Danuto es zaragozano, una de sus pocas virtudes azarosas. Un sorprendente camino de pintamonismo doquierista lo llevó a convertirse en profesional del dibujo, labor que hace compatible con otros quehaceres mejor aceptados por la sociedad (o, al menos, no perseguidos -todos los días- por las fuerzas del orden). No sabe cómo ha llegado aquí, y mucho menos a dónde se dirige; pero está disfrutando del viaje una barbaridad.