La confrontación demoscópica ha dejado un balance importante de heridos en el Partido Socialista Obrero Español. Utilizadas como ariete las encuestas para tumbar la candidatura de Tomás Gómez a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, el melón que se abrió con ese debate fue una caja de truenos que todavía hoy muchos se esfuerzan por volver a cerrar.
La lógica aplastante que tenía el razonamiento de “lo que vale para Tomás, vale para Zapatero”, no por perogrullada ha dejado de convertirse en un martillo pilón que aporrea las conciencias, y las comparecencias, de muchos que apoyaron a Trinidad Jiménez en ese viaje a ninguna parte que fue su candidatura en las primarias madrileñas.
Señalados José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba por media izquierda política y mediática como los muñidores de la “operacin Trini”, no ha pasado un día desde la derrota de la Ministra sin que alguien llegue para incordiar y le pregunte a uno u otro si siguen opinando lo mismo sobre los sondeos como herramienta para definir el candidato de un partido político para un cargo público de primer nivel. Los hay cansinos, y si son periodistas más.
Precisamente, hace pocos días Rubalcaba compartió mantel con varios plumillas de categoría nacional, reunidos en la mesa a petición de un periodista no menos histórico. Con ese plantel atendiendo los manjares, no tardó demasiado en salir a relucir la pregunta de marras. Otra vez. El discurso de argumentario que se trabaja en el PSOE ante esa encrucijada está formado por una serie de elogios a José Luis Rodríguez Zapatero, aderezado con justificaciones para no comparar Madrid con todo el territorio nacional, y terminar así diciendo que aquí se hará lo que el Presidente diga. Y punto pelota. Todos a una. Pero, cuentan los que allí estaban presentes, el Vicepresidente primero y Ministro del Interior no tocó la sonata habitual durante esa comida. Se deslizó con un intrigante “no toca”, made in Jordi Pujol, frase recurrente para salir por la tangente cuando no se quiere pronunciar uno ni a favor ni en contra de lo que le preguntan. Los que asistieron a la respuesta en primera línea no hablaron de otra cosa al día siguiente, porque, ante la insistencia de algunos, no lograron arrancar nada más al que ya se cataloga como sucesor natural de Zapatero. El argumentario quedó para mejor ocasión, y la duda sembrada entre muchos periodistas con mando en plaza en la opinión pública del país. Rubalcaba hizo mutis ante la pregunta directa, en ambiente distendido, y todos saben que se trata de un político que no hace ni dice nada por casualidad. Todos, sin excepción, esperan con nervio y ansia el día que sí toque. Veremos lo que pasa entonces.