Que en España no se vuelva a poner el sol

“¡Aprieten filas!”. El timbre que anuncia en el Congreso de los Diputados que es el momento de las votaciones parecía, el jueves, haber mutado del “ding-dong” al “¡Aprieten filas!”. Tras un debate, el de la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez, que se había prolongado durante jornada y media y había sonsacado titulares deseados por buena parte del establishment mediático (“El estadista Pablo Casado”), llegaba el momento de la votación. Sus señorías decidieron aislar a la ultraderecha por primera vez desde que Santiago Abascal conquistara sobre caballo parte de Andalucía.

298 noes, tan solo 52 síes. Pese al intento del diputado de EH Bildu, Oskar Matute, con socarronería, de que el PP votara con sus excamaradas de Vox, pidiendo el voto a favor de las bancadas de la derecha a la moción, Casado dio un golpe encima de la mesa y verbalizó una ruptura con los ultras que no va más allá, de momento, de las palabras. Los diputados de Vox siguen sosteniendo los gobiernos madrileño, andaluz y murciano. Sin embargo, los halagos le llegaron al inquilino de la calle Génova, como se ha sabido después, de las redes conservadoras europeas y europeístas, de la CEOE e, incluso, desde el propio Gobierno de coalición, de sus dos patas.

Sánchez recogía el guante y paralizaba una reforma del Consejo General del Poder Judicial, abriendo el horizonte del anticuado bipartidismo: las cosas de palacio las pactamos los de siempre, si volvemos a la senda de la normalidad. El propio Pablo Iglesias veía en el líder conservador reminiscencias canovistas y, aunque llega tarde, saludaba el renacimiento de una derecha con tinte dialogante, que dice abandonar la competición con Vox por ser los primeros en el ala derecha, y se posiciona, siempre supuestamente, en un punto de encuentro posible para tratar lo importante. Lo importante: entrar en la foto de la concordia. La foto de la concordia: aparentar ser parte activa (ahora se llama proactiva) del reparto de los fondos europeos. No quedarse fuera de la foto.

En la Iberosfera no entrará nunca más un "virus chino". Este parece un buen resumen del discurso de Abascal del miércoles como candidato a presidente del Gobierno en la moción. Una visión del mundo, por la cual España tiene una suerte de función emanada de dios, pero que se materializa en lo profano. Que en España no se vuelva a poner el sol. España, esa nación capaz de reunir, frente al destino, la robustez de la vieja Europa con la vitalidad y mano de obra de las sociedades latinoamericanas. España, ese nexo común de los millones de personas que conforman la comunidad hispanohablante con los designios de una Europa de fronteras. Eso, tan atávico y rimbombante, se basa en algo sustancial: la participación en el reparto del suelo latinoamericano a través del capital estadounidense de humor trumpista y las tendencias intervencionistas de la superpotencia en las repúblicas sureñas. Y terrorífico: evitar gobiernos de izquierdas latinoamericanos, incluso mediante nuevas fórmulas de golpes de estado. Esta semana el recuento de los votos de las elecciones bolivianas arrojaba una indiscutible victoria del MAS, poniendo fin a un año de golpe que nos conserva una imagen inmortalizada sobre todas las demás: la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez entrando en el Palacio alzando la Biblia. Pueblo boliviano 1- Iberosfera 0.

No hay Estado para tanto estadista. En un momento de crisis total, en el que las expectativas económicas de buena parte de la población española van a la deriva y el umbral de la pobreza se convierte en costumbre, el show del Congreso de la última semana se nos ha llenado de estadistas. Todos (salvo Vox) quieren entrar en la foto (también un poquito en un hueco de la Historia), y la defensa de la política frente a la antipolítica ha sido capaz de unir desde Casado hasta EH Bildu y la CUP, pasando por Gabriel Rufián, Unidas Podemos o Inés Arrimadas. Tras largas temporadas de irresponsabilidad política, robándole el foco a la ciudadanía y sus problemas por los juegos de esgrima partidistas, ahora una generalizada bajada de línea: es el momento de la responsabilidad. Y se agradece… Pero…

Virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Un futurible: si los fondos europeos no fueran para tanto, como se ha prometido, y no llegaran a materializarse en mejoras en las condiciones de vida de la mayoría social... Si, dentro de unos meses, la crisis se hubiera agudizado más todavía y la ciudadanía buscara a quién echarle las culpas… Si todos aquellos que han entrado en la foto… Si Vox se situara como el único outsider, como la victimita política frente al establishment… Si la solución sanitaria a la pandemia se sigue retrasando, con respecto a las promesas de los principales responsables, y el humor social se sigue caldeando... Pero eso no va a pasar, hoy, la realidad es que parlamentariamente Vox ha sido derrotado. ¿Qué opina la opinión pública de lo ocurrido esta semana?¿Coincide con la opinión publicada?