En 1960, la televisión se convirtió en un gran actor político de la democracia moderna. John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon protagonizaron el primer debate electoral televisado de la historia. Aunque fueron cuatro, la clave estuvo en este primero, tanto por el efecto de la novedad como porque lo siguieron unos 70 millones de estadounidenses. Nixon, que había estado enfermo recientemente, llegó al plató más delgado y demacrado. Se negó a que le maquillaran y, durante el debate, apareció fatigado y sudoroso. Kennedy, sin embargo, supo aprovechar su fotogenia. Una encuesta posterior reveló que los que habían seguido la contienda por la radio dieron ganador a al candidato republicano. Su voz seducía mas que la de Kennedy. Pero el demócrata arrasó entre los que lo vieron por la pantalla: Había nacido la democracia televisada. Ahora, un equipo de científicos ha descubierto que la imagen del político influye de una forma desproporcionada el sentido del voto entre los menos informados.
Hay consenso entre los psicólogos sociales sobre el llamado efecto de la apariencia. Las personas deducen o suponen características de la personalidad de un desconocido, como su competencia, su inteligencia, su honestidad o integridad sólo por sus rasgos faciales. Este efecto también tiene su impacto en la política. Varias investigaciones han mostrado que, cuando se le muestra a la gente imágenes de políticos que no conocen y se les pide una valoración de su personalidad, los candidatos vistos como más competentes resultaban ser los más votados en las elecciones.
Dos profesores de ciencia política del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Chappell Lawson y Gabriel Lenz, han querido ahora medir el impacto del efecto de la apariencia en el voto de los menos informados. Partían de la tesis de que aquellos que están menos al día de la información política se guían por la imagen del político que ven en la televisión para decidir a quién votar. El triunfo de la imagen sobre la sustancia.
Usando datos de las elecciones de 2006 en 36 estados de EEUU a gobernador y para renovar un tercio del Senado de ese país, los investigadores comprobaron que, por cada 10 puntos positivos que los encuestados daban a un candidato tras ver su imagen, éste recibía hasta un 5% de votos extra en las elecciones. Las variables claves eran el conocimiento político (a los 36.000 encuestados se les sometió a una batería de 21 preguntas de actualidad política) y su consumo de televisión. Vieron que el efecto de la televisión entre los más informados era tendente a cero. La apariencia era más importante a medida que aumentaba el visionado de programas de TV y disminuía el conocimiento político. "Los votantes que ven mucha televisión, pero no saben mucho acerca de los candidatos, aparte de su imagen, son particularmente susceptibles", explica Lawson.
Para reforzar su tesis, comprobaron que el efecto fue mayor en el caso de las eleciones senatoriales. Estos procesos reciben menos atención de los medios locales. Además, los candidatos y partidos dedican menos dinero a la campaña, lo que se traduce en una menor información sobre los contendientes. O dicho de otro modo, el efecto de las imágenes en TV debería ser mayor. En efecto, aquí, el voto a los mejor valorados por su imagen se triplicó.
Para evitar otras posibles explicaciones, los autores ponderaron los gastos electorales, la experiencia de los candidatos o si uno optaba a la reelección. También descartaron las carreras que implicaban a candidatos de diferente sexo. El trabajo aparece publicado en la presente edición de American Journal of Political Science.
El trabajo de estos politólogos da consistencia a la idea de que el aspecto de los políticos influye en las decisiones de voto. También subraya la importancia de los mensajes basados en imágenes colocados en los medios. Pero lo que más preocupa a los autores del estudio es la influencia que ejerce la televisión en los procesos electorales: Si los ciudadanos juzgan a los políticos en base a aspectos superficiales, la televisión, con su foco en la imagen, acentúa esta tendencia a la superficialidad en detrimento del contenido.
Además, el hecho de que esta tendencia se dé con los menos informados trae al primer plano la vieja cuestión sobre sí la participación de estos sectores de la población perjudica o beneficia a la democracia. ¿Quién no recuerda los reparos de Azaña al voto femenino, por considerarlo en manos de los curas durante la II República?
Por último, para los autores, "la combinación del desapego ciudadano por la política y la saturación de los niveles de exposición a imágenes de los candidatos es un fenómeno distintivamente nuevo, que genera nuevos problemas". Y no sólo afectaría a EEUU. Estos mismos científicos comprobaron en un estudio previo que el efecto de la apariencia permanece por encima de diferencias culturales. Cuando se les mostraba fotografías a encuestados de Brasil, India y EEUU, coincidieron sobre el aspecto que tiene un político de éxito.
"No hay ninguna razón para creer que estos problemas son sólo estadounidenses, la exposición a la televisión es alta y el conocimiento político bajo en una gran variedad de naciones, especialmente en los países en desarrollo", añaden.
¡Pues es menester ‘disfrutar’ de, además de falta de información, de una miopía severa cuando se vota a un Aznar allá, por el año 1996!
Al «hombrecillo insufrible» (así lo llama, cuando lo cita en su columna en el diario «Público», el señor Manuel Saco), no hay quien lo equivoque. Es un ser áspero, seco, subido… uno de esos indivíduos que, cuando se miran en su espejo ven a un ser ejemplar, superior…
Varias veces lo he dicho últimamente, a los que carecen de criterio, no ya en este mundo de la política sino en tantos otros, se los puede zarandear fácilmente.
La ética debe hacernos capaces de respetar, orientar y defender, incluso esto, defender a esas pobres gentes, por su indefensión.
ahora la clave es saber cuáles son los rasgos faciales de «la credibilidad», «de la honestidad»,etc.
Muy buen artículo, gracias. Algunos comentarios en línea con lo que comentas:
«El derecho a votar me impone el deber de instruirme»
«La ignorancia genera más confianza que el conocimiento»
«Estar satisfecho con uno mismo es ventaja que acompaña igualmente al hombre necio y al sabio»
«No hay condicionamiento más eficaz que el invisible»
«La toma de decisiones no está determinada racionalmente, sólo está racionalmente informada»
http://josearnedo.blogspot.com/