A Madrid se viene a hacer lo que te dé la gana
- "Las izquierdas madrileñas han repetidos las derrotas, a veces más estrepitosas, a veces menos"
- "El sistema se desgaja, finalmente, por el propio Madrid", comentaba Xavier Domènech
El pasado martes, el PP de la Comunidad de Madrid publicaba un vídeo en sus redes oficiales celebrando el 25 aniversario de la llegada del PP al Gobierno madrileño. En 1995, Alberto Ruiz Gallardón tomaba las riendas de esta comunidad sustituyendo al socialista Joaquín Leguina, que fue desviando sus apariciones públicas hacia una proximidad con las derechas destacable. Desde entonces, se han sucedido diferentes gobiernos liderados por el PP con un componente transversal, la corrupción endémica siempre ha merodeado en las noticias que desde la Real Casa de Correos, sede de la Presidencia madrileña situada en la Puerta del Sol, salían. Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Ignacio González, Cristina Cifuentes, Ángel Garrido e Isabel Díaz Ayuso, los nombres propios que han liderado la autonomía.
Momento clave: el tamayazo de 2003. La izquierda (PSOE e IU) sumaba mayoría absoluta. Rafael Simancas e Inés Sabanés habían llegado a un acuerdo inmediato. El voto de dos diputados tránsfugas, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez del PSOE, llevó a una convocatoria electoral repetida y a la victoria de Aguirre. Los tentáculos del urbanismo y la todopoderosa construcción se paseaban por la Asamblea de Madrid. El Fiscal General, Jesús Cardenal, nombrado por José María Aznar, habría bloqueado las investigaciones en declaraciones del exministro de Justicia socialista Mariano Fernández Bermejo años después.
Carpetazo y desde entonces, las izquierdas madrileñas han repetidos las derrotas, a veces más estrepitosas, a veces menos, en la Comunidad. En el Ayuntamiento, la llegada del municipalismo de izquierdas de la mano de Ahora Madrid y Manuela Carmena, en 2015, supuso una celebrada excepción. La confluencia de las tendencias que montaron aquella alternativa se iba desmenuzando por días. Cuatro años después, los llantos se adueñaron de las múltiples escisiones de aquel proyecto. PP y Ciudadanos gobiernan dependientes de la ultraderecha. Hoy, muchos se preguntan dónde está el líder socialista en la Asamblea, Ángel Gabilondo. Pocos meses después de las madrileñas, Íñigo Errejón, candidato de Más Madrid, abandonaba el parlamento vallecano para iniciar un nuevo proyecto en el Congreso, en el que ahora es diputado.
#25AñosDeLibertad, la campaña del PP. Los conservadores intentan apropiarse de ese espíritu que se vive en la ciudad de Madrid, una ciudad en la que cualquiera que hemos venido a vivir aquí, antes o después, hemos podido reconocer como nuestra, como cómplice y respetuosa con el anonimato, contenedora de una oferta de ocio y cultural que hace imposible no amarla. Pero la idea de libertad está íntimamente relacionada con la de justicia social y la de igualdad, también fraternidad si hacemos caso al hito histórico francés que dio el pistoletazo de salida a la Edad Contemporánea con gran consenso entre los historiadores, aquel que puso la guillotina a trabajar a pleno rendimiento para susto de nobles y realeza. “No puede haber libertad sin justicia social”, se repite. Este mes de octubre, Cáritas presentaba el VII Informe Foessa sobre Exclusión y Desarrollo Social y señalaba que la desigualdad entre el 20 % más rico y el más pobre de la Comunidad de Madrid es la más alta de España, en una región que cuenta con un millón de personas en exclusión social, el 16,2 % del total de la población, de las cuales 490.000 sufren exclusión social severa.
"No puede ser que tengamos un paraíso fiscal en el Paseo de la Castellana", comentaba el exconcejal de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato, en una reciente entrevista con cuartopoder. El concepto de "paraíso fiscal en el Paseo de la Castellana" me parece muy potente porque explica mucho del reparto de la riqueza actual en España, pero también de cómo se ha ido configurando el Estado español desde la muerte del dictador Franco. El dumping fiscal que ejerce la Comunidad de Madrid con el resto de comunidades autónomas, bonificando casi al 100% los impuestos de sucesiones y patrimonio y haciéndole carantoñas especiales a las fortunas más altas, genera un agravio comparativo con el resto de territorios. “A Madrid se viene a vivir en libertad, gracias a las políticas del Partido Popular”, proclama el vídeo de los conservadores. "La Comunidad de Madrid es un paraíso fiscal para los ricos", comentaba Isa Serra, portavoz de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid, en otra entrevista. La idea de Madrid y paraíso fiscal puede ser clave en este momento político, en el que la presidenta Díaz Ayuso, además, se vanagloria del neoliberalismo más exagerado como sustento de su quehacer político y de sus imagen pública.
El mes pasado, Xavier Domènech, en una entrevista con este periódico, afirmaba: “Madrid es cada vez menos España”. El historiador y exlíder de los comunes presentaba un nuevo proyecto, el Institut Sobiranies, y en su artículo hablaba de que en el actual siglo se han dado cuatro crisis territoriales en el Estado español. La primera, el Plan Ibarretxe; la segunda, el procés catalán; la tercera, la España vaciada; la cuarta, Madrid. Cada vez hay más consciencia en el resto del Estado de que Madrid goza de unos privilegios tal y como está concebido el sistema y el reparto de soberanía entre los distintos territorios del Estado. "El sistema se desgaja, finalmente, por el propio Madrid", añadía. Si el nacionalismo español es capaz de no empañarlo todo, podría ser que en otras provincias empiecen a visualizar que el problema territorial no es tanto catalán sino estatal, y que Madrid, no por ser Madrid, sino por la función que cumple en el sistema, tiene buena culpa de ello.
“En Madrid, nadie te pregunta de dónde vienes, ni a dónde vas”. Con esta sugerente frase, inicia el vídeo el PP madrileño en este 25 aniversario de poder conservador en las instituciones autonómicas. Vuelve a poner de relevancia el anonimato que una gran ciudad otorga a quienes la habitan. El anonimato permite olvidar de qué familia provienes, cuáles son tus ocupaciones en la vida. Sin embargo, las denuncias por “racismo policial” han aumentado durante el estado de alarma. Las identificaciones callejeras motivadas por el color de la piel son obvias con solo dar un paseo por la capital. Los manifestantes del distrito de Salamanca gozaban de una complicidad policial que es difícil de encontrar en cualquier otro lugar del Estado. Tal y como deriva la economía, el "a dónde vas" parece clarificarse para buena parte de la juventud española: al paro o la precariedad crónica. Nadie pregunta, pero determinados barrios con menos renta están poblados de personas de determinadas procedencias.
El emblema de la ciudad de Madrid reconoce dos vertientes: Madrid es villa y corte. Cuando, en el año 1561, Felipe II instaló la corte en Madrid, esta villa que, por partes, podría recordar a un gran poblachón manchego ya que todavía los borbones no la habían adornado con las florituras afrancesadas, adquiría los rasgos de capitalidad de otras ciudades del continente. La ciudad de Madrid, sin embargo, tiene tres realidades diferenciadas, a mi juicio. Por un lado, es una ciudad global, sede de las multinacionales financieras, interconectada con Europa y el resto del mundo, especialmente con América Latina, a través del aeropuerto de Barajas. Madrid es esa ciudad que está a la última, en la que habitan esos sectores sociales más cosmopolitas, cuyas formas de vida podrían ser similares en Chicago, París o Berlín. Los hábitos de consumo similares a Hong Kong o Nueva York.
Madrid es también la villa, los barrios que durante la crisis de la pandemia se han organizado para establecer bancos de alimentos que lleguen a las familias que están siendo desatendidas por sus instituciones. Aquellos barrios que construían chabolas por la noche, para que los guardias no las derribaran por la mañana, una vez tenían techo. Las cooperativas que levantaron, de las chabolas, bloques de viviendas y alcantarillado. La guitarra carabanchelera de Rosendo y el Orgullo Vallecano. El Madrid que rara vez pasea por el Paseo de la Castellana. Una villa conformada por gente de distintos continentes.
Madrid, al mismo tiempo, tiene un componente de ciudad-estado, concentración de las instituciones y de los poderes, de todos, también aquellos que más allá de los reconocidos explícitamente en una democracia. Instituciones herederas de una transición de la dictadura a la democracia que, en ningún momento, vivió un proceso de ruptura. Madrid, quizás por ello, es cuna del nacionalismo español: a diferencia de lo que suele pasar en otros países y sus capitales, políticamente Madrid es más conservador que el conjunto del Estado. Por esto último, Madrid y el problema territorial de España van de la mano.
“Ese estilo agresivo y faltón que cultivan tantos periodistas e intelectuales de la capital”, decía, en La Vanguardia, Ignacio Sánchez Cuenca, recordando que Madrid tampoco se puede entender sin los medios de comunicación que modulan un discurso centralista y centrado en Madrid para toda España. “A Madrid se viene a hacer lo que te dé la gana”, prosigue el audiovisual del PP. Una sonrisa maliciosa podría dibujarse si pensáramos que se refiere, el partido mayoritario, al comportamiento tributario. Podría ser, pero tendrá más que ver con vender esa imagen de ciudad sin ley, aunque los vigilantes, cada vez más, estén uniformados o, simplemente, en los balcones.
Y entre tanto, la semana que viene, elecciones en Galicia y Euskadi. Los resultados de Alberto Núñez Feijóo se medirán en contraposición a lo que obtiene Pablo Casado en el resto del Estado. El PP de Casado, madrileño, se compara con el gallego, con el de más allá de la Castellana, el de provincias. Los resultados del BNG serán muy leídos en las izquierdas del Estado, así como los de EH Bildu, pues pueden consolidar la tendencia de que sin entendimiento territorial, no hay proyecto progresista posible y todo ha de pasar por Ciudadanos. El resultado del PNV puede señalar que las derechas y sus posibilidades de gobernar en el Estado se complican mucho sin entendimiento con Euskadi y Catalunya. Galicia y Euskadi leídas desde Madrid, mientras tres de los líderes estatales de los cuatro principales partidos (Pedro Sánchez, Casado y Pablo Iglesias) son madrileños, y el líder ultraderechista Santiago Abascal es vasco, pero políticamente su raigambre está en la madrileña Esperanza Aguirre. Es decir, la corte.
A » Wally» finalmente lo encontraron ; de los que no sabemos nada son de Gabilondo y del Iñigo ( y tampoco del decrépito e impresentable Cochambroso 1º) .
Salud y decencia (pues la paciencia ya se terminó) .
Si hay una Tercera República Española, esta ha de ser deudora de dicha tradición centralista, y ha de abogar por luchar abnegadamente contra el neofeudalismo separatista, pero también posiconarse frente al federalismo y el confederalismo, que son aliados tácticos por la centrifugación de España del secesionismo. Y el republicanismo centralista español debe criticar abiertamente las contradicciones del régimen actual. Por tanto, la hora de la República ha de ser una hora en que se anuncie el único modelo que puede dar prosperidad, bienestar y seguridad a los trabajadores: República Unitaria Presidencialista y Unicameral. La Monarquía sobra, las Comunidades Autónomas sobran, el Senado sobra, el Presidente ha de ser elegido directamente por el pueblo y necesitamos una nueva Constitución. Sin nación política española no habrá Tercera República Española. Y si no es unitaria no habrá República. http://www.armesilla.org/2016/11/razones-para-una-iii-republica-unitaria.html