OPINIÓN

Después de las elecciones catalanas: el proyecto de Pedro Sánchez

  • "La operación Illa ha funcionado y dice mucho de la audacia del equipo electoral que gobierna el partido socialista desde Moncloa"
  •  "Me temo que la propuesta que reiteradamente ha hecho Jéssica Albiach no será atendida"
  • "Junts no puede permitir el lujo de pasar a la oposición y dejar gobernar a ERC, en solitario o acompañado"

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                                                                                                                   Para Francesco Campolongo

Valorar los procesos electorales es siempre una tarea ardua que debe de combinar atención a los datos con la búsqueda de las tendencias de fondo que los gobiernan. Nada fácil. Es ya hábito común en las noches electorales ver a los partidos políticos proclamarse vencedores y criticar a los adversarios nuevos o viejos. Este no es el caso. Las elecciones catalanas tienen resultados complejos y admiten lecturas contradictorias. Lo fundamental: los problemas básicos siguen estando ahí y las dinámicas de los bloques no han cambiado demasiado. Queda saber si las trasformaciones en el interior de los mismos propiciarán rupturas en los alineamientos tradicionales y si a medio plazo estos cambiarán generando nuevas dinámicas y nuevos escenarios.

Las elecciones han servido para resolver algunos dilemas en el interior de los bloques o espacios políticos consolidados. El primero, la lucha por la primacía entre independentistas se resuelve en favor de ERC; Junts queda en un significativo tercer lugar, en un contexto definido por la mayoría parlamentaria de las fuerzas independentistas. El segundo está relacionada con la hegemonía en el llamado constitucionalismo. La partida se resuelve claramente en favor del PSC que retorna a su centralidad y en contra de Ciudadanos que se hunde de forma dramática. El tercero, las querellas de las derechas españolas. Vox gana claramente y tendrá consecuencias en el conjunto del Estado. El partido de Abascal saca diputados en todas las provincias catalanas y se implanta sólidamente en el cinturón metropolitano de Barcelona. Habría un cuarto asunto que tiene que ver con En Comú Podem. Jéssica Albiach ha hecho una excelente campaña que le ha permitido derrotar a unas encuestas que le eran muy desfavorables y mantener el mismo número de representantes. 

La operación Illa ha funcionado y dice mucho de la audacia del equipo electoral que gobierna el partido socialista desde los despachos de la Moncloa. Colocar como alternativa en Cataluña al responsable de la gestión de la pandemia era una decisión especialmente arriesgada. Ahora se dice que es una victoria agridulce; no lo es. Pedro Sánchez sabía perfectamente que Illa no iba a conseguir una mayoría para gobernar, pero duplicar escaños y convertirse en la primera fuerza política es una proeza que legitima al candidato e, indirectamente, al secretario del partido socialista. Se podría decir que el Gobierno aprueba en su primera evaluación pública y que el desgaste ha sido menor de lo esperado.

¿Qué pasará ahora en Cataluña? Me temo que la propuesta que reiteradamente ha hecho Jéssica Albiach no será atendida.  El independentismo tiene una clara mayoría parlamentaria que les obliga a colaborar por mucho que existan las diferencias programáticas o simplemente de poder. Junts no puede permitir el lujo de pasar a la oposición y dejar gobernar a ERC, en solitario o acompañado. Necesitan tocar poder, seguir emitiendo mensajes de antagonismo frente al Estado y continuar levantando el “derecho a decidir” como política posible a corto plazo. El nudo no ha sido resuelto del todo y habrá una larga batalla política por delante. Esquerra está obligada a apretar en Madrid, pero sin romper, jugando fuerte con sus diputados y apoyando la agenda social que defiende Unidas Podemos.

¿Cómo influirán estos resultados en el resto de España? Aquí hay una gran coincidencia: Pedro Sánchez ha salido reforzado. Lo que habría que precisar es si este fortalecimiento lo es del Gobierno en su conjunto o solo del partido del presidente. Por lo pronto, la oposición queda muy debilitada y se acelerará el conflicto en las derechas. Vox, desde el principio, ha vivido presa de un dilema: cambiar al PP o ser una alternativa a él. Después de estas elecciones la duda desaparece; la batalla será muy dura en las derechas y se atisba algo parecido a una guerra civil. Para el PSOE el escenario es ahora más favorable porque le permite polarizarse con Vox y aprovecharse de un grupo parlamentario venido a menos como el de Ciudadanos.

¿Cómo queda la correlación de fuerzas dentro del Gobierno? Intuyo que Pedro Sánchez gana capacidad de maniobra y la pierde Pablo Iglesias. El PSOE se recompone como partido empezando por unas nada fáciles elecciones autonómicas en Cataluña y en medio de una crisis que ha puesto en cuestión todos los dispositivos del Estado. Añadiría un dato más, la gestión de los fondos de recuperación rompe la dinámica del gobierno y convierte a la señora Calviño en la auténtica protagonista, junto con la ministra de Hacienda. La tensión va a ser enorme entre el factor tiempo (hay que aprobar rápidamente los proyectos para salir lo antes posible de la crisis); una administración en muchos sentidos obsoleta (que hay que reformar sobre la marcha); las exigencias de una crisis social y sanitaria cada vez más dramática y, sobre todo, el cumplimiento de las estrictas directrices políticas de la Comisión Europea.

Se suele decir que Pedro Sánchez es un político sin principios y sin proyecto. Nunca lo he creído. El presidente del Gobierno es un político normalizado que se adecua al discurso dominante, que crea su propio espacio y que concede a las ideas un papel no demasiado relevante. Como todos. Ahora bien, siempre ha tenido un proyecto: convertir de nuevo al PSOE en la centralidad política del país garantizándole una larga permanencia en el Gobierno. La palabra clave es reconocimiento. Pedro Sánchez lo que ha pretendido siempre es ser reconocido como el interlocutor indispensable de los grandes poderes económicos, el hombre capaz de asegurar la estabilidad de la Monarquía parlamentaria, neutralizar el conflicto social e impedir el surgimiento de una alternativa al sistema de poder dominante. Lo ha tenido que hacer en condiciones muy difíciles en un país que cambiaba, con un movimiento social como el 15M, con una fuerza política como Podemos; frente a un aparato de partido viejo y amanerado, demasiado escorado a la derecha y, esto es decisivo, en un momento que la historia se acelera y muta.

Quizás merezca la pena buscar una perspectiva más amplia haciendo referencia a la “operación Draghi”. Siempre sorprende Italia. Ver al “fascista” Salvini, a los “populistas” del Movimiento 5 Estrellas gobernar con los “corruptos” políticos de Berlusconi en sagrada unión con la casta política republicana, impacta. Los intelectuales sistémicos y los guardianes de lo políticamente correcto tendrán que aprender que los dispositivos del poder son los que delimitan y definen el peso real de las ideologías y los proyectos políticos. Los que mandan ponen de nuevo a uno de los suyos al frente de un gobierno (de amplísimo espectro) para restructurar por enésima vez un capitalismo en crisis permanente, domesticar a una sociedad que ya no se reconoce a sí misma y suspender la democracia en nombre de unas reglas económicas únicas y verdaderas. Bonapartismo de manual al servicio del capitalismo monopolista-financiero, la verdadera cara del populismo realmente existente. 

Italia siempre fue laboratorio estratégico y antecedente político para los países del sur de Europa. La “operación Draghi” enseña: a) que el alineamiento férreo con las instituciones de la Unión y sus directrices es la política, la única, de los poderes económicos y de las clases dirigentes; b) que las decisiones fundamentales se toman por un aparato tecnocrático especializado en sintetizar los proyectos de las grandes corporaciones y fondos de inversión compatibles con los intereses de una todopoderosa Alemania; c) La democracia tal como la hemos conocido está desapareciendo a marchas forzadas. Cada crisis ahonda la contradicción entre las lógicas de los poderes fuertes y los procedimientos constitucionales legitimados por la soberanía popular. 

Pedro Sánchez conoce “el consenso de Bruselas” de primera mano y lo asume como la única política posible. Todo lo demás es secundario, incluido ya el Gobierno de coalición. La tarea ahora es la gestión de los fondos de recuperación, asegurar el trasvase de fondos públicos a las grandes corporaciones empresariales-financieras, realizar la reconversión tecnológica del aparato productivo industrial y de servicios, garantizando (Draghi dice) que los fondos no impidan la necesaria y urgente “destrucción creativa” de las empresas ineficientes y poco competitivas. Colocar en el centro los derechos de los asalariados y asalariados; poner fin a un modelo laboral basado en bajos salarios, en la precariedad y pretender, además, reforzar el Estado Social es algo que está bien como enunciado siempre que no se pretenda realizar en momentos de crisis. Más adelante. Ahora toca alinearse con la Comisión, disciplinarse en torno a ella. Europa lo exige. Continuará.

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2 Comments
  1. Javi Moya says

    Excelente análisis, pero muy amargo. No se mueve nada y todo se agudiza. Sin la intención de crear un estado fuerte, o por lo menos, mejorar la posición de la balanza estado-mercado, conlleva un retroceso económico-social, continuamos con más de lo mismo apoyar al sistema capitalista.
    España alimentando a la gran empresa parasitaria. Shumpeter en su concepto de “creación creativa o vendaval de Shumpeter, retoma la idea de la economía Marxista que teoriza sobre la acumulación de riqueza, y dice: la riqueza se devalúa constantemente (guerras, conflictos, crisis, etc.) para luego crear nueva riqueza. Creo que en su forma más amplia identifica mejor la intención de la oligarquía actual.

    Un saludo, cuídese.

  2. walletjc says

    Un buen análisis muy centrado en lo que implica para el gobierno en Madrid, pero muy poco enfocado en lo que implica para el republicanismo tanto en Madrid como más específicamente en Cataluña. ¿Podemos nació para gobernar o sólo para gobernar con el visto bueno del PSOE, es decir, con el PSOE?

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