Banderas, trapos, símbolos y estatuas
- "El sentido tragicómico de la bandera: un trozo de tela que destiñe con el tiempo, un motivo por el que desarrollar la más funesta de las batallas"
- "Lo simbólico y lo real parece que están más unidos que nunca. Las sociedades se miran en el espejo"
“Llamamos símbolo a un término, un nombre o una imagen que puede ser conocido en la vida diaria aunque posea connotaciones específicas además de su significado corriente y obvio”, definía Carl Gustav Jung. Un símbolo, o la representación a través de una convencionalidad. Y el símbolo nacional por antonomasia es: la bandera. Vaya, nada más citar a la bandera ya recorren gotas de sudor frío mi cuerpo, no vaya a ser que alguna parte de las izquierdas, siempre ávida de debate, empiece con eso de la necesidad de resignificar la bandera de España, de reapropiarla para que no la solape la derecha, y se llenen las redes de comentarios, tal y como suele pasar cada dos o tres semanas, aproximadamente. Y me invade la pereza…
Una relación convencional, decíamos, entre significante y significado que hace que la bandera goce de una cruel dualidad: pues no es más que un trapo, al mismo tiempo que lo es todo, el inabarcable sentido de la nación y la incalculable variedad de respuestas sentimentales que le acompañan. El sentido tragicómico de la bandera: un trozo de tela que destiñe con el tiempo, un motivo por el que desarrollar la más funesta de las batallas.
Y así, como quien no quiere la cosa, pues ya han transcurrido 100 días, salimos del estado de alarma propulsado por la pandemia y se nos han vuelto a llenar de banderas los balcones. Los balcones, esa oquedad que relaciona la casa con el mundo, el mundo interior y familiar con la sociedad, que se convierten en el escaparate y carta de presentación de las familias al resto de los mortales.
Tiempo hace que rula por los móviles un vídeo de Angela Merkel retirando una bandera alemana a un compañero suyo en un acto de partido. En España, las connotaciones evidentes políticas de la rojigualda acompañan la visceralidad de las riñas. Fue un golpe de estado de tinte fascista de hace más de 80 años, cuyos daños si reparación siguen enterrados en las cunetas, el que borrara el morado de la bandera. Atávicos, el amarillo y el rojo empañan todas las cuestiones. Pues es trapo, sí, pero tiene tantos significados...
En un patio de vecinos de Carabanchel, llevan varias semanas enfrentadas, en dos balcones separados por algo más de 80 metros, una bandera española con crespón negro y la bandera arcoíris LGTBI. Uno ya no sabe si están retándose, encabronadas por alguna trifulca del pasado, o es que los trapos, enamorados entre sí, no pueden dejar de mirarse y, además, sin pudor, ni siquiera lo disimulan ante la estupefacción de la mayoría de los vecinos, de los que salían a aplaudir y de los que hacían sonar las cacerolas antes de que se abrieran las terrazas.
Martes 16 de junio. 20 horas. Plaza del Dos de Mayo, Malasaña, Madrid. Una veintena se reúne ante las miradas desconcertadas de los paseantes que aprovechan los últimos refrescos de la primavera antes del sofoco del verano. Los bigotes, sudados por las mascarillas. Y el grupo se exhibe uniformado: pantalón corto, manga corta, calcetines altos, colores terrosos. Un grito llama la atención y hace el silencio en la plaza: “¡Vivaaaaa Es-pa-ña!”. Y todos empiezan a correr, manteniendo una suerte de formación y colocación en el espacio de regusto militar. Runners por la patria. El grupo se llama Resiste España, y lo encabeza un corredor que porta a la espalda la rojigualda. Una hora después, el cortejo pasa por la calle Alberto Aguilera. La tela, la primera, los demás la persiguen por las entrañas de Madrid.
Algunos fabricantes de mascarillas se habrán hecho de oro imprimiéndole a un retal verde la bicolor en la zona que oculta el mentón derecho de quien la lleva. Antes de la pandemia de covid-19, el Madrid de José Luis Almeida se iba llenando también de grandes banderas, cada vez quedaban menos trozos del mapa de Madrid sin cubrirse de rojo y amarillo. De hecho, a finales del 2019, ya se había gastado, el equipo de gobierno de la capital, más de 50.000 euros en banderas oficiales.
¡Los símbolos! La pandemia ha generado multitud de reflexiones filosóficas y de diverso índole. Algunas de ellas dotan de la cualidad de catárquico a este momento histórico, un momento que supondría una reorganización geopolítica, económica, política y de hábitos sociales. El ser humano se ha concebido frágil. La tragedia todavía no ha sido asimilada por la sociedad. Las cifras oficiales sitúan, en España, en 28.000 las muertes por covid-19. El miedo a un posible rebrote merodea en el ambiente mientras los turistas regresan por el verano. El Gobierno trabaja en el homenaje a las víctimas y a los trabajadores que han resultado esenciales durante la pandemia del próximo 16 de julio. Cuenta La Vanguardia que Moncloa sopesa darle carácter laico al acto. La batalla por los símbolos continuará en las próximas jornadas.
Mientras, en Estados Unidos, el movimiento Black Lives Matter se ha convertido en protagonista en las últimas semanas y las protestas antirracistas se han extendido por distintos lugares del planeta. "El movimiento Black Lives Matter está planteando una cuestión: ¿qué hace cada país con su historia?", comentaba la actriz María Botto en una reciente entrevista con cuartopoder, en la que hablaba de desaparecidos a raíz del 50 aniversario de la masacre de Zemla, en el Sáhara Occidental, y la desaparición del líder saharaui Bassiri.
El profesor y exdiputado Pablo Bustinduy, escribía en Público esta semana un artículo en el que advertía, al calor de las protestas en Estados Unidos: “No es casualidad que, ante el colapso del orden económico y social, la primera reacción consista en mirar atrás y preguntar quiénes somos. Es la antesala de la pregunta sobre lo que queremos ser, en un momento en el que nos guste o no debemos decidirlo de nuevo”. El movimiento está llevando a cabo derribo de estatuas de personajes por su pasado esclavista y racista. Los símbolos de ayer se ponen en duda hoy. El mañana se reconstruye en distintos planos hoy.
La realidad material de millones de personas en el mundo empeora al ritmo de una crisis económica que se propaga a mayor velocidad que el propio coronavirus. Lo simbólico y lo real parece que están más unidos que nunca. Las sociedades se miran en el espejo. Y las frías cifras se entrecruzan con las pasiones más viscerales en este capítulo de la historia que nos toca. Una historia que parece que ha apretado a fondo el acelerador.
El PSOE con la cúpula bendecida por la CIA, del GAL y de las banderas de España de chorrocientos metros cuadrados y el bloque » constitucionalista» contra la Anti-España y el Podemos de ni de izquierdas ni de derechas, significantes vacíos y donde dije Diego digo patria están en el gobierno para confrontar a una de las derechas más reaccionarias y corruptas del mundo.
Pinta guay. ¿eh?
Banderas de España monárquicas, claro está, no del gobierno legítimo derrocado por un golpe fascista.