentable a través del que poder ver el fútbol, sin tener que llenar los alrededores de la televisión de descodificadores y tarjetas. Jaume Roures lo intentó, pero no se puede luchar contra los elementos. Ahora todos tendrán que mirar por el espejo retrovisor, para buscar alianzas con la red social y los chicos del buscador antes de que estos concluyan que lo del fútbol es un buen negocio, para explotarlo en solitario. Algo que todo el mundo tenía claro en este país.
http://www.youtube.com/watch?v=cQKx6OUvTpM
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