El Washington Post y su regreso al pasado

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La portada del Washington Post, durante la crisis de los misiles de Cuba.

Lo de las puertas al campo ¿Les suena? Pues parece que todavía queda gente en el empeño. Sabemos, porque ejemplos sobran, que esto de la web 2.0 les pilló a muchos con el paso cambiado. La felicidad se contaba en pesetas, en una Internet en la que había que poseer un capital para poder decir cosas. Esto provocaba que sólo se contasen algunas. Ahora, cuando ya se mira a la web 3.0 -o lo que venga - todavía hay reductos de resistencia, como galos comandados por Axterix frente a los romanos de la conversación, que aprietan los dientes en un intento de adecuar las herramientas de la web social a sus intereses, sin más objetivo que la cuestión monetaria.

Leo a la compañera Bárbara Yuste (ABC) sobre la decisión del Washington Post, que a partir de ahora prohibe a sus periodistas conversar con los lectores a través de Twitter. ¿Y para qué - se preguntarán ustedes - tienen Twitter los señores del Post? Pues para soltar noticias a diestra y siniestra, y de esa manera aumentar la audiencia. No lo digo yo. Lo dicen ellos. La comunicación unidireccional, la de toda la vida, que es como se hace la prensa de verdad, o como hacen periodismo los que se creen en posesión de la verdad, que no es lo mismo.

Nadie dice que el periodista deba pasarse su jornada laboral en cansinos debates con todo el personal que tenga algo que decir, criticar o aportar. Pero, sobre todo por esto último, conviene escuchar lo que se dice desde las tribunas populares en las que se han convertido las redes sociales. Porque, en muchas ocasiones, la noticia original puede verse completada, e incluso el periodista puede ganar una fuente de información interesante para la siguiente. No es teoría. Los que trabajamos de esta manera tenemos que agradecer a los que nos soportan a diario el descubrimiento de muchas de las informaciones que publicamos. Puede que el primer día uno no tenga una exclusiva del calibre del Watergate, pero no todo en esta vida es ganar un Pulitzer -quién lo pillara-. Si se escribe para la gente, debe escucharse a la gente. En lo cotidiano hay grandes noticias de interés, y si el periodista abandona los medios sociales para volver a sumergirse en la redacción, saldrá perdiendo la publicación que le paga el sueldo. De eso se dará cuenta el Post dentro de poco. Decirles a los periodistas que no conversen en Twitter es tanto como obligarles a que no pisen la calle. Bueno, de esto último podríamos escribir bastante más. Para otro día.

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