OPINIÓN
Necesitamos una reforma patronal
- España siempre recibe el golpe más fuerte porque se mantienen las debilidades intrínsecas a nuestro modelo productivo
- El país no necesita más reformas laborales enfocadas a facilitar la contratación, sino reformas patronales enfocadas a transformar la estructura productiva
- El Estado no tiene que seguir cuadrando las cuentas del sector inmobiliario, sino liderar la creación de vivienda protegida o impulsar la rehabilitación energética
Patapum pa´ arriba y el que pueda que la cuele
Javier Clemente
A la pandemia de la covid-19 le sigue una crisis de naturaleza distinta a la que originó la pandemia financiera en 2008, sin embargo, comprobamos que independientemente de su origen y composición, hay algo que permanece constante: España siempre recibe el golpe más fuerte porque se mantienen las debilidades intrínsecas a nuestro modelo productivo. Lejos de remediarlo e iniciar un cambio para anticiparse a futuras turbulencias, lo que se ha hecho desde 2008 es precisamente lo contrario, esto es, fortalecer a los mismos sectores de nuestra economía en detrimento de otros.
La columna vertebral de nuestro tejido productivo está fabricada con un material que, ante el primer soplido de una crisis, del tipo que sea, se resiente con facilidad. En lugar de convertirnos en el cerdito que construye la casa de ladrillo para que no la pueda tirar abajo el lobo con sus soplidos, se insiste en cumplir el papel del cerdito pequeño con su casa de paja. España vive principalmente, pero no solo, del turismo, la construcción y el comercio, ya que entre los tres sectores suman alrededor del 41% del PIB en nuestro país. Nuestro país es intensivo en sectores muy dependientes de la demanda exterior y esta debilidad estructural nos coloca en una posición subalterna.
Acabamos de conocer que España se ha quedado fuera de la Alianza Inclusiva por la Vacuna, una iniciativa europea pensada para reforzar el papel negociador con las farmacéuticas, porque carece de las infraestructuras necesarias para producir masivamente la vacuna contra la covid-19. La desescalada nos deja claras las prioridades con las que seguimos fortaleciendo nuestra debilidad: terrazas, ayudas al coche, turistas, ladrillo y toros. La educación, la investigación y la transición ecológica de la economía no son una prioridad. Si se pusieran las mismas ganas para invertir en investigación, en sanidad, en cultura, vivienda pública y en renovables que, en abrir las terrazas y las discotecas, España sería un país con el mismo sol, pero más rico y soberano.
Vivimos inmersos en una secuencia en bucle de la que parece imposible salir, ya que en tiempos de bonanza nadie se plantea modificar nada, pero, en tiempos de crisis cuando apremia la urgencia, tampoco se hace nada. Este bucle nos condena a una fragilidad estructural y a una mayor fractura de la sociedad que se agranda en cada nueva crisis. La crisis de 2008 sirvió para salir con un país más roto, con peores trabajos y salarios más bajos, con más desahucios y los servicios públicos más debilitados, pero con una mayor concentración de la riqueza. Todo apunta a que, de no modificar el enfoque, esta crisis de 2020 ahondará en esa tendencia si no somos capaces de hacer aikido y salir más reforzados construyendo mejor sobre lo que se ha destruido.
La precariedad y la desigualdad también representan un atraso productivo y económico. España no necesita más reformas laborales enfocadas a facilitar la contratación, porque en España el coste de la contratación no es un problema y es uno de los países con menos vacantes de trabajo de la UE. Lo que necesita España son reformas patronales enfocadas a transformar la estructura productiva y la cultura empresarial. Iniciar ese cambio pasa, no solo pero también, por blindar y ampliar los derechos sociales que aumenten el margen de libertad, lo cual reduce la oferta de trabajos precarios y el peso de la economía rentista. El Estado no tiene que seguir cuadrando las cuentas y beneficios del sector inmobiliario convirtiendo en solvente a la demanda insolvente, al contrario, tiene que liderar la creación de vivienda protegida, impulsar la rehabilitación energética y el urbanismo para cambiar la movilidad. Elevando las condiciones de vida de la población se desplazan las prioridades de inversión del capital hacia sectores más productivos en detrimento de otros sectores obsoletos, insostenibles e improductivos. Se trata de reforzar la democracia como incentivo para impulsar el cambio productivo.
Una renta básica y un alquiler asequible garantizado lo único que desincentivan es el trabajo precario y la especulación, pero incentiva la inversión en tecnología e investigación, sobre todo si desde lo público se incentiva al sector privado. Contar con unas condiciones básicas de vida garantizada lo único que pone en peligro es un modelo de negocio poco competitivo basado en la precariedad y la extracción de rentas. Uno de los motivos del estancamiento en la Grecia antigua se debe a que no generaron incentivos para inventar máquinas que transformasen las tareas humanas y aumentar la productividad, ¿por qué? porque contaban con un vasto arsenal de trabajo barato gracias a la esclavitud. Salvando todas las distancias obvias, en nuestro caso opera la misma lógica que entorpece la innovación productiva: el trabajo barato acaba saliendo muy caro.